Y apareció el doping

Demasiado raro, última etapa del Tour, los supervivientes acaban su cruzada en los Campos Elíseos y no habíamos oído ni hablar del famoso doping (salvo por la acusación del diario francés L’ Equipe a Igor). Pues ya está, se acabo la calma con la detención de la mujer, o en este caso el camello, de Rumsas en la frontera entre Italia y Francia. Ojo que no estoy diciendo que Rumsas sea culpable, cualquier acusado de doping o de lo que sea es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

Rumsas dio negativo en dos controles sorpresa que le hicieron en las jornadas de descanso, pero como todo el mundo sabe, existen determinadas sustancias que no se identifican en los análisis (es la carrera entre los laboratorios antidopaje y los que fabrican las sustancias). Si es cierto que Rumsas se ha dopado el tema es muy grave. Casos como los de Pantani, Garzelli, Simoni o Ullrich, todos ellos estrellas y podios en diversas pruebas, ensucian el ciclismo y hacen que el apodo de drogadictos que estamos recibiendo los ciclistas sea totalmente merecido.

Yo defiendo a ultranza al ciclismo y, especialmente, a los ciclistas, pero nunca al que hace trampas para conseguir la gloria o el éxito. Prefiero ver un Tour como el de este año en el que apreciamos que los ciclistas son seres humanos. En el 2002 hemos visto las pájaras de ciclistas de gran calidad como Botero, Sevilla o Mancebo. También hemos observado que no se producían tantos ataques como en ediciones anteriores en las que los ciclistas no fallaban nunca, ni en la montaña, ni en la crono, atacaban continuamente y jamás tenían pájaras. Elijo el Tour sincero y honesto antes del más espectacular en el que sustancias prohibidas convierten a los corredores en máquinas perfectas.

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