Ciclismo | Tour de Francia 19ªetapa

De Cavendish al Ventoux

El velocista británico logró la quinta victoria Hoy, última batalla

jesús rubio

En el Tour siempre pasa algo incluso cuando no ocurre nada. Hasta en las jornadas más anodinas, se acumulan kilómetros en las piernas de los que corren y un desgaste similar se apodera de quienes observamos, cada vez más afilados, más seguros de haber desentrañado todos los secretos de la carrera. No diré que la etapa de ayer fue aburrida, pero sí estoy por afirmar que, después de varias sorpresas, no nos sorprendió nada. Ganó Cavendish. Y venció a Hushovd, con Freire en quinta posición, primera fila del patio de butacas.

Hasta llegar al británico con los brazos al cielo, se sucedieron las aventuras. Para empezar, se formó la escapada perfecta. No se había alcanzado el kilómetro 30 cuando 20 fugitivos se marcharon por delante. Entre ellos, Evans, Popovych, Millar, Kirchen, Chavanel o Bennati, aristocracia y alta burguesía, y entre ellos también los españoles Luis León Sánchez, Arroyo, Arrieta, Rubén Pérez, Iván Gutiérrez y Barredo. El número de rebeldes favorecía la competencia con el pelotón y la jerarquía de los integrantes, con siete ganadores de etapa, hacía pensar en un buen entendimiento hasta las cercanías de Aubenas.

Pues nos equivocamos. Nunca se disparó la ventaja de la fuga (no pasaron de los tres minutos) y jamás sintonizaron los escapados, frenados por los egos y las desconfianzas. También por el cansancio. Mientras del pelotón se descolgaban corredores como Feillu o Pellizotti, que han sido protagonistas de la carrera, por delante las piernas se hacían más pesadas que la ambición. Y aunque el ritmo de persecución del Rabobank no pareció en ningún momento exagerado, el plan de los primeros terminó por venirse abajo.

El trabajo del Rabobank señalaba sin disimulo a Freire y al puerto de segunda que se coronaba a 16 kilómetros de la meta. La idea, cantada a los cuatro vientos, era eliminar en la subida a Cavendish e intentar lo mismo con Hushovd, aunque en este caso con menos esperanzas, vista su exhibición en los Alpes.

Quede para la anécdota que el gran relevo de Rabobank en el último puerto lo dio Menchov (ustedes recordarán, aquel ciclista, ahora a 57:48), sin que el arreón, por cierto, moviera el flequillo de Cavendish, no hablaré ya de Hushovd. En esos momentos, Ballan y Lefevre abrían la carrera defendiendo una exigua renta de 15 segundos. Fue en el descenso, salpimentado con unas gotas de lluvia, cuando volvió a la carga Luis León Sánchez. Pero no prosperó su ataque. El equipo Columbia ya había olido la sangre y se lanzaba en busca de su quinta victoria de etapa (siempre Cavendish), ayudado por el Rabobank y otros soñadores.

Pequeño corte.

La veloz aproximación a la urbe y la colocación estratégica de algunas rotondas nos hicieron temer lo peor, aunque lo peor no fue muy grave. La imposibilidad de mantener el pelotón compacto entre curvas y callejuelas hizo que se destacara un grupo con los velocistas, sus lanzadores y Armstrong. A escasos metros, el resto del mundo.

En esas condiciones se desplegó un sprint que no concedió opciones a Freire, muy tapado, muy solo y muy tiroteado. Cavendish movió las piernas como los pistones de un motor y celebró la quinta, esta vez sin estridencias. A los rezagados se les picaron cuatro segundos y el despiste hace que Le Mevel arrebate el noveno puesto de la general a Astarloza por un solo segundo.

Y eso nos lleva a lo de hoy, el furioso Mont Ventoux. Allí se resuelven el podio del Tour y todas las cuentas que hayan quedado pendientes. No hay montaña más parecida a un escenario del viejo Oeste. No hay mejor lugar para el último duelo.

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