Sergio coge impulso en el Leganés
El central crece en jerarquía en el eje de la defensa. Ante el Oviedo se estrenó como líbero. Con Garitano ya ha jugado tres partidos, más que en los 21 anteriores a la llegada del técnico.
Las fichas de algunos futbolistas son fotografías incompletas. Les faltan ingredientes. Español, 188 centímetros y 81 kilos de peso. Posición: defensa paciente y empecinado. Eso sería lo correcto. Pero en ocasiones lo objetivo esconde virtudes subjetivas más relevantes que lo que expresan datos fríos. Tan irrefutables son unos (los datos) como otras (las virtudes). El ejemplo de Sergio González, central del Leganés, es impecable.
Su aspecto de chaval recién salido del instituto (y eso que ya tiene 28 años) engaña al ojo humano, que percibe en él cierta endeblez alejada del canon que dicta que un central debe ser rudo, tosco, fuerte e incluso feo, que decían los antiguos. Sergio no es nada de eso y, sin embargo, se está revelando como un defensa magnífico, relanzado ahora con Garitano en el banquillo.
Del exilio a la paciencia
El domingo ante el Oviedo sumó su segunda titularidad consecutiva. Era el tercer partido que jugaba en las últimas cuatro jornadas. Un partido más que el escaso par de duelos que había disputado en Liga desde que firmó por el Leganés a principios del pasado mercado estival. Martí no contaba con él.
Lo usó en el arranque del curso, pero tras caer en Lugo en la segunda jornada, lo borró del mapa y lo exilió al banquillo o la grada. Sólo lo esgrimía en Copa, donde Sergio lució a un buen nivel en campos de barro o césped artificial. Un gol suyo, por ejemplo, clasificó al Leganés ante el Ourense. Marcó y lo celebró con juvenil algarabía, sin miraditas cruzadas al banquillo, ni gestos que indicaran malestar. Al contrario.
Actitud profesional que alcanzó su culmen ante el Sevilla. En Copa y un escenario grande, Sergio ejerció de central sobrio y supo frenar a una delantera Champions que necesitó recurrir a la prórroga para tumbar a un Segunda División. Pese a ello, siguió ocupando espacio en el anonimato de la grada en Liga.
Confianza recompensada
Era el mes de enero y Sergio pudo haber meditado salir del Leganés. Opciones tuvo, pero decidió esperar su oportunidad y siguió trabajando haciendo del día a día su mejor argumento. En éstas el banquillo cambió de dueño y donde antes solo había oscuridad, el defensa halló luz.
Ante el Tenerife, hace tres jornadas, jugó de nuevo de inicio con una actuación sobresaliente. Habían transcurrido 154 días desde su último partido de titular en Liga. En verdad parecieron 154 segundos. Como si un choque se hubiera disputado justo después del otro. Sergio comandó la zaga y tanto le gustó a Garitano, que ante el Castellón repitió y también frente al Oviedo.
En este último partido lo hizo no de central zurdo (pese a que es diestro), sino de libero. El manchón del penalti por mano involuntaria que le señaló el VAR no apaga una actuación en la que volvió a rozar una nota alta, con un 86,4% de porcentaje de pase acertados (el más alto de su equipo) y la percepción de que es capaz de comandar la defensa de un candidato al ascenso. Otra de esas virtudes que no suelen aparecer en las fichas de los futbolistas.