Viviani gana en Nancy lanzado por el amarillo Alaphilippe
El velocista italiano ganó al esprint una tediosa etapa y ya cuenta con victorias en las tres grandes vueltas. El maillot amarillo trabajó como lanzador.
El Tour recordaba por la mañana en su directo digital que el último francés que vistió el maillot amarillo en una salida desde Reims fue José Catieau en 1973. Se la había enfundado el día anterior en la misma ciudad catedralicia, y afrontó su primera defensa en un recorrido hacia Nancy, igual que ocurrió este martes con Julian Alaphilippe. Catieau conservó la prenda durante cuatro jornadas, hasta que la cedió en favor de su compañero y líder, Luis Ocaña, que arrasó en aquella edición con seis victorias de etapa y con 15:51 minutos de ventaja sobre el segundo en París, Bernard Thévenet.
Mientras leía estos datos, el pelotón pedaleaba por la campiña francesa, por un recorrido de 213,5 kilómetros sin más beneficio que permitirnos disfrutar de la belleza del paisaje y de los monumentos franceses, mostrados con gusto por la realización televisiva. Tres aventureros rodaban destacados con su función asumida desde la salida: mostrar sus maillots publicitarios del CCC y el Wanty (por partida doble). Yoann Offredo, que repetía cabalgada, avanzaba acompañado por Mickael Schär y Frederik Backaert. El trío se fusionaba con el campo. El trote era hipnótico, cada vez causaba más sopor.
Y de repente me puse a fantasear, aunque quizá solamente fue un sueño. Una cabezadita. Volví a ver a Catieau vestido con un maillot amarillo centenario. Catieau era realmente Alaphilippe. Y su líder y compañero español no tenía el rostro de Luis Ocaña, sino de Enric Mas, la baza del equipo Deceuninck para la clasificación general.
El ruido de caídas me sacó del duermevela. Las caídas también son parte del Tour, sobre todo en esta primera semana. Tony Gallopin estaba entre los afectados. Mientras, el pelotón recortaba los tediosos kilómetros que faltaban hasta la meta, sin querer recortar demasiado la ventaja de los escapados, a los que mantenían a la vista. Mejor no cazarlos todavía para que no se revolviera el gallinero. Ya caerán. Y cayeron.
Los lobos del sprint no iban a permitir una fuga en su territorio. Y entre esos lobos estaba Elia Viviani, otra vez el Deceuninck, omnipresente y voraz durante toda la temporada. El equipo belga no lucha exclusivamente por las generales de la rondas, le gusta tocar todos los palos. Sumar victorias en las clásicas, al esprint… El maillot amarillo tampoco es ajeno para el bloque, ya lo ha vestido con seis corredores diferentes. Los ciclistas pasan, el nombre de la escuadra cambia, pero el espíritu siempre es el mismo. Ganar, ganar y volver a ganar.
Por eso no fue extraño ver al maillot amarillo, Alaphilippe, encabezar el pelotón a dos kilómetros de la meta para acelerar el tren internacional del Deceuninck. Al revés, esa labor del líder simboliza lo que significa este equipo en el ciclismo. Después del francés llegó el turno de Morkov. Danés. Y luego de Richeze, el último lanzador. Argentino. Ya sólo faltaba el remate, y Viviani no perdonó. El italiano se impuso a Kristoff y Ewan en un estrecho esprint, para añadir a su fructífero palmarés una etapa en una carrera donde todavía no había alzado los brazos. Ya tiene triunfos en el Giro, el Tour y la Vuelta. La colección completa.
El Deceuninck no renuncia a nada. Y este jueves llega la montaña en los Vosgos. Ahí nos gustaría ver a Enric Mas con los mejores. Y no decir que fue un sueño de una siesta de verano.