Sobre las leyendas y el presente

La generación de mi padre se dolió del autogol de Vallana en el 28 y del doble tremendo partido contra Italia en el Mundial del 34. Y aún les quedó tiempo para asombrarse con la exhibición del 49 en Chamartín (1-3) cuando la 'azurra' estaba compuesta casi íntegramente por el Torino que poco después se estrellaría en Superga. Mi generación les vio ganar bonitamente el Mundial de España, en el que dimos una vez más la cantada. La generación siguiente tiene clavada la cara sangrante de Luis Enrique, remate a aquella tarde de la cantada de Julio Salinas y el gol de Baggio al indeciso Zubizarreta.

De ahí vienen estos tembleques de hoy. Y de los cuatro mundiales que tiene Italia. Y de esa seguridad que muestran en sí mismos, una seguridad que no es arrogancia, sino convicción. Parece que jueguen sabiendo que van a ganar, que en algo te vas a equivocar tú y que sabrán sacar partido de ello. Porque ellos saben. Aquel país tan artista, tan deliciosamente anárquico, ha escogido curiosamente el fútbol para ponerse serio. Y lo toman muy a pecho y lo estudian, lo desarrollan hasta el fondo en lo físico y en lo táctico, y eso les da ese plus que les hace tan diferentes a otros. A nosotros, por ejemplo.

Y además tienen a Buffon y a Toni. Todo eso nos hace ser temerosos hoy, ¿por qué negarlo? Pero ¿y nuestros jugadores? Varios de ellos ya ganaron a varios de los rivales de hoy en los Juegos de Sidney. Y los dos equipos, casi tal y como formarán hoy, se enfrentaron hace poco y ganó España. Amistoso, sí, pero los dos querían ganar. Esta selección lleva 17 victorias y 2 empates en 19 partidos. No saben del gol de Vallana, ni de lo del 34, ni de Carapellese, y se han echado a la espalda lo de Luis Enrique. Saben que saben jugar al fútbol divinamente. Y que Italia sólo es un rival serio. Otro más al que deben ganar.

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