Los factores que determinan tener más o menos efectos secundarios con la vacuna
Las mujeres y los jóvenes notifican más reacciones adversas a los fármacos contra la COVID-19 debido a las hormonas y al sistema inmune, entre otros aspectos.
Igual que el coronavirus afecta a las personas de manera diferente en función de una serie de factores, las vacunas que usamos para combatirlo también generan diversas reacciones en aquellos que las reciben. Un estudio publicado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) a finales de febrero reveló que el 79,1% de las reacciones adversas notificadas provenía de mujeres, aunque solo el 61,2% de vacunas se había administrado en este sector de la ciudadanía en Estados Unidos. Además, la mayoría de reacciones alérgicas raras también se produjo entre mujeres. Concretamente, las 19 personas que habían experimentado tal reacción a la vacuna Moderna eran mujeres, como también lo eran las 44 de las 47 personas que habían tenido estas reacciones a la vacuna Pfizer.
Este dato no ha pillado por sorpresa a los expertos, pues otras vacunas han demostrado lo mismo. “No me sorprende en absoluto. Esta diferencia de sexo es completamente consistente con informes anteriores de otras vacunas”, asegura en The New York Times Sabra Klein, microbióloga e inmunóloga de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg. Un estudio de 2013 reveló que cuatro veces más mujeres que hombres entre las edades de 20 y 59 años notificaron reacciones alérgicas después de vacunarse contra la influenza pandémica de 2009. Otro informe encontró que, entre 1990 y 2016, las mujeres representaron el 80% de todas las reacciones anafilácticas a las vacunas en adultos.
Por su parte, una investigación publicada el pasado 4 de marzo aseguraba que los jóvenes tienen más posibilidades de desarrollar efectos secundarios que las personas mayores de 55 o 65 años ante las vacunas de Moderna, Pfizer/BioNTech y AstraZeneca/Oxford. “La naturaleza de los presuntos efectos secundarios notificados es muy similar en todos los grupos de edad, aunque, como se observó en los ensayos clínicos y como suele ocurrir con otras vacunas, es posible que se notifiquen con mayor frecuencia en adultos más jóvenes”, explicó en un comunicado la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA). También el New England Medical Journal reflejó una mayor frecuencia en los jóvenes: el dolor de cabeza sube del 39% al 52% y la fiebre del 11% al 16% en los menores de 55 años.
Sin embargo, los jóvenes y las mujeres no deben preocuparse más que el resto de la población, ya que los expertos afirman que los síntomas suelen ser leves o moderados y desaparecen a los pocos días, con lo que los fármacos son seguros. Además, presentar estas reacciones físicas pueden ser una señal de que la vacuna “está generando una respuesta inmune muy sólida y, como resultado, probablemente estará protegido”, sostiene Klein. Pero, ¿por qué estos grupos experimentan mayores reacciones adversas?
Hormonas reproductivas
Uno de los principales factores que pueden explicar esta diferencia es la biología. En comparación con sus homólogos masculinos, las mujeres y las niñas producen más anticuerpos que combaten infecciones en respuesta a las vacunas contra la influenza, MMR, fiebre amarilla, rabia y hepatitis A y B. También suelen aumentar las respuestas más fuertes de las células T, apunta Julianne Gee, oficial médica de la Oficina de Seguridad de las Inmunizaciones de los CDC. Estas diferencias suelen afianzarse entre los adultos más jóvenes, lo que “sugiere un efecto biológico, posiblemente asociado con las hormonas reproductivas”.
Las hormonas sexuales, como el estrógeno, la progesterona y la testosterona, pueden unirse a la superficie de las células inmunitarias e influir en su funcionamiento. La exposición al estrógeno hace que las células inmunitarias produzcan más anticuerpos en respuesta a la vacuna contra la gripe, mientras que la testosterona “es maravillosamente inmunosupresora”, afirma Klein, porque suprime la producción corporal de sustancias químicas inmunitarias conocidas como citocinas, entre otras acciones. Por eso, la vacuna contra la gripe tiende a proteger menos a los hombres con mucha testosterona que a los que tienen menos hormonas sexuales.
Diferente reacción del sistema inmune
Las diferencias genéticas entre hombres y mujeres también pueden influir en la inmunidad que se genera. Muchos genes relacionados con el sistema inmunológico se encuentran en el cromosoma X, del cual las mujeres tienen dos copias, mientras que los hombres solo una. Durante mucho tiempo, los inmunólogos pensaron que solo un cromosoma X en las mujeres estaba encendido y que el otro estaba inactivo. Pero se ha descubierto que el 15% de los genes escapan a esta inactivación. Esto explicaría la razón por la que el 80% de las enfermedades autoinmunes afectan a las mujeres. “Las mujeres tenemos una mayor inmunidad, ya sea contra nosotras mismas, contra un antígeno de una vacuna o contra un virus”, especifica Klein.
El tamaño de la dosis de la vacuna también puede desempeñar un papel relevante. Los estudios han comprobado que las mujeres absorben y metabolizan los medicamentos de manera diferente a los hombres y suelen necesitar dosis más bajas para obtener el mismo efecto.
Respecto a las reacciones de los jóvenes a las vacunas, suele porque su sistema inmunitario es “mucho más reactivo”, según explica Carmen Álvarez-Domínguez, inmunóloga y profesora de la Universidad Europea de Valencia, a El Independiente. “Los mayores tienen lo que se llama inmunosenescencia, un sistema inmunitario que con la edad va funcionando algo menos y por tanto no responde a la vacuna de la misma forma”, concluye. También pueden influir otro factor: “Las reacciones son una respuesta inflamatoria a un antígeno y las personas mayores han visto ya muchos antígenos, tienen una memoria inmune más amplia y eso también puede hacer que no se reaccione con tanta frecuencia”.
Respuesta conductual
Por último, Rosemary Morgan, investigadora de salud internacional de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg señala que otro de los factores que podrían determinar esta diferencia es que las mujeres son más propensas que los hombres a notificar los efectos secundarios, incluso cuando los síntomas son los mismos. No hay evidencias científicas al respecto, pero los hombres acuden menos al médico cuando están enfermos, por lo que también es probable que informen menos de efectos secundarios, dijo.
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