ATLÉTICO DE MADRID

"No me quería morir sin conocer el Metropolitano"

Felipe lo visitó, por primera vez, a sus 85 años. Resultó clave la intervención de un exrojiblanco: José Antonio García Calvo.

Sigue el Metropolitano viviendo primeras veces, aunque hace año y medio que comenzó su historia. La última es la de Felipe Benito Guijarro (de 85 años). Y la hace especial precisamente eso, que pensó que nunca sería. "No me quiero morir sin ver el nuevo Metropolitano", solía repetir, de hecho, Felipe, ante cualquier vecino de los apenas cien de su pueblo, Fompedraza, de Valladolid, entre Campaspero y Peñafiel. Él que conoció el viejo. Pero los 129 kilómetros a Madrid y sus problemas ya de movilidad eran demasiada distancia. Hasta que esa frase, "No me quiero morir sin conocer el nuevo Metropolitano", se la escuchó Samuel Cabrero (de 34 años). Que la hizo posible.

Porque Samuel le debe mucho a Felipe, ser del Atleti, por ejemplo. Él era un niño cuando en el pueblo iba a ver los partidos de Canal+ en el Bar Deportes de Peñafiel y Felipe le invitaba a sentarse a su lado. Para hablarle de su equipo, ya el de ambos. Como el de Nicolás, Ángel y Félix, los tres ya fallecidos, los tres del Atleti.

En la mili se hizo Felipe rojiblanco, cuando vivió en Madrid, la casa del pueblo se quemó y la familia se trasladó a Móstoles: el vermú se tomaba cerca del Calderón, para no faltar a sus partidos. Con su hijo, Adelardo, el nombre, por supuesto, le viene del veterano rojiblanco. "Cuando yo nací era capitán, emblema. Le gustaba tantísimo que me llamó como él", cuenta Adelardo Benito (de 50 años). "Muchos no sabían ni decirlo. 'Con 'd', eh' repito siempre".

Adelardo acompañó a su padre al Metropolitano hace dos domingos, ante el Levante, gracias a Samuel y otra ayuda indispensable, José Antonio García Calvo, un exjugador que, en cuanto supo, se movió: Felipe no podía morirse sin conocer el Metropolitano. El nuevo. Habló con el club del que fue jugador (2001-2006) y que llevará por siempre en el corazón, y consiguió dos entradas para ese partido, detrás del banquillo rojiblanco. "Mi padre, de la emoción, ni fue capaz de comerse el bocadillo", cuenta Adelardo. De Fompedraza viajaron con Samuel y otro amigo. Después padre e hijo entraron solos al campo. Felipe con la emoción de un niño, a sus 85 años. "Mira que en casa siempre tiene frío y allí hace, pero no se quejó para nada". Le impactó el campo. Y también el Cholo. "No paraba de moverse y le decía: 'No chilles tanto, hombre". Anécdota de esta primera vez.

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