Nacho se hace imprescindible
El Bernabéu mima al complutense para que renueve. “¡Nacho, quédate!”, le cantaron. La felicidad del defensa ahora es palpable: ha pasado de sólo 141′ a jugar 17 partidos seguidos.
En esta vida tienes que hacer caso a tu madre y, si eres futbolista, al Bernabéu. Si la primera te dice que eches una rebequita, la coges porque inevitablemente vendrá una caída del termómetro con la que no contabas y si el segundo, el coliseo madridista, te pide públicamente que te quedes pues...
Los cánticos de “¡Nacho, quédate!” le tocaron la fibra al complutense y lo admitió tras el 3-1 al Espanyol. “Se me ha puesto la piel de gallina”, confirmó Nacho. El polivalente defensa e incuestionable one-club man se debate entre seguir portando esa etiqueta (mucho más grata para él que la de “cumplidor”, con la que a Nacho la chirrían los dientes) o apuntarse a una excursión final con algún otro equipo. De sus palabras ayer se deduce que la balanza empieza a decantarse hacia la renovación. Del “lo he pasado muy mal al inicio de esta temporada” de hace unas semanas al “la felicidad que tengo aquí jugando con esta camiseta no la voy a tener en otro lado” de ayer, con el nachoquédate aún en la cabeza, va un notable trecho. “Me quedo con cosas como estas que me hacen pensar para bien”, concedió.
Nacho se refrena ante los micrófonos porque, termine firmando con el Madrid o estampando su firma en otro sitio, su lealtad al club le impide avisar por terceros. Su modus operandi siempre ha sido más personal que enfocar esto como un business.
Nunca había estado Nacho tan en filo de poder cambiar de camiseta que en estos últimos meses y en el Madrid ha tenido varios ejemplos más o menos recientes de centrales históricos, de la casa y que se fueron (o les sacaron) del club al acabar su contrato. A ninguno le ha ido ni remotamente parecido a lo vivido en Chamartín. Fernando Hierro se probó en la Premier con el Bolton sin mucho predicamento y la experiencia de Sergio Ramos en el PSG está siendo más mediática que futbolística.
Para el Madrid, en un verano en el que pueden tomar la puerta otros tres españoles (Ceballos, Asensio y Mariano), perder a un futbolista como Nacho que acaba de cumplir 300 partidos con el primer equipo sería un mensaje difícil de explicar a los que vienen desde La Fábrica.
Nacho aludía a la felicidad, y es cuantificable. Lleva 17 partidos seguidos jugando, cuando en toda la primera vuelta sólo había gozado de 141 minutos enterrado por un once en el que Ancelotti no le daba bola en un once donde Militao, Alaba, Rüdiger, Mendy y Carvajal estaban de una u otra forma blindados. A la tortilla se le ha dado la vuelta. El año pasado jugó 42 partidos, por cierto, su máximo. Al final, Nacho sabe cómo hacerse imprescindible.