Recuerdos del primer partido en Cardiff
Gary Bell: “Seguro que Amancio se acuerda muy bien de mí”
“La primera vez que Amancio tocó el balón fui al suelo fuerte, hice una gran entrada y le robé la pelota. Eso le intimidó para el resto del partido y yo me motivé”.
—¿Tenían buen equipo?
—Un equipazo. El capitán era Don Murray, un mítico defensa. Estaba Ian Gibson, que era un hombre de mucha calidad. Algún internacional como Bobby Woodruff o Leighton Phillips y por supuesto a Brian Clarke, que jugó en lugar de Alan Warboys, que había venido hacía poco del Sheffield, pero que aún no tenía los tres meses en el equipo necesarios para jugar en Europa. Era una norma. Y mire, pasó a la historia por marcar.
—¿Qué ambiente había?
—Desde el sorteo todo el mundo hablaba del partido y la gente se pegaba por una entrada. Todos querían ver al gran Real Madrid. La semana antes fue una locura colectiva. La entrada oficial era de 45.000 personas, pero allí había más de 60.000. Según iban pasando los días la tensión y los nervios iban creciendo. Pudimos ganar 3-0. Dominamos aquel partido.
—¿Qué jugadores del Madrid le impresionaron más?
—Pirri, el número 4. Y Velázquez, un creador con clase aunque un poco parado. A mí me tocó marcar a Amancio, que era un extremo derecho increíble.
—¿Cómo era marcarle?
—No tenía nada de información sobre él. No había vídeos. Nunca le vi jugar. Sólo sabía su nombre y que jugaba en la Selección, pero seguro que él se acuerda bien de mí ahora (risas).
—¿Por qué se acordará?
—Fui muy duro con él. Le hice varias entradas fuertes, pero nobles. Afortunadamente, la primera vez que Amancio tocó el balón fui al suelo fuerte, hice una gran entrada y le robé la pelota. Eso le intimidó para el resto del partido y yo me motivé.
—¿Qué recuerda de su llegada a Madrid para la vuelta?
—Llegamos en avión, nos quedamos en un hotel en las afueras y entrenamos en el Bernabéu. Era un estadio colosal. Enorme. Nunca habíamos visto algo así. Nos sentíamos miniaturas y pensábamos en lo que nos esperaría al día siguiente. Hicimos un juego duro. Fue al contrario que en Cardiff. Nosotros atrás y el Madrid con el balón. En el descanso fuimos 0-0 y sin sensación de no ser inferiores. Pero no pudimos aguantar.
—¿Tiene alguna anécdota?
—El Madrid tuvo un detalle. Nos dieron a cada uno un reloj de oro. Yo aún lo conservo, claro. Entonces los jugadores no intercambiábamos las camisetas. Uno de nuestra expedición preguntó educadamente a un representante del Madrid si nos podían dar una de recuerdo. ¡Y nos las dieron! A mí me tocó la de Pirri con el cuatro. Ahora la tiene mi nieto.
—Dígame, ¿coincidió con John Charles en el Cardiff?
—Él estaba cuando yo fiché en 1966, sí, aunque llegaba al final de su carrera. Era magnífico, genial. ¡El Gigante Bueno! Una gran persona. Cuando llegué el equipo estaba lleno de jóvenes de 17 o 18 años y había hombres consagrados, John Charles y Colin Baker. Nunca olvidaré cuando fuimos a jugar a Caerau. John dijo: “Vamos a salir a mirar el césped”. Era noviembre. Se puede imaginar cómo estaba aquello. Una capa de barro, lloviendo... Entonces John se nos quedó mirando y me dijo: “Del césped del Bernabéu y San Siro a Caerau”. Todos se echaron a reír. Ese partido lo jugó de central y yo de extremo izquierdo. Llegó un pelotazo alto, él no dejó que llegara al portero, lo paró con el pecho y gritó: “¡Gary Bell este balón es tuyo! Dio un zambombazo de 70 metros que me vino directo al pie. Nunca lo olvidaré. Era primera vez que jugaba con él.
—Entiendo...
—Toshack y él también coincidieron. Después del entrenamiento Toshack decía a Charles: “¿Te importaría que nos quedáramos una hora esta tarde para enseñarme como se cabecea?”. “No hay problema”, decía. “Cógete a dos jóvenes para que manden centros desde las dos bandas”. Me solían llevar a mí...
—¿Y qué consejos le daba?
—Pues uno que le sirvió mucho. Que cuando viera al extremo llegar para centrar aguantase la posición todo lo posible por detrás del central para de esa manera llegar al momento del remate con más inercia, en carrera, para saltar más.