Si entre todos la matamos, ella sola se morirá

¡Cómo eché de menos anoche esas jornadas a un solo partido, de las que no le gustan a Lendoiro, pero a mí sí! ¡Qué diferencia el ambiente en la redacción, entre el interés profesional de anoche y el crepitar emocionado de las radios en esas otras eliminatorias a partido único! La Copa necesita prolongar esa fórmula hasta semifinales, para ganar el corazón de todos, para sacudirse la atonía de noches como la de ayer, que apenas dejó unas pocas cosas. La mejor, sin duda, la remontada valiente del Terrassa. Sí, pero¿se imaginan esa remontada seguida de prórroga y quizá penaltis?

Pero no hubo tal cosa. Queda ese empate como un referente de valentía de los locales, pero detrás espera el Bernabéu. Quizá por eso ni siquiera llegó a llenarse el campo. Por eso y porque Del Bosque no llevó ni a uno solo de los titulares, galácticos o menos galácticos. Once estrictos suplentes. Ya se sabe que el Madrid utiliza la Copa para engrasar un poco a sus reservas. El Atlético la utiliza para aplazar una crisis que le agarrota. Otros ni siquiera han llegado tan lejos: Barça, Valencia o Athletic ya cayeron, porque llegan dormidos y se dejan sorprender. Y el disgusto les dura poco.

Algunos sí echan los dados en esta competición, a ver si sale. Por ejemplo el Depor, en el que Irureta maneja el secreto de las rotaciones. Y así la consiguió el año pasado. Pero todo flota, una vez superada la fase del partido único, entre un claro desinterés. Frío, escasa asistencia, y menos, me temo, que habrá a la vuelta. Y un jugador, Javi Navarro, que calentaba antes del partido sin saber si jugaría o no, porque el Comité, que llama plazos legales a lo que yo llamo desidia y vacaciones, no se reunió el martes. Ayer le puso el segundo partido... cuando ya estaba jugando. Triste Copa. Merece más.

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