INSTITUTO CERVANTES | LUIS GARCÍA MONTERO
“Tiene poco sentido convertir el fútbol en enemigo de la cultura”
Luis García Montero (Granada, 1958), poeta, ensayista, profesor de Literatura en la Universidad de Granada y nuevo director del Instituto Cervantes, es también un futbolero empedernido. Siente pasión por el Granada y el Madrid y defiende la narrativa del deporte rey...
¿Cómo le ha cambiado la vida la dirección del Cervantes?
Es una responsabilidad grande. Estaba escribiendo un libro sobre Gil de Biedma y tomando notas para la revisión de una novela y, de pronto, lo primero que te cambia es el estado de ánimo y la cabeza.
¿Quién hace más por el español, el Instituto Cervantes o el Madrid y el Barça?
(Risas). Yo creo que el Cervantes... Hay que distinguir entre el español y la marca España, y ahí podemos hablar del Madrid, el Barça, el Atlético y el aceite de Jaén. El español es algo que tiene una importancia panhispánica. Nosotros, en España, somos sólo el 8% de los 600 millones de hablantes del idioma.
¿Qué tiene el fútbol para que enganche tanto en todo el mundo?
Para mí, el fútbol tiene que ver con la identidad y los movimientos sentimentales en una época en la que se estaba perdiendo el sentimiento de pertenencia. El fútbol, al final del Siglo XIX y principios del XX, surge cuando en Inglaterra y en otros países la sociedad industrial estaba cambiando este sentido de pertenencia. No es lo mismo vivir en el anonimato de la gran ciudad, entre la multitud, que la vida tradicional de una aldea donde uno se sentía identificado con lo suyo.
¿Para eso sirvió el fútbol?
Al menos para mí, el fútbol aparece contra ese fenómeno que aboca al individuo al aislamiento y a la soledad.
¿Qué tipo de aficionado al fútbol es usted, racional o irracional?
Mis amigos dicen que muy irracional, pero yo pretendo ser lo más racional posible. Yo soy un niño de provincias, y como tal tengo una doble militancia. Soy socio del Granada, porque es el equipo de mi tierra, y también del Madrid.
¿Cuál es su primer recuerdo del Granada?
Precisamente de un Granada-Madrid en el que estaba de portero merengue Betancort. Yo he vivido en primera persona aquel Granada de Aguirre Suárez y Pedro Fernández que tanto respeto imponía. El de Ñito de portero, Vicente de extremo… Hasta un año fue pichichi Porta.
¿Su padre llegó a jugar?
No, mi padre es militar, pero se aficionó al fútbol e íbamos al campo…
¿Qué le evoca aquellas visitas al viejo Los Cármenes?
Pues era un fútbol que no tenía nada que ver con el espectáculo televisivo que es ahora. Y mis recuerdos tienen que ver con la comida del domingo y de ir a las cuatro al campo con el último bocado del postre aún en la boca. Incluso recuerdo cómo se seguía la quiniela por un sistema que en realidad era publicitario, en los marcadores, donde se iban anunciando los resultados.
¿Y qué ambiente había?
Un día fui con mi padre y mi hija, que tendría tres años. En un momento determinado el árbitro se estaba portando muy mal con el Granada y mi padre, señor militar muy educado, cogió a la niña en brazos y le dijo: “¡Dile merluzo al árbitro!”. Y mi hija levantó la mano y gritó: “¡Hijo puuuuu….!” (risas). Yo pensé que la niña, más que al abuelo, se parecía al padre.
¿Y cómo se hizo del Madrid?
Mi padre era muy del Madrid y lo más razonable es ser del mismo equipo. Yo he discutido con él de política, de todo, pero nuestro punto de encuentro era el fútbol. Y cuando empecé a vivir en Madrid conseguí hacerme socio. Los domingos vamos juntos al campo el escritor Benjamín Prado y una editora de Planeta que se llama Ángeles Aguilera.
¿Cuáles son, entonces, sus primeros recuerdos del Madrid?
Son de la radio. ¡Eran narraciones tan épicas! Conseguían generar tanto heroísmo en los jugadores... Narraban hazañas individuales. Luego, ya en televisión, con gente comentando los partidos, comenzó a tomar más importancia la narración de la estrategia, de las posiciones en el campo...
¿Cuál fue su primer gran héroe en el fútbol?
Un delantero del Granada que se llamaba Lara, al cual yo veía en la calle bajarse de un deportivo rojo porque la casa de mis abuelos estaba cerca de la sede del club. Tenía novias muy guapas… Yo lo veía como una persona que significaba el éxito en la vida. Después, Porta. Entonces era entrenador del Granada Joseíto. Recuerdo que el año que fue Pichichi, cuando el técnico lo tenía en el banquillo empezaba todo el campo: “¡Porta, Porta…!”. Y cuando llevábamos media hora y no lo sacaba todos explotábamos: “¡Joseíto cabezón, Joseíto cabezón!” (risas).
¿Cómo valora la relación entre el fútbol y la literatura en España? ¿No está más desarrollada en Latinoamérica?
Es verdad, hay grandes escritores allí que se han dedicado al fútbol y aquí quizá no hay esa épica. Imagínese, cuando empezaba un Mundial, Eduardo Galeano ponía un cartel en la puerta de su casa que decía “cerrado por fútbol”. Y se pasaba el día viendo partidos. En España quien contagió su narrativa con el fútbol fue Manuel Vázquez Montalbán. Muy desde el punto de vista del Barcelona. A los otros equipos les ha faltado crear la mitología del fútbol en la narrativa. La poesía, quizá, si ha estado más presente…
¿Sí?
Hay algunos poemas memorables. Rafael Alberti era muy amigo de José María de Cossío, el filólogo y el estudioso, que tenía una casa cerca de Santander y que fue presidente del Racing. En 1928 estaba pasando unos días en Santander con Cossío y fue a ver la final de Copa entre el Barcelona y la Real. Hubieron de jugarse tres partidos para ver quién ganaba, y lo hizo el Barça con una actuación memorable de un portero húngaro, Platko. Y Rafael Alberti, al salir de aquello, del mismo modo que los poetas épicos medievales utilizaban las crónicas guerreras para hacer literatura, utilizó las crónicas deportivas y escribió un poema, Oda a Platko, que está en uno de sus libros importantes. Y unió la épica nueva de la ciudad vanguardista con el fútbol.
¿Ahí empezó todo?
Un poco sí. Pero mire, había otro niño en ese campo, que era el poeta Gabriel Celaya, muy seguidor de la Real, y cuando leyó la Oda a Platko escribió otro poema para decir que qué Platko, que aquello fue un robo, que el árbitro estuvo mal y que quien tenía que haber ganado era la Real. Y esa competencia es en realidad, a día de hoy, la salsa del fútbol...
¿Y usted?
Yo, al cumplir los 50 en 2008, escribí un libro que se llamaba Vista Cansada, en el que recordaba momentos importantes de mi vida o cosas que habían moldeado mi carácter. Y le dediqué un poema al fútbol que se llama domingos por la tarde. Y hablo de esa parte de la infancia, de la imaginación, de la educación sentimental, que se escapa de la inocencia para acompañarnos el resto de la vida. Albert Camus, que es un escritor y un pensador que a mí me interesa mucho, decía que todo lo que él sabía de ética se debía a lo que aprendió como portero de fútbol en un equipo de Argel.
¿A qué cree que se refería Camus?
Aparte de lo que es el deseo y la ilusión, y de aprender a que los sueños dialoguen con la realidad y que a veces se estrellen o a veces te salve el último minuto, yo creo que también hay una enseñanza de equipo, de convivencia, de sentirte parte de un grupo en el que es necesario ser solidario. En el fútbol hay una lección ética. Y otro de los maestros míos, el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, era aficionado hasta el punto de que cuando estaba dirigiendo a Bertolucci en Novecento se organizaban partidos entre los equipos de Novecento y Sodoma.
¿El fútbol necesita la palabra para existir?
El fútbol es deporte, pero es también relato. Al menos para el aficionado, y forma parte de la memoria. Al fin y al cabo uno va construyendo su propia crónica de la relación con su equipo. Tiene mucho de hilo narrativo.
Woody Allen decía que un partido era el guion perfecto por su final impredecible…
Bueno, y estaba repitiendo a Bertotl Brecht, que cuando estaba intentando revolucionar el teatro dijo que quería conseguir que los teatros se pareciesen a un campo de fútbol, por la participación popular. Sin sacar las cosas de quicio, creo que hay mucho que aprender en el fútbol. Y desde luego, lo que ya tiene poco sentido es esa tontería de convertir al fútbol en un enemigo de la cultura o la democracia. Que los grandes dictadores hayan utilizado el fútbol habla de lo malos que son los dictadores, por supuesto, pero habla más de la fuerza del fútbol.
¿Hay que superar eso?
Después de ver cómo Miguel Hernández ha escrito un poema sobre el portero del Orihuela o Alberti sobre Platko, o después de leer los textos de Galeano, Benedetti o Vázquez Montalbán, mantener una guerra entre el fútbol y la cultura me parece fuera de tono. Lo que sí es verdad es que tanto la cultura como el fútbol pueden manejarse de una manera u otra, y pueden invitar a la irracionalidad o a otro tipo de relación épica con el mundo.
¿En el fútbol hay héroes y antihéroes?
Claro, y se suceden de manera vertiginosa. De pronto hay un portero que es un héroe, el símbolo de un equipo, y un entrenador se lo carga, le quita la autoestima y a los cinco minutos ese portero es el enemigo...
¿Habla de Casillas?
Y de lo mal que se portó Mourinho con él.
¿Es Mourinho el antihéroe?
Yo como madridista valoro mucho la gente que genera simpatía hacia mi equipo. Cuando de pronto vemos a un tipo que en nombre del Madrid llega a Málaga y ofende a los malagueños o que en una conferencia de prensa insulta a los periodistas, que son los que van a crear el relato de tu equipo, o que de pronto se empeña, por soberbia, en quitarle a un portero la baza más importante que tiene, que es la seguridad en sí mismo, entonces para mí es el antihéroe.
¿Messi es poesía?
Es sin duda el mejor jugador del mundo. Tiene un fútbol de clase y no atlético, y con el paso del tiempo ha reactualizado su juego. Me gusta más que Maradona. Hablando de héroes y antihéroes, Messi es una maravilla, pero no le sale un buen Mundial y empiezas a ver a la gente decir barbaridades de él aunque antes dijeran que era dios.
¿Querría a Neymar en el Madrid?
Es muy teatrero y eso implica falta de respeto al rival, pero es un jugadorazo, eso está claro… A ver si el Madrid ficha un delantero, ¿no?
¿Lo necesita?
He escuchado a Lopetegui decir que está muy feliz con lo que tiene, y he entendido que eso significa que está pidiendo por debajo a ver si le fichan algo… Algún delantero necesitamos, o eso pienso yo.
Su amigo Juan Cruz le recomienda a Cristiano como delegado del Cervantes en Turín…
Que no tenemos sede en Turín (risas).
¿Le dolió que se fuera?
No, no… Ha cumplido una época muy importante en el Madrid y si estaba incómodo y teniendo un comportamiento muy soberbio con los compañeros en el vestuario…
¿Lo cree?
El numerito del día que se ganó en Kiev despidiéndose de la afición por la rabieta de un haber hecho un buen partido simboliza también una trayectoria donde parece que el vestuario estaba a su servicio dentro y en el campo. Jugadores con la consigna de pasarle el balón aunque tuvieran otras alternativas. Por la edad que tiene me parece que era un buen momento para traspasarlo.
¿Intuye las razones de la salida de Zidane?
No exactamente. Por una parte su trayectoria ha sido muy notable. Ha sabido componer las relaciones internas del vestuario, cosa difícil donde hay esa acumulación de egos. Supongo que sería algún malestar interno que complicaba esas relaciones. Pero, para mí, sigue teniendo la puerta del Madrid abierta.