Punto y final de Jimmy Butler
Explosivas declaraciones del escolta después de la derrota contra los Pacers. Quiere irse de Miami Heat y va a forzar su salida.
Indiana Pacers pasó por Miami y pareció el equipo que maravilló durante la primera mitad de la temporada pasada. Ganó con holgura (115-128 y ventajas que llegaron a 28 puntos), básicamente porque Tyrese Haliburton tuvo uno de esos días en versión súper estrella que en estos últimos tres meses no han sido tan habituales como en el mismo tramo del curso pasado. El base acabó con 33 puntos, 15 asistencias, un 6/13 en triples y ni una pérdida. Su primer cuarto fue estelar (16 puntos, 5 asistencias) y ahí se estableció (25-38) la superioridad aplastante de unos Pacers que tiraron 21 veces más porque barrieron el rebote ofensivo (5-13) y los puntos tras pérdida (9-23).
Ahora los de Rick Carlisle están 17-18, en una buena dinámica que se estropeó un poco el martes, cuando se dejaron remontar 19 puntos por los Bucks. Pero han ganado ocho de sus últimos doce partidos, y son octavos de un Este que concede muchas vidas, salvoconductos para superar los malos tiempos. Los Pacers están, por ejemplo, a solo un partido y medio del sexto, el último de la zona que evita el play in… y que ahora mismo es Miami Heat (17-15). Y, por lo que parece, no vienen semanas de estabilidad y tranquilida en South Florida. Así que…
Jimmy Butler escenifica el divorcio
Porque el partido, finalmente, quedó convertido en un borrón intrascendente cuando Jimmy Butler decidió oficializar, justo después, su divorcio del equipo en el que lleva más de un lustro, uno cuya cultura sacrosanta (esfuerzo y competitividad) llegó a personificar y con el que jugó dos Finales de la NBA para las que nadie contaba con ellos (las dos perdidas, contra Lakers y Nuggets). Butler todavía no se ha ido, y veremos cuándo y cómo lo hace (el cierre de mercado es el 6 de febrero), pero su etapa en Miami Heat ha terminado. Lo que vendrá es una prórroga forzada que seguramente no va a ser bonita.
Butler volvió a no jugar en el último cuarto, como en la victoria contra los Pelicans. Y volvió a quedarse en nueve puntos con pocos tiros y una actitud visiblemente pasiva. Después, comenzó el baile ante la prensa: “Me he sentido bien, centrado. Creo que hice mi trabajo. Al menos, el que es mi trabajo ahora”. Su trabajo ahora parece ser quedarse en una esquina sin participar en los ataques: “Igual ese es mi rol aquí, pero no es a lo que estoy acostumbrado. No ha sido así desde mi segundo o tercer año en la NBA, cuando solo salía a la pista a defender. Pero compito, defiendo. Intento que el jugador del que me encargo no anote. Eso es lo que hago ahora. Salgo y compito. Eso es así si meto nueve puntos o si meto 29. No puedes decir que no juego duro, aunque pueda parecerlo porque se me involucra menos en las jugadas y tiro poco, pero no puedes decir que no juego duro”.
Por si el mensaje no había quedado claro, Butler aseguró también, el gran titular que faltaba, que quiere cambiar de equipo cuánto antes y que así, seguramente, volverá a ser el jugador que era: “Veremos pronto cuál es ese equipo, porque lo que quiero que pase es disfrutar otra vez jugando al baloncesto”. Algo que, parece, no sucederá ya en ningún caso en Miami: “Probablemente, no”. Aquí soy feliz fuera de las pistas, pero quiero volver a ser dominante, jugar y ayudar a que mi equipo gane. Y no es lo que estoy haciendo ahora”.
Una herida que se abrió en verano
El mensaje sonó alto y claro: la crisis ya es pública y la batalla se vivirá en primera persona y de cara al público. Butler ya ha demostrado en el pasado (su salida de Minnesota Timberwolves fue sonada) que no tiene problema, el fin justifica los medios, en convertir una situación en lo suficientemente fea e histriónica para hacer que pase lo que él quiere que pase. Y lo que quiere es irse de Miami. Si el día de Navidad ESPN aseguró que tenía una lista de preferencias (Suns, Warriors, Rockets, Mavericks), ahora el mismo medio, a través de sus pesos pesados (Shams Charania, Brian Windhorst), dice, un momentito después de las palabras del escolta, que no hay destino predilectos y que Butler solo quiere irse, le da igual donde.
Pat Riley, uno de los personajes más importantes de la historia de la NBA y desde luego el personaje más trascendente de la historia de Miami Heat, es un rival duro, también con 79 años. Hace unos días salió al paso de la primera noticia de ESPN y aseguró que no van a traspasar a Butler. Quizá menos una voluntad real que una línea en la arena, un punto firme de partida para negociar. Las mismas informaciones que dicen que Butler quiere irse apuntan a charlas sin final feliz entre su entorno y la franquicia y a tanteos de los Heat para ver cómo anda el mercado de Butler. Y anda mal, así que quizá por eso Riley quería intentar dar a entender que no van a regalar al que es (¿era?) su jugador franquicia. Butler tiene 35 años, problemas con la lesiones y un carácter ultra competitivo pero no siempre fácil de gestionar, no si no está plenamente a gusto con todo lo que le rodea. Además, será agente libre en verano y quiere otro gran contrato. No parece probable, visto así, que estén lloviendo ofertas jugosas por él.
Porque el gran problema viene de ahí, del verano: Butler juega en último año efectivo de contrato, 48,2 millones con una player option para la próxima temporada (52,4) que va a saltarse para firmar otro último acuerdo, uno más largo y el último gran mordisco económico de su carrera. Cuando acabó la pasada temporada, quería que los Heat le dieran una extensión de dos años y 113 millones. Pero la franquicia se negó y, después de una temporada muy frustrante (mediocre) que llevó al equipo de las Finales a una derrota sin opciones en primera ronda contra los Celtics, la desconexión entre Butler y Riley se hizo evidente. El primero se perdió esa serie de playoffs por una lesión de rodilla y dijo que con él habrían superado, como un año antes, a los Celtics. Riley, en su comparecencia pública de final de temporada, le tiró de las orejas sin miramientos: “Si no estás en la pista en el momento importante, lo mejor que puedes hacer es callarte”.
Los Heat no quisieron ni plantearse una extensión máxima de Butler, por su edad, las restricciones a las que obliga el nuevo convenio y sus ausencias del curso anterior, así que Butler se lo tomó como una afrenta. Algo personal que ya ha explotado ante la falta de avances en estos últimos meses: los Heat siguen sin querer darle esos 113 millones y él ya ha decidido que tampoco los quiere, que toca cambiar de aires. Y desde su bando se filtra que lleva tres años esperando que Riley le consiga más ayuda mientras se escapaba un pez gordo tras otro: Kevin Durant, Damian Lillard, Kyrie Irving...
La situación, en todo caso, es crítica para unos Heat que transitan por la zona templada del Este sin hacer ruido, lejos del nivel de los verdaderos aspirantes al título. Butler ya se ha perdido diez partidos, y en los últimos que ha jugado su actitud es la de alguien que está frustrado pero sobre todo que quiere que se note lo mucho que lo está. Y la plantilla da para lo que da. Spoelstra movió el quinteto sobre la marcha (sacó a Rozier y Jovic, metió a Highsmith y Robinson) y las cosas mejoraron, pero no se puede esconder que un equipo liderado por Tyler Herro y Bam Adebayo no apunta a la cima de la liga, no si se apilan las malas decisiones contractuales que los Heat llevan años tomando y si se suma que no han funcionado apuestas que podían haber sido instrumentales: otra vez, Rozier, Jovic o un Jaquez Jr que está lejos de las excelentes sensaciones con las que debutó en la NBA. Los Heat no parecen tener el suficiente talento, no sin una versión óptima de un Butler con muchos kilómetros en las piernas… y ahora también con ganas (ya indisimuladas) de irse y, sobre todo, de hacer todo lo posible para irse ya. Una voluntad que se va a encontrar, enfrente, con la coraza de acero de Riley. Así que, sí: vienen días complicados, y seguramente feos, en Miami.
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