Un punto de desesperación con el Villarreal y el VAR en apuros
Ekambi dio un punto a un Villarreal ansioso que comenzó perdiendo por un autogol de Jaume Costa. El Athletic se tiró de los pelos por la polémica aplicación del VAR.
Por las caras, los gestos, las súplicas y las protestas, podría pensarse que Villarreal y Athletic jugaban el último partido de la temporada siendo rivales directos por un objetivo inesperado. Nada más lejos de la realidad. Aunque pueda parecer mentira, aún restan por disputarse otros 54 puntos más. La ansiedad hace perder el brío y la alegría, pero también la noción del tiempo. Un gol en propia puerta de Jaume Costa dejó a sus compañeros al borde de un ataque de nervios, pero el empate de Ekambi sirvió como ansiolítico. El 1-1 llegó con polémica, porque el Athletic reclamó una mano de Iborra en la jugada anterior. La voluntariedad o no está en entredicho. Los líos continuaron después cuando Williams hizo el 1-2 casi al final y Undiano Mallenco señaló un fuera de juego por 33 centímetros que ninguna imagen del realizador nos hizo templar los ánimos. Fue el colofón a un partido marcado por la desesperación. Con el juego, con la clasificación y con el invento y las taras del VAR.
En lo estrictamente deportivo cabe destacar que el Athletic no tuvo el balón, porque con Garitano ya no lo necesita. Fue del Villarreal, que lleva tiempo sin saber qué hacer con él. Luis García recuperó de salida a Trigueros sin efecto y sentó a Chukwueze, el único de sus pupilos que desborda, para poner a un delantero como Ekambi tan abierto que no se le ve. El experimento no funcionó. El Athletic, con un juego más directo, fue el único que llegó al área en el primer tiempo. Primero avisó Ibai con un balón al palo tras una diagonal de Íñigo Martínez que se tragó Funes Mori a la espalda. La segunda aproximación acabó en gol. Fue gracias a una buena internada por la izquierda que acabó rematando contra su portería Jaume Costa. Intentó despejar con la zurda cuando la acción pedía a gritos la derecha.
Desde entonces, La Cerámica entró en pánico. Esta temporada estaba diseñada para sufrir por otros objetivos, así que todo el personal estaba atenazado. La grada, que había comenzado con mosaico, murmuraba. En el césped, Iborra perseguía sombras, Fornals iba de un lado a otro sin encontrar el balón y Gerard rezaba por los rincones para que alguien le devuelva pronto el otro delantero que le falta. Y en el fondo no le faltaba razón. Luis García se atrevió, fruto del estado crítico, aunque prescindió de él en ese plan con dos delanteros (Bacca y Ekambi). Y la cosa cambió. A los seis minutos del nuevo dibujo, casualidad o no llegó el empate.
Más allá de la polémica, en la jugada sobresalió un excelente pase de Trigueros a la izquierda, un centro preciso de Pedraza y el remate en boca de gol de Ekambi, que a esa hora ya había dejado su exilio en la banda. El Athletic suplicó una intervención del VAR y, sobre todo, una rectificación del colegiado. El tanto penalizó su único despiste defensivo (Ibai) del partido. Hasta entonces estaba dando una sensación de bloque indestructible. Poderoso por arriba; solidario y rocoso en defensa; con picante al espacio. Las urgencias del Villarreal y el obligado atrevimiento de su entrenador le neutralizaron. Lo que pasó en los últimos minutos, con ese 1-2 que pudo ser y no fue, es cosa de analistas milimétricos. El VAR, lejos de traer la paz, aviva los debates.