CORONAVRUS

La nueva batalla contra el coronavirus se libra en la nariz

A pesar de que existen estudios que indican que las actuales vacunas podrían frenar la transmisión, la ciencia se centra en la principal puerta de entrada del SARS-CoV-2 para bloquearlo y contenerlo.

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covid-19, salud, enfermedades
MICHAL CIZEK AFP

A estas alturas, ha quedado meridianamente claro que el SARS-CoV-2, una vez se instala en organismo, puede desencadenar una respuesta fatal a causa de la temida tormenta de citoquinas, una respuesta inmune e inflamatoria aberrante que es responsable del rápido deterioro de muchos pacientes con COVID-19.

Pero mucho antes de que el virus libre esa batalla más o menos definitiva en el seno del cuerpo humano, debe primero encontrar la forma de introducirse. Y es precisamente en la principal puerta de entrada, en la nariz, hacia donde se están encaminando los esfuerzos de la ciencia en los últimos tiempos.

El motivo no es otro que la incertidumbre en relación a si las vacunas, además de una eficacia contra la infección documentada y sus diferentes ramificaciones -reducción del número de hospitalizaciones, casos graves y muertes- poseen la capacidad de evitar la trasmisión.

Un reciente estudio publicado en ‘The New England Journal of Medicine’, centrado en la campaña de vacunación en Israel, con el remedio de Pfizer, recogía una eficacia del 92% contra la posibilidad de ser infectado. Un dato crucial ya que, si se confirma, podría indicar que las personas vacunadas ya no podrán transmitir el virus. De igual forma, diversas fuentes apuntan a que tanto la vacuna de Janssen como la de Moderna podrían ofrecer resultados similares, pero no es algo que pueda constatarse con claridad a estas alturas.

Fármacos y vacunas aspirables

De ahí que la ciencia esté trabajando a marchas forzadas para desarrollar fármacos antivirales y vacunas aspirables (espray nasal) que podrían evitar la infección y la trasmisión al mismo tiempo. Un enfoque nada descabellado en el caso de los virus respiratorios ya que la lógica invita a generar inmunidad en el primer punto de contacto del patógeno con el cuerpo, que se produce en la mucosa que recubre la nariz, la boca y el resto de las vías respiratorias.

En este sentido, como relata un interesante artículo de El País, ya existen cuatro ensayos clínicos que se encuentran en las primeras fases de prueba en humanos, y varios en modelos animales, que son prometedores, aunque está por ver si alguna de estas soluciones llega al mercado antes de que concluya la actual pandemia.

En cualquier caso, si como parece el SARS-CoV-2 ha llegado para quedarse y va a ser necesario acudir a dosis de recuerdo o a nuevas inmunizaciones, tiene mucho sentido seguir explorando esta vía de investigación, que puede resultar muy útil a medio o largo plazo. Evitar el contagio y cortar de raíz las cadenas de transmisión bien lo merece.