Butarque quiere ser de nuevo un fortín contra el Levante

Erase una vez un estadio chiquitito, pero con gigantescos muros imaginarios que jugueteaban traviesos en la mente de los rivales hasta volverlos locos y hacerlo una trampa recurrente. Se llamaba Butarque. Érase una vez un equipo aguerrido, de esos que nunca se rinden. Puro ADN obrero cosido al escudo del laurel. Leganés lucía en su nombre.

Suena a inicio de cuento, pero al sur de la capital se vive como pesadilla porque nada de esto se refleja en la presente temporada. Los de Pellegrino viven anclados al farolillo rojo con solo dos puntos y una retahíla de estadísticas acosando: no vencen desde hace nueve partidos y en casa suman ocho sin ganar. Con Watford (Premier) y Padeborn (Bundesliga), el Lega es el único de las grandes ligas que aún no ha vencido. La obsesión blanquiazul es revertir hoy la tendencia y marchar tranquilos al parón.

Aunque ninguno de sus miembros lo reconozca, todo lo que no sea ganar hoy sonará a fiasco y aumentará la tensión sobre la plantilla. También sobre Pellegrino, blindado desde el club, pero permeable a los vaivenes de la clasificación. El Flaco insistió ayer en que esto no era una final, quizá por restarle dramatismo a una derrota contra un enemigo incómodo desde el ascenso a la élite. En cuatro duelos directos sólo le ha vencido en una ocasión.

Bajas importantes. La última, Rubén Pérez. Recio lo suplirá. Bustinza, único capitán sano, volverá. Su brazalete un día lo lució Postigo, principal ausencia en este Levante que aún no ha puntuado en sus tres salidas y que pretende pescar en la ansiedad pepinera para prolongar la pesadilla de ese fortín llamado Butarque.