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RAYO VALLECANO

Míchel, el hombre milagro

Cogió al Rayo de la 16-17 cuando era decimosexto y estaba un punto por encima del descenso a Segunda B. Ahora, quince meses después, en su primer proyecto completo al frente del primer equipo, le ha llevado a Primera. De ídolo ha pasado a héroe del rayismo.

Míchel, en el banquillo del Rayo.
Míchel, en el banquillo del Rayo.JAVIER GANDULDIARIO AS

De los siete ascensos a Primera del Rayo, en cuatro de ellos sale Míchel (Madrid, 30-10-75) en la foto. Los tres anteriores como futbolista —más otro desde a Segunda B a Segunda— y éste como entrenador, en el que ha sido su primer proyecto completo al frente del primer equipo. Ahí radica uno de sus grandes méritos, el de un técnico sin experiencia al máximo nivel que agarró a un conjunto a la deriva hace quince meses, lo salvó del descenso que era una amenaza real y ahora lo ha llevado hasta Primera en un curso brillante. Un nuevo logro para este ídolo del rayismo, al que sólo Cota (401) y Felines (364) superan en número de partidos defendiendo la Franja sobre el campo. Su zurda nos deleitó en 363 encuentros.

La de Míchel es una carrera marcada absolutamente por el Rayo y esa es una de las principales razones por las que cogió las riendas del primer equipo —él entrenaba al Juvenil A— en febrero de 2017. Hombre de la casa y del barrio, dio un paso al frente para salvar a esa Franja que ama desde la infancia y que, en aquel momento, marchaba sólo un punto por encima del descenso, transmitiendo unas sensaciones muy poco halagüeñas. "Coger al Rayo no es un marrón, sino una ilusión", confesaba aun así el día de su presentación, en la que contagiaba esperanza. Un mensaje que caló en el vestuario y un estilo de juego que devolvió la identidad perdida al grupo.

Míchel colgó las botas en el Rayo en 2012 y se quedó en el club como director del área de metodología, ejerciendo de enlace entre el primer equipo —entonces dirigido por Paco Jémez— y la cantera. Allí absorbió unos conceptos y una filosofía por la que abogó cuando, en 2016, asumió el banquillo del Juvenil A. Una aventura que se vio interrumpida el pasado curso, después de las experiencias fallidas con Sandoval y Baraja. Momento en que tuvo que dar un paso al frente y hacerse con las riendas del primer equipo. ¿Estaría preparado? ¿Podría solventar una situación así?

La decisión de darle tal responsabilidad, a pesar de su falta de experiencia, tuvo el respaldo de los veteranos y de iconos del rayismo como Felines, Potele y Cota. El club optó por un buen conocedor de la casa, que llegara con el respeto de la plantilla y de la afición y capaz de aunar los esfuerzos de todos en pos de una salvación que, de no haberse producido, habría podido ser muy grave para el devenir del Rayo. Cogió al equipo decimosexto y lo salvó con dos jornadas de antelación. Perdió el día del estreno en el Coliseum, pero luego ganó siete de los quince siguientes partidos. Además, enlazó seis encuentros sin perder (Oviedo, Numancia, Girona, Tenerife, UCAM y Lugo) y sólo cayó en uno de los siete duelos disputados en Vallecas.

Se ganó seguir e iniciar un nuevo proyecto, mano a mano con Cobeño como director deportivo. Y el equipo se ha desatado con clara progresión. Este curso ha conseguido enlazar cinco triunfos consecutivos (Albacete, Zaragoza, Barça B, Tenerife y Granada) y elevar a diez partidos sin perder su mejor racha (Oviedo, Numancia, Lorca, Osasuna, Sevilla Atlético, Cultural, Huesca, Valladolid, Almería y Reus). Mezclando veteranos y noveles, con la llegada de jugadores que ya habían vestido la Franja y con un juego de posesión y ataque, el Rayo ha llegado a Primera a falta de una jornada. Su Rayo del alma soplará las velas de su 95 cumpleaños en la máxima categoría, la que dejó en 2016 y recupera sólo dos años después.

Míchel debutó con el primer equipo en la 93-94 frente al Barcelona, de la mano de Zambrano. Defendió la Franja en 17 temporadas (96-97 y 05-06, no completas, en la primera se fue al Almería y en la segunda regresó del Murcia) en las que celebró cuatro ascensos (el último, hasta éste, marcado por la difícil situación económica de la entidad) y la aventura de la UEFA, aunque también afrontó malos momentos como un descenso o el ascenso frustrado a Segunda de Ipurua. Cuando se le pregunta, destaca a tres compañeros muy especiales durante su dilatada trayectoria: Cota, el capitán por excelencia; Coke, la alegría del vestuario; y Bolo, su amigo: "Me sigo yendo de vacaciones con él".

Antes de lanzarse a los banquillos, reconocía que los tres técnicos que más le habían marcado en su carrera han sido Zambrano, Juande y Mel. Ahora, tras 57 partidos dirigidos en Segunda y uno en Copa, el Rayo tiene un estilo inconfundible sobre el terreno de juego. Firma un 49% de triunfos en la Liga 1I2I3 y, pese a su juventud, ha sabido transmitir a sus jugadores lo que significa el Rayo Vallecano desde la primera charla. Aún no ha renovado, pero ambas partes quieren continuar. Por lo que, de cara a la 2018-19, Míchel, una de las grandes figuras de la Franja de las últimas décadas, tendrá un nuevo desafío: acomodar a su equipo en Primera. Algo con lo que no alcanzó ni a soñar cuando sus padres Benjamín y Candela le llevaban al colegio, al Raimundo Lulio, siendo un crío. Ahora, con esa misma cara de niño de entonces, sonríe. A veces la vida es incluso mejor de lo que sueñas...