El uso de pesticidas, los cultivos transgénicos, las plagas, especies depredadoras como la avispa asiática, la agricultura intensiva, el cambio climático o la restricción de los hábitats naturales, están detrás de la preocupante reducción de abejas, de las que existen más de 20.000 especies, y otros polinizadores. Un fenómeno que de no revertirse puede provocar graves consecuencias ambientales, sociales y económica. Y en última instancia, una amenaza real para el actual modelo de civilización.

“Sin abejas no hay polinización por lo que no hay plantas, sin plantas desaparecen especies animales que se alimentan de esa flora, después se extinguen los animales que se alimentan de esos animales y sin animales terminaría por desaparecer el último eslabón que es el ser humano. Ese es precisamente el temido efecto dominó”, alerta Marta Saloña, entomóloga y docente del departamento de Zoología y Biología Celular Animal de la UPV/EHU.

Y no es un tema baladí. Más del 75 % de los cultivos que alimentan el mundo dependen de alguna forma de la polinización de insectos y otros animales, por lo que su ausencia, según denuncia la FAO, podría acabar con productos como el café, las manzanas, las almendras, los tomates o el cacao, entre otros, que más allá de su importancia en el ámbito de la alimentación, suponen el sustento de millones de personas en el mundo.

De ahí que la reducción de especies polinizadores constituya además un grave problema social y económico: el valor global de esos productos en el mercado está en alza y supera los 200.000 millones de dólares al año. Quienes piensan que las abejas no valen para nada desconocen que mueven millones de forma silenciosa, además de incrementar la productividad en el mundo rural.

Medidas

En la actualidad, existen más el 40 % de las especies invertebradas de polinizadores, sobre todo abejas y mariposas, corren el riesgo de extinguirse por lo que es necesario tomar medidas, entre las que destacan:

• Estudiar el comportamiento de las plantas para precisar los tiempos de polinización y no aplicar entonces pesticidas que puedan afectar a las abejas.
• Destinar espacio a la plantación de flores y otras plantas para albergar esos insectos y restaurar los ecosistemas dañados para que estos vuelvan a desempeñar su función.
• Declarar las especies en peligro para protegerlas.
• Prohibir el comercio de la miel falsa o adultarada.
• Transferir conocimientos para mantener la apicultura, lo que ayudaría también a crear muchos empleos.
• Control de plagas y determinadas poblaciones de especies invasoras y depredadoras.
• Luchar contra el cambio climático.