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DEPORTIVO

Depor: autopsia de un fracaso

El Deportivo, mayor presupuesto de 2ªB, no pelará por ascender. La mala planificación deportiva, dos meses de horror y el cese extemporáneo de Vázquez, claves.

Richard Barral y Fernando Vidal siguiendo un entrenamiento del Deportivo.
Jesús Sancho (Sanchofoto)

“Los 102 equipos de Segunda B quieren ascender, pero el único que está obligado es el Deportivo”. “¿Y si ganas todos los encuentros de liga 6-0 y pierdes uno en el playoff, que es a partido único, y te quedas sin ascenso?, no es un sistema justo”. Estas eran algunas de las frases que circulaban en el entorno, y muy cercano, del equipo en el mes de octubre antes de iniciarse la liga. Cinco meses después ya no se hacen cuentas para regresar a Segunda porque el conjunto blanquiazul dijo adiós a la posibilidad de pelear por el ascenso este pasado domingo. Lo hará por conseguir una plaza en la Primera RFEF, algo que incluso estuvo en riesgo hace cuatro jornadas tras caer ante el Racing de Ferrol.

Parte del optimismo, o según se mire la prepotencia, tenía avales objetivos. El Deportivo es, de muy largo, el mayor presupuesto de Segunda B y en la historia del club solo se había caído antes dos veces a la tercera categoría y en ambas se había ascendido al primer año. Pero ya antes de octubre muchas voces señalaban la mala planificación deportiva diseñada, básicamente, entre el expresidente Fernando Vidal y Richard Barral. Prácticamente con barra libre en el gasto se construyó una plantilla con numerosos exjugadores de Primera, varios veteranos, casting concentrado en algunas agencias de representación, prácticamente no se tiró de la cantera, varios jugadores arrancaron la temporada muy fuera de forma y no se miró al mercado de la categoría que se iba a competir: Segunda B.

El desastre tuvo en el esperpéntico paso de Diego Rolan por el equipo su mejor ejemplo. Estaba previsto traspasarlo, no se logró y se quedó en el Depor con una ficha de un millón de euros. Se incorporó sin pretemporada, tardó más de un mes en poder jugar por no tener permiso de trabajo y en enero tuvo que ser cedido ante el enorme agujero económico que dejará pérdidas por encima de los siete millones. Y eso que la llegada del uruguayo alivió el gran problema ya detectado en el cierre de la plantilla: falta de gol y creación. Beauvue marcó en la primera jornada y se acabó; Rui Costa se marchó en enero sin estrenarse; Miku logró sus primeros goles, tres eso sí, en la penúltima jornada; el mediapunta uruguayo Nacho González, apuesta personal de Barral, no dio una asistencia ni marcó y solo ha jugado 36 minutos en la segunda vuelta.

Igual de errática fue la gestión del banquillo. Fernando Vázquez, que rozó un milagro sin precedentes en la historia de Segunda el año pasado, comenzó la liga con parte del club en su contra. Con todo, el equipo comenzó firme en los resultados, pero con el de Castrofeito muy criticado por el juego. Su primera derrota, en la jornada octava ante el Celta B en Riazor, le dejó ya sentenciado y al siguiente partido, tras caer ante el Zamora con diez bajas, fue destituido. Por si fuera poco, entre un partido y otro pasó un mes, porque se decidió mantener a Vázquez en lugar de aprovechar el largo parón de Navidad para hacer el relevo. No le dieron tiempo, lo mismo que no lo tuvo Rubén de la Barrera, que firmó cuatro días antes de visitar al Salamanca. Un mes desperdiciado con el agravante de saber que De la Barrera era un entrenador de método y no de reacción inmediata, como los hechos han terminado por demostrar.

La gran crisis invernal

Este carrusel de sucesos se tradujo en un Deportivo que ha realizado una temporada con dos fases positivas, la del principio y la del final, y otra desastrosa entre medias. El club coruñés permaneció invicto las siete primeras jornadas con Vázquez y llegó al partido ante el Celta como líder (15 puntos). Con De la Barrera ha ganado cuatro de los últimos cinco encuentros (12 puntos), los tres últimos de forma consecutiva. Entre medias, seis partidos (dos de Vázquez y cuatro de Rubén) en los que se acumularon cuatro derrotas y se sumaron solo dos puntos de los 29 finales. O lo que es lo mismo, un tercio de la temporada casi en blanco.

El consuelo del Deportivo ante este fracaso tiene dos caras positivas. Una es bien conocida: la afición. Pese a todo lo sufrido lo demostró una vez más el domingo ante el Zamora y se superan los 23.000 socios pulverizando cualquier récord histórico en Segunda B. La otra se llama Abanca. La entidad presidida por Juan Carlos Escotet, que llegó de la mano de Fernando Vidal al club y lo destituyó en febrero, es la propietaria del Depor (posee el 75% de las acciones). Sin ella, aguantar las millonarias pérdidas generadas en el último año sería imposible. El nuevo presidente, Antonio Couceiro, es el encargado de pilotar un nuevo proyecto basado en la profesionalización, la paciencia y la cantera. Rubén de la Barrera será el elegido para el banquillo en una reestructuración a la que todavía le quedan muchas salidas y entradas en el organigrama por confirmar.