REAL SOCIEDAD 2-MIRANDÉS 1

El Mirandés se resiste a caer

Matheus marcó un gol, que suponía el 1-1, fundamental para la vuelta en Anduva. Ganó la Real gracias a Oyarzabal y Odegaard. Gran planteamiento de Iraola.

El meritorio Mirandés, la sorpresa de la Copa, el equipo capaz de plantar cara a los gigantes, de meterles mano en este torneo, salió vivo de Anoeta con un gol de Matheus. No solo sobrevivió, sino que por momentos fue mejor que la Real, a la que redujo como pocos rivales esta temporada. El sueño de unos y otros de alcanzar la final sigue intacto, aunque con sensaciones bien diferentes. La Real ganó, el Mirandés se agigantó. Anduva resolverá.

Los partidos históricos hay que saber digerirlos, encuadernarlos, ponerles ribetes de oro. No es fácil y no lo fue para la Real, más presionada. Ni adelantarse pronto en el marcador le libró de sobresaltos. El vigor de Portu en un balón aparentemente extraviado en el área acabó en un penalti inocente de Odei que se intuía desde que el murciano apareció en la escena. Oyarzabal marcó con calma.

La desventaja no desconcertó al Mirandés, sin embargo. El cuadro rojillo jugó con la valentía de siempre, como un funambulista que no ve el abismo mientras cabalga sobre la cuerda. Su presión alta, sello de identidad de Iraola, causó pavor en la Real, que quiere salir siempre con la pelota jugada y ha olvidado otros métodos. Mención especial merece Malsa, un mediocentro con cuerpo de maratoniano, pequeño de aspecto pero gigante de energía. Su recuperación sobre Odegaard en el gol del empate fue la confirmación de que estaba ahí para causar un importante dolor de cabeza al noruego. Matheus, buen futbolista, resolvió luego.

Pero la Real de Odegaard, la de los altibajos y los destellos, dibujó una pincelada de genialidad cuando más lo necesitaba, justo después del gol del Mirandés y antes del descanso. El horizonte se le abrió por fin a Martintxo y con espacios es otra cosa su zurda, una manguera de asistencias y goles. Fue él mismo quien puso la nata a su gran jugada para volver a adelantar a una Real que, contrariamente a otros días, marcó mucho más de lo que jugó.

Los tiempos del partido, los momentos decisivos, favorecieron al conjunto donostiarra, que ni aun así se quitó de encima la incomodidad de tener al Mirandés colgado de la chepa en cada una de sus salidas desde atrás. Hay técnico importante en Iraola, ya lo había demostrado ante otros tres conjuntos de Primera en esta Copa, y lo de Anoeta lo refuerza todavía más. Si es capaz de convertir al Mirandés en un equipo de autor, qué será capaz de hacer con más medios y más recursos.

El cortocircuito de la Real se hizo aún más notable según avanzó el partido. Lo que casi siempre es una circulación fluida de balón, con Odegaard empuñando la bandera del buen juego, se convirtió en un pastel caudaloso inofensivo para el Mirandés. Es verdad que Portu pudo hacer el 3-1 con mucho tiempo aún por delante, pero salvó bien Limones. El mal partido del conjunto local desconectó a la grada de Anoeta, que había acudido a disfrutar de una semifinal copera ante un conjunto de Segunda y acabó pidiendo la hora y dando por bueno el resultado.

Tampoco los cambios alteraron el plan de Imanol. Las entradas de Guevara y Willian José no descompusieron en nada el plan pegajoso como un chicle del Mirandés. Si algún ojeador del Barça ha visto los últimos partidos del brasileño se entiende más bien poco que sigan interesados en él. Queda la vuelta, el partido de Anduva decisivo que separará este primer acto insulso de la gran final de Sevilla. La Real ganó la batalla inicial; el Mirandés tiene ventaja a los puntos.

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