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Las dos extrañas 'supertierras' que estudiará la NASA a años luz de nuestro planeta

Los exoplanetas 55 Cancri e y LHS 3844 b permitirán conocer nuevos detalles de la evolución de los planetas rocosos. Se estudiarán con el telescopio James Webb.

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Las dos extrañas 'supertierras' que estudiará la NASA a años luz de nuestro planeta
NASA, ESA, CSA, Dani Player (STScI)

El telescopio espacial James Webb fue lanzado al espacio a finales del pasado año 2021. Con una tecnología superior a la de su predecesor, el Hubble, aspira a llegar más lejos que este y aportar datos relevantes y desconocidos sobre el mundo y sus orígenes. Después de seis meses de viaje por el espacio, en los que ya ido registrando sus primeros destellos de luz, ya está listo para objetivos más ambiciosos.

Entre ellos, la exploración de dos extrañas supertierras, unos mundos rocosos más grandes que nuestro planeta. La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), a través de un comunicado, anunció el próximo estudio de estos mundos "a 50 años luz de distancia". Al tratase de planetas rocosos son más complicados de identificar que si fueran gigantes gaseosos, debido al tenue brillo de estos planetas más pequeños junto a una estrella. No obstante, con la tecnología del James Webb será posible.

Se trata de dos exoplanetas (planetas que no pertenecen a nuestro sistema solar) conocidos como 55 Cancri e y LHS 3844 b. El primero de ellos está cubierto de lava, mientras que el segundo no tiene atmósfera. Ambos son, evidentemente, inhabitables, pero su estudio permitirá conocer con mayor precisión la "diversidad geológica de los planetas en toda la galaxia y cómo evolucionan los planetas rocosos como la Tierra", explica la NASA.

Planeta Cancri 55 e: temperaturas extremas

Calificado por la administración estadounidense como una tierra "supercaliente", este planeta orbita a una distancia inferior a los 2,5 millones de kilómetros de su estrella similar a nuestro sol (25 veces menos que la distancia entre Mercurio y el Sol), y completa una órbita en apenas 18 horas, cuando la Tierra lo hace en 365,25 días. Las temperaturas superficiales están muy por encima del punto de fusión de los minerales que componen las rocas, y se cree que el lado diurno está cubierto por océanos de lava.

Sin embargo, hay un detalle que no ha pasado por alto para los científicos de la NASA. Se teoría indica que estos planetas que orbitan tan cerca de su estrella tengan acoplamiento de marea o, lo que es lo mismo, una rotación bloqueada por el efecto de la gravedad. Así, un lado del planeta se mantiene en todo momento mirando hacia la estrella, convirtiéndose en la parte más caliente (con una media de temperatura de 1.700°C), mientras que la opuesta se encuentra en una noche perpetua. "Pero este no parece ser el caso", indica la NASA. De acuerdo con los datos del telescopio Spitzer, la región más caliente del planeta está desplazada de la parte que mira a la estrella y la cantidad de calor en el lado diurno varía.

Comparativa entre la Tierra, LHS 3844 b, 55 Cancri e y Neptuno

Dos explicaciones al calor de Cancri 55 e

La primera explicación, de acuerdo con los expertos de la NASA, es que tenga una atmósfera dinámica que mueve el calor. "55 Cancri e podría tener una atmósfera densa dominada por oxígeno o nitrógeno", indica Renyu Hu, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. "Si tiene una atmósfera, Webb tiene la sensibilidad y el rango de longitud de onda para detectarlo y determinar de qué está hecha".

La otra posibilidad es que el exoplaneta no tenga acoplamiento de mareas y, como Mercurio, gire sobre sí mismo tres veces cada dos órbitas. En dicho caso, indica la agencia espacial, tendría un ciclo día-noche. "Eso podría explicar por qué se desplaza la parte más caliente del planeta", apunta Alexis Brandeker, investigador de la Universidad de Estocolmo. "El momento más caluroso del día sería por la tarde".

Sobre esta opción, se pretende medir el calor emitido por el lado iluminado durante cuatro órbitas. Si contara con una resonancia de 3:2, observarían cada hemisferio dos veces y podrían detectar posibles diferencias. "En este supuesto, la superficie se calentaría, se derretiría e incluso se vaporizaría durante el día, formando una atmósfera muy delgada que el Webb podría detectar", indica la NASA. Al caer la noche, el vapor se enfriaría, y se condensaría para formar gotas de lava, que caerían sobre la superficie y se volverían a solidificar por la noche.

LHS 3844 b, un planeta no tan caliente

En su caso, este exoplaneta aportará una gran oportunidad para analizar la roca sólida en su superficie. Como el anterior, orbita muy cerca de su estrella y completa el giro en apenas 11 horas. Pero, al ser su estrella muy pequeña y fría, no está lo suficientemente caliente para que la superficie se derrita. Además, los datos que aporta el Spitzer revelan que es poco probable la existencia de una atmósfera sustancial.

Aunque no será posible obtener imágenes de su superficie directamente, sí se podrá estudiar con espectroscopia. "Resulta que diferentes tipos de roca tienen espectros diferentes", indica Laura Kreidberg, del Instituto Max Planck de Astronomía. Para captar el espectro utilizarán el Instrumento de infrarrojo medio (MIRI) y lo compararán con los de otras rocas, como el del basalto o el granito. Con ello podrán identificar su composición.