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El gol de un dios con cara de niño

Allá donde se cruzan los caminos, que diría Sabina, irrumpió Ronaldo Nazario da Lima. El Santiago Bernabéu rugió como un tigre de Bengala nada más verle saltar a su alfombra mágica. 80.000 almas intuían que algo grande iba a pasar. Su imponente estampa, su sonrisa profiden, su instinto básico ante el gol... Todo se guionizó como si fuese un cuento de hadas en el que Ronaldo se coronó como ese príncipe capaz de hacer feliz a un pueblo entero, sin distinguir entre ricos y pobres.

El 6 de octubre de 2002 quedará inmortalizado por ser el domingo de gloria en el que Ronaldo tuvo el privilegio de debutar con la sagrada camiseta del Real Madrid como sólo lo hacen los elegidos: con una actuación majestuosa. Le bastaron sesenta y un segundos para tapar las bocas de los que hablaban de que el suyo era un fichaje de márketing y sólo para vender camisetas. Su primera intervención la hubiese firmado Maradona. Magnífico control de pelota con el pecho, sangre helada para programar el disparo y volea picada a la escuadra de Dutruel. Gol de crack. Gol del mejor nueve del mundo. El Bernabéu estalló, fue un río de ilusiones satisfechas y Ronaldo sonrió de nuevo y se olvidó para siempre de Cúper y de su infierno italiano. Ya lo escribió Valdano: "Ronaldo es Dios con cara de niño". Florentino ahí tienes tu obra: Zidane, Figo y Ronaldo. Disfrútalo. El que siembra, recoge. ¡Y qué cosecha!