Riquelme: Kobe, Mandela y el Cholo, la trilogía de la resiliencia
El futbolista del Girona, cedido por el Atlético, estuvo muy cerca de dejar el fútbol cuando era juvenil por culpa de un entrenador que no le daba confianza.
Rodrigo Riquelme (Madrid, 2000) nació con un don para el fútbol. Se le veía algo diferente desde que apenas aprendió a caminar e iba a ver jugar a su hermano mayor, Álex. Cuando salía en los descansos a tocar el balón, aquel pequeñajo que apenas levantaba dos palmos del suelo atraía la atención de todos. Sin embargo, ese talento innato no le ha eximido de tener que atravesar caminos de espinas por la jungla futbolística. Hubo un momento crítico. En su último año de juvenil con el Atlético, con un entrenador que le arrebató la confianza, recibió tantos golpes anímicos y perdió tanta ilusión que planteó a sus padres la seria opción de dejar el fútbol.
No fue un enfado pasajero sino una idea que germinó con fuerza en su cabeza y creció de forma peligrosa en poco tiempo. Su entorno trabajó mucho psicológicamente con él pero si hubo un rescatador, fue el Cholo. A pesar del poco protagonismo que tenía con su equipo, Simeone supo ver ese pellizco de magia y compromiso. Su cesión al Bournemouth tampoco fue un cuento de hadas. Sufrió y aprendió. Igual que ahora. Con Míchel, el entrenador que lo convenció para irse a su lado, la seducción mutua inicial se ha evaporado y Riquelme está peleando para no rendirse y revertir una situación incómoda.
Roro, apodo con el que le bautizó su padre, ha sido siempre feligrés de la resiliencia. Intenta recuperar la motivación leyendo Kobe Bryant. Mentalidad Mamba. Un momento que marcó su mentalidad fue la visita que realizó en 2016, en un viaje a Sudáfrica con el juvenil rojiblanco, a la celda de la prisión de Robben Island en la que Nelson Mandela malvivió 18 de los 27 años que estuvo preso. Sin haber sido nunca mitómano, resultó tan impactante para él que el Premio Nobel de la Paz se convirtió para él en un refugio emocional y de resistencia ante la adversidad. Comenzó a leer e indagar sobre él y a su figura se acogió cuando arrojar la toalla se transformó en una opción.
Enamorado de Roger, su bulldog inglés de año y medio, estudiante de diversos módulos de economía y contabilidad para seguir los pasos de su padre, Manu, y extrañamente atraído por la música poprock de los 80 (Fito, Los Secretos…) a una edad en la que el trap o el reggaeton ganan por goleada, también tiene un acentuado instinto solidario. Son frecuentes sus ayudas a Cáritas, está colaborando en la construcción de un colegio en Guinea y la creación de su propia fundación ya ha dado el salto de idea a proyecto para devolver parte de lo que está recibiendo.
Fan de Iniesta y seguidor de jugadores como Neymar, Özil y David Silva, en los que siempre se ha fijado, el Madrid intentó captarlo cuando militaba en el benjamín del Rayo. Sus padres pensaron que era mucho para un niño tan pequeño. El Atleti, algo más modesto, sí logró convencerlo. Y el sentimiento rojiblanco lo atrapó, como las historias de Mandela y Kobe...