NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

RAYO VALLECANO

Míchel, un pedazo de la historia del Rayo y ahora su rival de Copa

El actual míster del Girona se reencuentra con el equipo de su vida. El vallecano jugó 17 temporadas con la Franja y logró cuatro ascensos, tres a Primera. Sumó otro como técnico.

Actualizado a
Míchel, en el partido de Copa ante Osasuna.
Eddy KeleleDIARIO AS

Los octavos de Copa propiciarán el cruce de caminos entre Míchel y el Rayo. El actual técnico del Girona es símbolo de la Franja, como jugador consiguió cuatro ascensos —tres de ellos a Primera: 94-95, 98-99 y 10-11— y fue partícipe de momentos históricos como la UEFA (00-01). No obstante, el niño continuó haciendo historia desde el banquillo: subió al equipo a la máxima categoría como campeón de Segunda (17-18). Algo inaudito en Vallecas. A ese ascenso le siguió otro con el Huesca (19-20) y ahora aspira a repetir destino con el conjunto catalán.

Para Míchel será una sensación extraña la de enfrentarse al Rayo. Aunque siendo rara, no es nueva. Ya lo hizo dirigiendo al Huesca (19-20) y, entonces, el equipo entrenado por Paco Jémez se impuso por 0-2 en El Alcoraz (doblete de Pozo) y por 2-0 en Vallecas (con goles de Mario Suárez y De Frutos). Jémez fue su maestro cuando colgó las botas y ejerció de director del área de metodología en el club franjirrojo. Su misión era transmitir esa filosofía de juego del primer equipo a toda la cantera. De donde él salió.

Míchel (Madrid, 1975) es vallecano, de cuna y corazón. Nació en el barrio, jugó en sus calles y estudió en el Raimundo Lulio. Allí, con siete años, se apuntaba a las entradas que el Rayo repartía para ir al fútbol los domingos a las 12:00 horas. No faltaba, porque si no conseguía un ticket se las ingeniaba para colarse con sus amigos en algún edificio con vistas. Cualquier ventana de las escaleras les valía. Hijo de padres fruteros, Candela y Benjamín, atesoró una de las zurdas más legendarias de la Franja.

Empezó a entrenar con el primer equipo en la 92-93, a las órdenes de Camacho, cuando tenía 17 años y junto a compañeros como Wilfred, Cota, Jémez, Pedro Riesco, Polster... Su debut —de la mano de Zambrano— data de la 93-94 contra el Barça. Sólo abandonó Vallecas en tres ocasiones a lo largo de su carrera, con una cesión al Almería (96-97) y dos breves incursiones en el Murcia y el Málaga, a principios del 2000. El Rayo siempre fue su vida. Por eso regresó, para sacarle del pozo de la Segunda B (07-08) y vivió la grave crisis económica e institucional que terminó con la salida de los Ruiz-Mateos. Aquel niño se había convertido en el capitán de esa plantilla asolada por los impagos.

Cuando Míchel se retiró en verano de 2012, había defendido la Franja durante 17 temporadas y se había abierto un hueco en la historia del club, erigiéndose en el tercer futbolista con más partidos en sus piernas (425, sólo superado por los 458 de Cota y los 429 de Uceda) y el que más gol tenía en sus botas (67, los mismos que otro icono rayista, Potele). El vallecano continuó en la entidad, primero en el área de metodología, después en el banquillo del Juvenil A, pero la crisis del primer equipo le obligó a tomar las riendas (16-17). Su nombre fue avalado por otros veteranos rayistas (Felines, Potele y Cota) y no decepcionó. Lo cogió siendo decimosexto y un punto por encima del descenso a Segunda B y quince meses después, en su primer proyecto completo al frente, le llevó a Primera.

La experiencia en la máxima categoría no fue fácil. Los malos resultados terminaron en destitución en la jornada 28, tras siete derrotas consecutivas, a pesar de que la grada estaba a muerte con el técnico. Un apoyo que se viralizó gracias a un vídeo, donde Bukaneros le cantaba: "Nos sacó de Segunda, del Rayo hasta la tumba, Míchel contigo siempre". Sus lágrimas, abrazado por algunos de sus jugadores, evidenciaron lo que la Franja significa para él. Aún tiene amistad (y un grupo de WhatsApp) con Lopetegui, Pablo Sanz, Bolo, Cembranos... Compañeros con los que intercambia también consejos.

Al frente del Huesca confirmó que lo suyo no era flor de un día y, como no hay dos sin tres, aspira a repetir con el Girona. Allí se ha ganado el respeto en lo deportivo —está en playoff y encadena cinco jornadas sin perder, cuatro de ellas venciendo— y el cariño en lo personal, con gestos como el del idioma. Ya se ha arrancado a hablar en catalán. "Quiero conocer la cultura y la tradición de aquí. Desde que llegué me he sentido bien tratado y querido. Eso me han enseñado, que tengo que adapte con el entorno y la cultura donde me están dando trabajo", dijo en una rueda de prensa aplaudida por sus aficionados y los de Vallecas, que reconocen en Míchel esos valores de los que hacen gala. Valores que enarboló en uno de los pregones más emotivos que se recuerdan en el barrio: "Un ejemplo de acoger a familias".