El ‘Més que un club’ ha acabado en esto

Hace ya treinta años Vázquez Montalbán escribió un artículo en Triunfo en el que elevaba la figura del Barça a la categoría de mártir del franquismo. Nunca pudo hacerle peor disfavor. Aquellas argumentaciones, muy ingeniosas y bastante defendibles desde posiciones de la época, dieron coartada a toda una doctrina posterior que ha degenerado en lo que hoy vemos. Y lo que hoy vemos es el gasparismo. ¿Y qué es el gasparismo? Pues la doctrina y las maneras de Gaspart, el Real Madrid como demonio, Figo como provocador, más Minguella, Geovanni y Rochemback.

En ese entramado tiene poco o nada que ver ese calvinista despistado apellidado Van Gaal. Un ingenuo que aún cree que la geometría euclidiana tiene mucho que decir en un mundo arrebatado de pasiones, talento, odios, amistades y hados desencadenados. Un trabajador terco y borde sin nada que ofrecer más que sus horas de despacho y sus flechas en la libreta. Nada que ver con el ideal irredentista que treinta años atrás ingenió Vázquez Montalbán ni con la realidad humanista (futbolística) de estos tiempos, en los que el jugador ha ganado por fin la partida al entrenador.

Echemos a Van Gaal. Está bien. No pinta nada. Es un marciano en el Louvre. Pero si queremos de verdad una solución para el Barça habrá que echar a Gaspart y a sus causas. Gaspart está ahí gracias a haberse ganado el cartel de mayor antimadridista de la historia. Echarle supone desandar un camino de treinta años. Echarle supone buscar humildemente en la trastienda una doctrina nueva y una persona que la represente. ¿Tiene el Barça esa energía y esa convicción? No lo veo. Mientras se lo piensa, hace de Van Gaal un muñeco de pim-pam-pum. Pero con eso no arregla nada.

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