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CAFÉ, COPA Y FÚTBOL

Pablo Heras-Casado: “Le pondría al fútbol una orquesta tremenda y un compositor ruso cañero”

Pablo Heras-Casado es el último gran prodigio de la música española. Alterna la dirección de las mejores filarmónicas con proyectos solidarios.

Pablo Heras-Casado: “Le pondría al fútbol una orquesta tremenda y un compositor ruso cañero”
Chema Díaz

—Peridis hizo una viñeta con Iniesta tocando el violín. ¿Es el instrumento de los virtuosos?

—Es el más noble y el que más figura. El que brilla y lleva la voz cantante. No es el que organiza pero sí el que tiene más responsabilidad. Pero en una orquesta como en un equipo de fútbol, todos son importantes.

—Cuando un portero fallaba se decía que estaba tocando el violón.

—El violón es un instrumento del siglo XVII. Hoy en día no existe. Se dice de alguien que está distraído.

—¿Dirigir la filarmónica de Viena o Berlín es como llevar al Madrid o al Barça?

—Totalmente. Son las orquestas estrella. Es estar con los mejores y lo que haces tiene resonancia a nivel mundial. Todo lo que pase ahí se analiza con lupa, se critica o se ensalza. Con esas orquestas realmente te la juegas.

—¿El director de orquesta es como un entrenador?

—Sin duda, al final los dos son los que diseñan la estrategia y el estilo, los que determinan si el equipo va a ser más agresivo o más conservador. Los que juegan son los músicos y cada remate y cada jugada es de ellos. El director de orquesta no suena y el entrenador no le da al balón, pero los dos son definitivos para que la cosa funcione. Es un símil muy acertado.

—Los técnicos dicen que no hay nada comparable a jugar. El director de orquesta, ¿siente lo mismo que el músico?

—Sí, porque nosotros también salimos al escenario y tenemos los resortes para dirigir ese equipo con nuestras manos, tomando decisiones al momento. Como si en un partido de fútbol pudiéramos con nuestras manos manejar un poco al jugador y empujarle o retenerle. El director tiene esa posibilidad y por eso tu trabajo es muy emocionante porque formas parte del partido desde dentro. Estamos en el terreno de juego.

—¿Cómo conquista a una orquesta ya formada?

—Tengo que ganarme a ese equipo, liderarlo y llevarlo a donde yo quiero. La primera media hora es crucial. Ahí es donde los músicos deciden si te respetan o no. Te ponen a prueba. Si además tienes quince o veinte años menos que la media, es todavía más complicado. Tienes que tener las ideas muy claras. El músico, como un futbolista que tenga muchas finales en sus botas, sabe de qué va el director. Si intentas ir por el lado equivocado te van a calar enseguida y te van a crujir. Humildad y respeto, escuchando, conociendo su rutina. Estamos hablando de gente valiosa y tienes que construir con ellos.

—Usted no utiliza la batuta. ¿Por algo?

—La batuta no es necesaria. Yo empecé sin batuta y estuve muchos años dirigiendo así. Nunca me sentí cómodo. La batuta es un instrumento para extender el gesto y que nuestras indicaciones sean claras. Personalmente, teniendo la mano abierta, tengo más posibilidades de dar matices que si tengo que estar agarrando algo.

—Una orquesta como un campo de fútbol. ¿Cómo se distribuyen los instrumentos?

—Los agudos son los que llevan la melodía, sobre todo violines. El violín primero es el delantero centro y hay un violín segundo que está un poco a la zaga aunque también puede marcar un gol. Luego están los contrabajos, los violonchelos, que son los que dan la base al equipo, la armonía, los que empujan desde atrás, los que aguantan todo, digamos que son los centrocampistas; la percusión es la que marca el ritmo y le da el perfil último y podría ser el portero. Y luego las voces intermedias que ayudan a cohesionar, que son las violas que siempre se les considera menos importantes porque nunca han llegado a ser delanteros. Ahí está también la segunda flauta, el segundo oboe que son muy importantes para crear la armonía. Luego está el solista que viene como invitado. Tiene una parte principal pero también tiene que integrarse en la orquesta, hacer equipo.

—El solista, ¿es como si el Atleti pudiera invitar a Messi a jugar en la final de la Champions?

—Exacto. Sería un solista que llega a una orquesta, pero que por mucho que brille tendría que integrarse en el sistema.

—Media entrevista y no sabemos todavía de qué equipo es.

—Ando siempre de aquí para allá y tengo poco tiempo para ver fútbol porque además los horarios son muy complicados. Por afinidad familiar estoy muy cerca del Real Madrid. Pero desde que subió a Primera soy más que nunca del Granada porque me gusta hacer patria.

—¿Ha jugado al fútbol?

—Sí, llegué a jugar federado como lateral derecho con la Unión Deportiva Zaidín que es un barrio popular de Granada donde está el nuevo estadio de los Cármenes. También practiqué mucho ciclismo. Salía a entrenar con trece años y un día normal hacíamos ochenta kilómetros. Se me daba bien. La música la integré en mi vida sin problemas.

—¿Qué música le metería a un partido de fútbol?

—Metería una orquesta tremenda con una música muy potente, música del ruso Shostakóvich, que es un compositor orquestal muy potente del siglo veinte, Prokófiev, también muy cañero, o Gustav Mahler.

—¿El director se desgasta como un deportista durante el concierto?

—Si yo me pesara como hacen los pilotos de Fórmula 1 antes y después de un concierto seguramente se apreciará que he perdido entre tres o cuatro kilos. No ponga esa cara. Coges mi chaqueta y salen chorros de sudor. Tienes que estar en muy buenas condiciones físicas. Una ópera de Wagner, por ejemplo, supone un esfuerzo tremendo. Después de un concierto, la adrenalina me impide dormir hasta las seis de la mañana. Le diré que, cuando termino el concierto, salgo del escenario y los ayudantes me esperan con una cerveza fresca que sabe como la primera de tu vida. Esa cerveza está casi por contrato.

—Un entrenador puede rectificar con un cambio. ¿Cómo rectifica usted?

—Tengo tácticas. Hay ciertos músicos que son muy protagonistas y tienes que animarles de tú a tú con un gesto o conversaciones previas. A otros tienes que presionarles más y machacarles un poco. Tienes que usar toda la estrategia. Durante el concierto ante los pequeños fallos o errores si te dejas influenciar te hundes. Tienes que pasar del error y seguir adelante y enderezar. Nunca perderte.

—¿Hay espectadores un poco hooligans en su mundo?

—Sobre todo en la ópera. Hay mucho hooligan de determinado tenor o soprano que se conocen todas las grabaciones y van a ver a otros para comparar y ver dónde fallan. El extremo es en la Scala de Milán, donde si yo soy el divo, hay un pequeño grupo, los eloggisti, que te llegan a pedir dinero con la amenaza de hundirte. Es una pequeña mafia.

—¿Cuál es el público más duro?

—Duro el italiano y el español en Ópera. El Teatro Real tiene un público muy entendido y muy exigente. A mí me gusta ese público. Es como jugar en San Siro, Old Trafford o el Bernabéu. Sales al Real y estás en Madrid y eso es una responsabilidad muy grande.

—En breve debuta en el Bernabéu.

—Es un escenario importantísimo para mí. Va a ser mi primera vez en el estadio, porque no he estado ni de visita y eso que me han invitado unas cuantas veces. Voy a entrar por la puerta grande y además para un homenaje a Placido Domingo. Es verdad que un estadio no tiene acústica porque no está diseñado para eso, pero son ocasiones muy especiales. Lo importante es que la Ópera salga a la calle. Es lo mismo que pasó con la historia de ‘los tres tenores’, que se hizo un fenómeno global. Siempre hay puristas a los que no les gusta, pero abrir un estadio y enseñar Ópera o música clásica es cojonudo. Todas las orquestas americanas han ido a Central Park y se crea una acústica artificial con altavoces, porque para eso tenemos los medios. Acercar a uno de los grandes tenores de la historia a un público futbolístico está muy bien unido.

—La música clásica siempre estará unida al fútbol por el himno de la Champions.

—Compositores grandes como Bach, Beethoven o Handel, crearon músicas tan bien hechas y tan potentes que han pasado trescientos años y todavía funcionan. La de la Champions es un oratorio de Handel y tiene narices que una música barroca pueda emocionar a hinchas de equipos de todo el mundo. Es arte grande. Si Handel viera un estadio con cincuenta mil espectadores escuchando su música no daría crédito.

—¿Quién ha sido el tenor más grande?

—Plácido Domingo. Por encima de todos y no es que lo diga yo. Todos nombran a Plácido como el tenor más grande de la historia y por derecho propio. Nadie ha cantado tantos papeles, ha sido tan flexible y ha dominado el repertorio alemán, italiano y francés. Ha sido mánager, ha dirigido, es un fenómeno.

—Tiene usted una faceta solidaria realmente destacada.

—Soy embajador de Ayuda en Acción y ahora celebramos en el Real la segunda edición del concierto solidario. Es mi cita más importante del año. Lo hacemos para combatir la pobreza infantil en España porque, aunque parezca mentira, un tercio de los niños de nuestro país está en riesgo de exclusión social y pobreza. A través de la música tengo la capacidad de participar en ello de una forma material porque la recaudación se destina íntegramente a los niños. Hay 16.000 niños que se están beneficiando.

—Siendo una figura mundial, aquí permanece en el anonimato. ¿Cómo lo lleva?

—No necesito eso. Sólo me interesa la fama para darle a la música clásica un prestigio social que no tiene. Hay que acabar con el cliché de que la música clásica es para una élite. Ha habido gente que lo ha fomentado y eso es contraproducente y no beneficia a nadie. Todos queremos que se aprecie y se valore. Handel era el Alejandro Sanz de su época y hacía música para todo el mundo. No para cierto sector. El Teatro Real lo está haciendo muy bien porque se está abriendo al mundo. Hay que venderse mejor. Al Real se entra por menos dinero que en el fútbol. Por 40 euros encuentras una entrada cojonuda.