Ciclismo | Tour de Francia

El Tour del dinosaurio

Armstrong calienta la carrera, pero Contador es el gran favorito.

Que nadie se sorprenda ahora. La pelea entre compañeros de equipo es tan vieja como el ciclismo y ha servido para escribir algunas de las páginas más hermosas de este deporte. En el Giro de 1940 Bartali y Coppi compartían el maillot del Legnano cuando el joven Fausto se saltó las órdenes para atacar y vencer, finalmente, a su todopoderoso jefe de squadra. Baste el ilustre ejemplo, precedido y seguido por otros muchos, para sostener que lo que hoy comienza en Mónaco, el particular duelo entre Contador y Armstrong, no incorpora un delito de traición, sino un desafío que voltea el orden natural de las cosas, pues en esta ocasión es el viejo quien reta al joven.

Se trata, quede claro, de un reto más filosófico que deportivo, o quizá sea absolutamente deportivo por primar la competencia sobre las posibilidades reales. Lo más lógico sería que Armstrong, oxidado por la inactividad y los 37 años, cediera en los Pirineos y ya resultaría una hazaña que llegase vivo a los Alpes. Lo más probable es que dedique esas últimas etapas para redimirse como gregario de Contador. Porque el Tour de Armstrong, su regreso, no está planteado como un acto de insolencia, aunque bastantes lo crean. Es, más bien, un acto de redención. El petulante americano nos ofrece, tres años después de retirarse, la única foto que nos faltaba y le faltaba: la de su derrumbe. Ningún gran campeón se ha librado de eso. Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain... todos sufrieron en algún momento y en alguna montaña la lección cruel y humanizadora del fin de ciclo, el retrato de la derrota.

Valentía.

No pretendo santificar a Armstrong. Reconozco su soberbia, su impertinencia, sus impulsos mafiosos (Simeoni) y hasta su oscurantismo (Ferrari). Pero también quisiera destacar, libre de susceptibilidades, que su vuelta al Tour representa un aliciente histórico y un acto de valentía, pues le expone al fracaso, al sufrimiento y a la crítica. Y si regresa porque no encontró en la vida civil desafíos semejantes o porque desea relanzar su fundación contra el cáncer, tampoco distingo el argumento que le condene.

Hará mal Contador si gasta una sola de sus energías en obsesionarse con Armstrong porque esa guerra es personal y no va con él. Ni siquiera tendría que inquietarse por un posible liderato del americano tras el prólogo de hoy. Debería entender que la presencia del dinosaurio le engrandece y que antes que sus fuerzas, pone a prueba sus modos y su elegancia.

El favoritismo de Contador no se discute. No hay ciclista más versátil ni en mayor plenitud deportiva (27 años), vencedor de las tres últimas grandes rondas que ha disputado (Tour 07, Giro 08 y Vuelta 08). La ansiedad puede ser su principal enemigo, aunque también cuenta con adversarios de carne y hueso. Sastre (34) merece el respeto del vigente campeón, pero da la impresión de que necesitaría de una situación extraordinaria para optar al triunfo. Evans (32) está en parecida condición, aunque se da por descontado su lugar en el podio. Junto a ellos, Menchov (31), ganador del Giro, aparece como la eterna incógnita. Y en segunda línea Frank y Andy Schleck (29 y 24), Kreuziger (23), Leipheimer (35) y atención especial para Luis León Sánchez (25), líder del Caisse d'Epargne con permiso de Óscar Pereiro (31).

No estará Valverde, no. Su exclusión es preventiva y parece más contraria al derecho que a la ética. El dopaje y sus presunciones levantan, un año más, una nube de sospecha sobre este deporte. Comprendo el desánimo, pero propongo el esfuerzo de concentrarse en la aventura, en el tronco de pureza que pervive desde hace más de un siglo: 180 corredores contra los meteoros y la extenuación, frente a la suerte y ante a la gloria. Ciclismo.

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