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FINAL LIBERTADORES | RIVER - BOCA

Jesús Paredes: “Alfredo Di Stéfano era ‘El Maestro’ para los de River y para los de Boca”

Jesús Paredes (1952, Madrid) fue pionero en cuanto a la preparación física en España y trabajó con Luis Aragonés en la Selección.

Jesús Paredes
Rafa Aparicio

¿Cómo conoció a Di Stéfano?

Yo ya había estado antes de eso en el Real Madrid con Molowny, y cuando él cogió al primer equipo, como entrenador, me subió desde el Castilla, porque tenía muy buenas referencias de mí. Fue en aquel Madrid de la época de las cinco finales perdidas...

¿Qué tenía de especial el método de Paredes?

Que era un poco novedoso, tenga en cuenta que yo soy de la cuarta promoción de INEF en España. De los diez años que estuve en el Madrid como club, tres fueron en el primer equipo y el resto entre las inferiores y el Castilla.

¿Cómo trabó amistad con ‘La Saeta’?

A raíz del roce… Aquellos dos años en el primer equipo fueron intensos. Y luego me llevó a Boca y Valencia.

¿Se lo pensó cuando le ofreció ir a Boca con él?

Para nada, entre otras cosas porque en esa época el fútbol argentino estaba muy por encima del español. Habían sido campeones del mundo y tenían muy buenos jugadores en todos los equipos. Y Maradona ya estaba en el Barcelona…

Había poco que pensar.

Aunque, eso sí, Boca estaba viviendo una crisis institucional importante en aquel momento. Habían salido muchos jugadores de la plantilla y hubo que hacer un equipo nuevo.

¿Sí?

¿Se acuerda de El Puma?

¿Del cantante? Sí, claro…

Pues él tenía a seis jugadores en aquel Boca. Tenía gran parte de un fondo de inversión o algo parecido…

¿Y eran buenos?

Hombre, de él era Graciani, por ejemplo. Fue la época en la que se habían ido dos jugadores de Boca a River, Gareca y Ruggeri, y hubo hasta una huelga por este motivo.

¿Una huelga?

Y se mantuvo hasta que River le cedió a Boca a otros dos jugadores, Olarticoechea y Tapia, que además eran muy buenos. En aquella época no se entendía eso de que se fueran al eterno rival. Y las hinchadas eso no lo perdonaban, claro. Cuando jugamos contra River en La Bombonera, a Gareca y a Ruggeri les dijeron de todo.

¿Qué tipo de cosas?

Pues cosas que no se pueden repetir aquí. De muy mal gusto.

¿Y cómo sentó en Boca que fuera entrenado por Di Stéfano, que salió de River?

Es que La Saeta, después de ser campeón con el Valencia, fue a Boca y también salió campeón. Y con River, de entrenador, también fue campeón. Así que le querían las dos hinchadas. Pero más allá de eso, le querían por lo que representaba como jugador. Era muy respetado. Pero la verdad es que en Argentina él estaba muy por encima de todo. Él era el ‘Maestro de los maestros’. Eso es lo que le decían por la calle, los de River y los de Boca, daba igual.

¿Qué se encontró usted al llegar a Buenos Aires?

Hombre, yo estuve muy protegido, porque el primer mes viví en casa de Alfredo, con su familia.

¿Seguía manteniendo su casa familiar?

Allí vivía su madre, sí. Y su hermana. Y todavía mantiene esa casa su familia.

¿Cómo era el barrio?

La calle se llama Carabobo, que en realidad es el nombre de una batalla de la Guerra de Independencia de Venezuela. Estaba cerca del campo de Huracán. Una zona de clase media-alta.

¿Y qué ambiente había en aquella casa?

La madre era increíble, una mujer válida y guapísima. ¡Y era raro ver cómo trataba a Alfredo, como si aún fuera un niño!

¿Hacían alguna comida especial?

Hacían muy bien la pasta, la elaboraban ellos mismos con unas máquinas especiales que tenían en casa.

¿Cómo se vivía allí la rivalidad entre River y Boca?

Es algo de todo un año. Los argentinos tienen un primer apellido y el segundo es el nombre de su equipo. Antonio Pérez de Boca. Fulanito de River... El segundo apellido es para decir el equipo del que son. Y Boca, como bien dicen ellos, no es un equipo es un sentimiento.

¿Qué tiene de especial trabajar allí?

Son muy pasionales. No sé por qué, además, los argentinos lo cuentan muy bien todo. Cualquier persona de la calle te explica un partido y podría ser comentarista aquí (risas). Tienen mucha capacidad analítica.

¿Qué jugadores tenían Di Stéfano y usted en aquel Boca?

Pues estaban Olarticoechea y Brown, que fueron campeones del mundo, y Tapia. Estaba el Loco Gatti, que eso era punto y aparte…

¿Por qué?

La primera vez que fui a Argentina fue a Mar del Plata, porque había un torneo que se llamaba la Copa de Oro. Y estábamos en vestuarios y veo que hay doscientas personas en el campo. ¿Y estos qué hacen? ¡Pues estaban viendo el calentamiento del Loco Gatti!

¿Viendo el calentamiento?

Porque era un tío especial, muy creativo. Hacía cosas raras, equilibrios con el balón… Era un personaje, se inventaba él los ejercicios y estaban muy bien hechos. Hacía una especie de coordinación espacial, digamos. Yo me quedé alucinado (risas).

¿Cómo era el Loco?

Pues eso, un tío que inventaba cosas. En aquella época si un balón le venía a la altura del pecho la paraba y seguía jugando. Y eso no se había visto. O los achiques que hacía en los uno contra uno, cuando se ponía de rodillas… Era muy creativo aunque estaba casi terminando su carrera, tenía treintaitantos y una rodilla fastidiada.

¿Cuántos partidos contra River jugaron?

Dos o tres… No tengo muy buen recuerdo de ellos… River tenía mejor equipo, su estrella era Francescoli. ¡Yo he sentido cómo se mueve el cemento de La Bombonera! Alfredo me decía: “¡Mirá pibe, se mueve el campo…!”. Y se notaba, sí… Ellos dicen que Boca es la mitad más uno del país. Así se sienten más que River.

¿Tienen realmente más afición?

Yo le pregunté una vez a Alfredo y tenía razón en una cosa que me decía. Cuando íbamos al interior teníamos muchos más aficionados, y era por una política que tuvo Boca unos años atrás en la que, cada vez que iba al interior, se llevaba cajas de camisetas y las repartía entre los chavales más necesitados. Y así los fidelizaba. Los niños tenían puestas las camisetas todo el año hasta que volvía Boca. Y eso lo hicieron muy bien, sí.

¿Cómo se manejaba en aquella época Di Stéfano?

Todo era muy especial con él. Recuerdo que estando allí le dio un infarto a Pedernera. Y en los medios estaban todo el día diciendo que Alfredo no había ido a verle, insinuando que no se llevaban bien después de haber coincidido en La Máquina de River. El primer día que pudo fuimos a verlo al hospital. Y pidió que el taxi entrara por la puerta de atrás. Cuando Pedernera le vio, casi se echa a llorar: “¡Alfredito, Alfredito…! Y luego una vez le preguntaron a Pedernera si fue mejor Maradona, Di Stéfano o Pelé. Y contestó: “Once Maradonas ganarían a once Pelés, pero once Alfredos ganarían a once Maradonas y a once Pelés”.

¿Se llevaba bien La Saeta con los de su época?

Iba mucho a comer también con el Pipo Rossi, el que fue de River, y éste le decía: “Alfredo, en España habéis sido grande, pero aquí en Argentina el caudillo he sido siempre yo...”.

Andaban bromeando…

Porque eran así. Contaba Molowny un partido que jugó con el Madrid contra River. Y decía que le tiró un caño a Rossi. Y que cuando iba a pasar para volver a coger el balón Rossi le trincó de sus partes nobles. Y que se le quedó mirando hasta que Rossi le dijo: “¡Pero no ves que no te aprieto!”.

¿Cómo les fue deportivamente la temporada?

Bien, bien… En esa época tenías que fallar dos años seguidos para descender. Y quedamos cuartos, pero venía Boca de un año anterior horroroso y fue un alivio alejar el peligro del descenso.

¿Y cómo se tomaron el método de trabajo de Paredes allí?

Bien, bien… Igual estaban acostumbrados a otras intensidades. Una vez les metí demasiada caña y me vino uno: “Profesor, tengo menos piernas que fotos de carnet”.

Dicen que aquel fútbol es más lento…

Pues noté que había jugadores rapidísimos. Otra cosa es que para elaborar se tuviera más control del balón. Argentinos Junior tenía un extremo, un tal Hereros, que era un rayo.

¿Cómo era Di Stéfano como entrenador?

Pues yo diría que, sobre todo, muy valiente para tomar decisiones. De otro modo no hubiera dado paso a la Quinta del Buitre. Pero es que luego, cuando estábamos en Boca, vio también a dos o tres chavales y los subió al primer equipo. A un tal Irazoqui, que jugaba muy bien. Y a mí esa facilidad me dejaba pasmado.

¿Le sorprendió alguna vez por algo en concreto?

El Loco Gatti solía decir: “Por favor, montemos un partidillo de fútbol-tenis para ver jugar al maestro”. Y con esa edad no le ganaba nadie. Remataba con la cabeza y parecía que le daba de volea con el pie. Y la pegaba de tacón… Se metía a jugar y era un espectáculo. Y se le notaban las ganas a pesar de la edad… Una vez se salió del campo, me miró, y me dijo: “No corro más por si me da un infarto, pero ganas tendría…”.

¿Y cómo ve que se juegue el partido en el Bernabéu?

Yo creo que ha sido una gran gestión del presidente Rubiales. Y con los argentinos que hay aquí es como una segunda casa para ellos. Lo veo una decisión bonita de la que tenemos que disfrutar. Yo, desde luego, pienso ir a verlo. Porque le tengo cariño a Boca y les sigo.