El patio trasero de nuestro fútbol

Anteayer supimos que la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) considera nuestra liga la mejor del mundo. Por segunda vez consecutiva. Pero ayer supimos (va en este ejemplar) que no opina igual de nuestros árbitros. Entre los quince primeros del mundo no hay ningún español. La noticia quizá contraríe a Villar, que suele hacer encendidos elogios de nuestro arbitraje. O a Iturralde, cuya ingenua intervención en el Estudio Estadio de este domingo, junto al patético Rafa Guerrero, fue en el mismo sentido. Pero que a mí no me asombra. ¿Y a usted?

No sé si la IFFHS profundizará en su prospección hasta el siguiente estamento de la justicia futbolística: los comités de competición o similares. Porque ahí me temo no que no estemos entre los quince primeros, sino que estemos directamente los últimos. El babedurre leguleyo al que nos someten con cada suceso, serio o no tanto, con o sin Barça por medio, en casos de escupitajos, pisotones, bengalas, lanzamiento de objetos con o sin puntería (sólo tengo claro que la puntería es malísima) me mueve a depresión. Pero más me mueve a depresión el descaro con que se alivian.

Ayer no se reunieron. Claro. Anteayer fue fiesta y ayer lo seguía siendo para ellos. Bien sabrán explicar por qué. Dirán que no hay prisa con Gurpegui, ni con Pablo Alfaro, ni con Javi Navarro, ni con Aimar, ni con Berizzo. Han fabulado un mundo de complejidades jurídicas para sentirse importantes. Miran un triste pisotón como si fuera un caso Ercron cargado de matices jurídicos que requiriera días, meses, recursos, análisis, contrarrecursos, alegaciones y largo estudio de derecho comparado. Camelo. Me temo que en el fondo se saben inútiles. Por eso ayer seguían de vacaciones.

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