Poyet: “Tchouameni lo tiene todo para triunfar, además de tiempo”
El actual seleccionador de Grecia, Gustavo Poyet, recuerda cuando hizo debutar al flamante fichaje del Madrid...
Gustavo Poyet (Montevideo, 54 años) está inmerso en la reconstrucción de una Grecia que promete. Tomó las riendas en febrero y ha logrado un ascenso tras vencer a Irlanda del Norte, Kosovo y Chipre. La afición se ha enganchado a una selección que se coronó campeona de la Euro 2004 y sueña con estar en la de 2024, después de una década huérfana de grandes citas... Al uruguayo le gustan los retos, por algo es un trotamundos de los banquillos y desde allí ha dirigido a grandes talentos, como el emergente Tchouameni (Girondins) o el consagrado Modric (Tottenham). Aunque en España muchos siguen recordándole con la camiseta del Zaragoza. Aquel año 1995 fue mágico, gracias a la Recopa y a la Copa América. Y a pesar de todos sus éxitos dentro de los terrenos de juego, no echa de menos aquella etapa sino que sueña con seguir cumpliendo objetivos en ésta... Ese es su motor.
—Cuatro victorias y un ascenso a la Liga B de la Nations. ¿Cuál ha sido la clave del éxito?
—El convencimiento y el entendimiento con los jugadores. A nivel de selección, el poco tiempo de trabajo lo debes compensar con una conexión, para que el futbolista crea en lo que propones muy rápido.
—¿Nota si la afición se ha reenganchado?
—Aparentemente sí. Cuando llegué, que Grecia no jugaba una Eurocopa o Mundial desde 2014, había una desconexión. Y este fútbol es todo pasión y locura. Ganar los dos primeros partidos de visitante y luego, en casa, ese pequeño Clásico contra Chipre hizo que la gente sintiese que este es el principio de lo que Grecia era hace diez años. Vamos por el buen camino, pero quiero más...
—¿Llegar a la Euro de 2024?
—Soy muy de objetivos. Una de las primeras preguntas que hacía cuando me reunía con un presidente o un director deportivo era esa, ¿cuál es el objetivo? Si es posible, aunque sea difícil, voy a por él a morir. Aquí, el primero era ganar el grupo de la Nations League y subir. Los resultados fueron incluso mejores de lo que pensábamos. Y el segundo es clasificarnos para la Eurocopa de 2024.
—¿Qué se encontró al llegar en febrero? Es su primera experiencia al frente de una selección...
—Fue todo raro y rápido. Se me despertó el interés cuando se empezó a mover el banquillo de Uruguay. Uno como jugador y técnico aspira a la selección de su país. A finales de 2021 se empezó a fraguar la salida de Tabárez y pensé: ¿Y si me llaman? ¿Y si estoy preparado? ¿Y si...? Eso hizo que investigara y me comunicara con Gerard Nus, cuya experiencia con Avram Grant en Ghana me ayudó a tener una visión de lo que podría ser. Después de que Uruguay fichara a Diego Alonso tuve que ir a Atenas por un tema personal y se había ido el entrenador. Una cosa llevó a la otra… Tuve la posibilidad y me gustó.
—Hábleme de la importancia de su segundo, Gerard Nus.
—Todo empezó en Brighton. Estaba buscando a alguien para que me ayudara en la academia y él venía de una etapa muy buena en el Liverpool de Benítez. Después, mantuvimos el contacto y cuando llegó esta oportunidad me pareció la persona ideal. Con los partidos tan separados, ¿cómo te organizas? ¿qué necesita el futbolista? Eso te lo dicta la experiencia y Gerard la tenía. Los resultados lo demuestran: fue la decisión correcta.
“Grecia va por el buen camino, pero quiero más”
—Dirigió al AEK Atenas en la 15-16, ¿cómo ha cambiado este fútbol?
—Aquello fue fundamental para que ellos me quisieran y para que yo aceptara. Me ayudó en la adaptación. ¿Cambios? Antes había algún problema más a nivel arbitral. Ahora, muchos partidos importantes los pitan árbitros extranjeros. Además, el fútbol griego ha exportado muchos jugadores importantes.
—Es un trotamundos. Ha entrenado en Inglaterra, España, China, Francia, Chile… ¿Qué fútbol le ha marcado?
—La Premier es extraordinaria en términos de repercusión. La miran hasta en el último rincón del mundo. LaLiga ha mejorado mucho, aunque sigue siendo Barça y Madrid. En Inglaterra hay más diversidad: Liverpool, Manchester United, Arsenal, Chelsea… Eso sí, el fútbol español es más difícil de entrenar. El jugador es muy protagonista. Sabe mucho y maneja muy bien los partidos. Por eso, pocos técnicos triunfan allá.
—¿Qué país fue el más complicado para adaptarse?
—¡China! Lo del idioma era complicado. Yo hablaba en español y lo traducían, y lo volvían a traducir... Sin embargo, la experiencia personal fue la mejor, de lejos. No podíamos conducir sin saber chino. Para cualquier desplazamiento era el chófer que nos llevaba a los entrenamientos o el taxi, cuyos conductores de inglés sabían poco o nada… Los viajes eran eternos. El Gobierno trató de impulsar el fútbol, pero ese planteamiento debe ser a largo plazo.
—Jugó en la Premier con el Chelsea, con el que ganó una FA Cup y una Supercopa de Europa, en la que anotó el gol de la victoria al Real Madrid…
—Era un tema traumático. Había marcado en partidos difíciles ante equipos grandes, pero nunca en finales y me estaba pesando un poquito (risas). Ese día empecé en el banco y entré con todo lo que tenía guardado. Gianfranco Zola me la dejó para rematar. Fue un alivio. Aunque los goles más especiales de mi carrera fueron los de una semifinal de la FA Cup al Newcastle en Wembley, en el viejo campo del que estaba enamorado...
“Modric es el mejor jugador que he entrenado. Cada año parece que es el último y mira”
—Y conoce bien a uno de los últimos fichajes madridistas: Aurélien Tchouameni. Le hizo debutar con el Girondins...
—Estaba en el filial y tenía un físico espectacular. El verano, tras clasificarnos para la Europa League, subió a entrenar con nosotros y se veía su tremendo potencial. Se ganó el debut y se notaba que iba a crecer. Cuando se fue al Mónaco por diez millones no me llamó la atención. Ahora le llega el Madrid y me da alegría por cómo es como persona. Es inteligente, de buena familia, tiene una gran dedicación... Lo posee todo para triunfar. Va a tener tiempo de adaptarse y que le vaya bien.
—¿En qué posición le ve?
—Le gusta mucho jugar por delante de la defensa, en la posición de Casemiro. Solo o formando un doble pivote. Tiene capacidad para ser un ‘box to box’, con llegada a ambas áreas. Además de potencia, buen remate, buen cabeceo, le pega bien...
—¿Qué tiene él que no tengan Casemiro o Camavinga?
—El Madrid tiene algo muy bueno con Camavinga y Tchouameni: tiempo. Todavía están Casemiro, Kroos, Modric, que son recontra impresionantes… No es para ya. Es un tema de 4 o 5 años. Incluso ahora, el Camavinga que llegó no es el que terminó la temporada. Es otro y lleva un año. Imagina lo que le puede pasar en un año a Aurélien. Él va a querer jugar hoy, pero si no sucede, no pasa nada.
—También tuvo a sus órdenes a Modric en el Tottenham…
—Tuve jugadores muy buenos como técnico principal, pero si sumo mis años de asistente, Modric es el mejor que entrené. Es extraordinaria su forma de ver el fútbol, cómo hace todo fácil, cómo para y acelera cuando tiene que hacerlo, cómo golpea el balón de cualquier forma… Así, todos los días. Fue un placer tenerlo y verlo donde está. Cada año decimos que va a ser el último… Y Luka sale y contesta: ‘No, otro más’. Y eso es lo lindo. No termina porque tiene un don especial.
—En España la gente le sigue asociando al Zaragoza, ¿qué recuerdos guarda de aquella etapa como jugador?
—Las cosas no habían ido bien en Francia y la oportunidad del Zaragoza me cambió la vida. Primero perdimos una final de Copa con el Madrid, después ganamos otra con el Celta y luego, la Recopa en París. Mucha gente define aquello como el movimiento social más importante de la historia de Zaragoza. Años antes, los chicos jugaban en la escuela con la camiseta del Madrid o el Barça. A partir de entonces, todos los nenes querían ser del Zaragoza. Todos. Nayim nos puso en la historia.
“Muchos ven la Recopa como el movimiento social más importante de la historia de Zaragoza”
—¿Su mayor hito fue levantar la Copa América con Uruguay?
—Cuando ganas con tu selección ya es algo de dentro, de tus raíces... Ahí, te das cuenta de lo importante que es el fútbol para la gente. El país se paró y la población se olvidó de todos sus problemas. Fue muy emocionante.
—Su padre, Washington, fue jugador de baloncesto, ¿eso le tentó alguna vez?
—Jugué toda mi vida hasta que empecé en el fútbol a nivel importante, en el River Uruguayo. Cuando me acerqué al primer equipo dejé el basket en el cole. No daba para más. Lo estiré porque me encantaba y como aficionado me marcó Michael Jordan. Ya sin él, perdí el interés.
—Usted le transmitió el gusanillo del fútbol a su hijo Diego.
—Mi padre quiso ser futbolista, pero la vida le llevó al baloncesto. Estuvo en un par de Olimpiadas (60 y 64) y varios mundiales. Él siempre nos empujó al fútbol. Mi hijo llegó a un nivel muy importante, pero lo dejó y ahora trabaja conmigo de analista.
—¿Por qué le decían ‘radio’?
—Fue en el autobús con el Chelsea. Iba jugando a las cartas en un italiano raro, comentando con la mesa de al lado en francés y estaba mirando una película en la tele en inglés… Se dio la vuelta un compañero y me dijo: ‘Apaga la radio, ya vale, estás en todos lados…’ (risas). Ya se quedó eso de ‘radio’ para toda la vida...
—¿Cuántos idiomas habla?
—Cuatro, aunque el inglés me cambió la vida. ¡Si se entera mi profesora de Uruguay cómo lo hablo le da un ataque! (risas). Yo era un desastre en el colegio...