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NBA | CELTICS 106 - MAVERICKS 88

Joe Mazzulla, de asistente a campeón con el escándalo de Udoka de fondo

La relación del ahora entrenador de los Rockets con una empleada de la franquicia verde motivó su despido y el ascenso de Mazzulla, que se corona con los Celtics con un anillo para la posteridad.

Actualizado a
Joe Mazzulla, de asistente a campeón con el escándalo de Udoka de fondo
MADDIE MALHOTRAAFP

Las casualidades existen. Que se lo digan a Joe Mazzulla, que se ha coronado campeón de la NBA. Nadie pensaba que fuera él. De hecho, el proyecto de los Celtics ha estado tanteando casi una década con el anillo hasta finalmente conseguirlo. El primero en 16 años, el segundo desde 1986, una espera demasiado larga para la franquicia más ganadora de la historia, un puesto que recupera con su 18º entorchado, desempatando con los Lakers en esa guerra eterna de la por ser el mejor equipo de la mejor Liga del mundo. Los Celtics han llegado a playoffs en 16 de las últimas 17 temporadas con una sola ausencia, la de la 2013-14, esa que permitió el cambio de era en el club. La que cambió al big-three de Kevin Garnett, Paul Pierce y un Ray Allen que fue el primero en salir de un equipo que por entonces ya lideraba Rajon Rondo. Y que dio paso a una nueva etapa, llena de rondas del draft procedentes del traspaso de los dos primeros a los Nets. La avaricia de Mijaíl Prójorov permitió coleccionar números altos en la lotería. Y el orden de las cosas hizo el resto.

Pero nadie esperaba que el título se ganara con Mazzulla en el banquillo. Los Celtics han sido una franquicia tradicionalmente consolidada en el cuidado de sus entrenadores, apostando por proyectos largos incluso cuando se sabían imposibles, con el ejemplo de Rick Pitino en la etapa más negra de la entidad, al frente. Brad Stevens sustituyó a un Doc Rivers que pasó nueve temporadas en el banquillo antes de pasar a peor vida y coleccionar fracasos en Clippers, Sixers y ahora Bucks. Estuvo ocho años, con siete participaciones en playoffs, todas menos la primera, la de la transición definitiva que acababa con el traspaso en mitad de curso del último vestigio del anillo de 2008, un Rajon Rondo que fue dando tumbos después, ganó un anillo con los Lakers en 2020 y ha confirmado su retirada hace unos meses.

En 2021, Stevens dijo basta. No conseguía dar con la tecla. Con él se disputaron tres de las seis finales de Conferencia que los Celtics han amasado desde 2015, una cifra espectacular en apenas nueve años en los que el equipo ha sido tan sostenidamente bueno que parecía imposible que el anillo no cayera por su propio peso. Stevens se fue a los despachos, de donde salió un Danny Ainge que llevaba casi toda su vida ligado a la franquicia (como jugador y directivo), en unos despachos que pecaron de inmovilismo, que siempre sonaban para fichar a grandes estrellas que nunca llegaban. E hizo su trabajo: Ime Udoka llegaba al banquillo para cambiar las cosas, dar un nuevo impulso a una plantilla desgastada por el paso del tiempo sin un título, una discusión entre bambalinas en la burbuja de Orlando (Marcus Smart y sus cosas) y una eliminación en primera ronda que amenazaba con finiquitar el proyecto.

No fue así: Udoka se convirtió en el favorito de los jugadores y Stevens se dedicó a mover sus hilos en los despachos sin el estrés que supone estar permanentemente expuesto a la opinión pública. Y los Celtics llegaron, por fin, a las Finales: las primeras desde 2010. Y contra la dinastía de los Warriors, que se reservaba la oportunidad de un último baile con una batalla que podía suponer también un cambio de era que no se dio entonces y que ha terminado ocurriendo por un tema de paso del tiempo y lógica aplastante. Los Celtics lo tuvieron, pero perecieron ante el corazón del campeón: con 2-1, mandaban en el Garden 94-90 a 5 minutos para el final. Stephen Curry hizo el resto y los verdes no volvieron a ganar. Pero todo fueron buenas palabras para Udoka, que había convertido a un equipo que vislumbraba su final, a un capaz de quedarse a dos victorias del anillo. Su continuidad estaba asegurada. Al fin y al cabo, los Celtics siempre han cuidado muy bien de sus entrenadores. Pero...

Del escándalo al anillo de Mazzulla

Todo explotó ese verano. Pronto se filtró que Udoka se había saltado el código de conducta interno de la franquicia al mantener relaciones con una empleada. Salieron más cosas, cada vez más feas. El escándalo era demasiado grande como para ignorarlo. Y los Celtics solucionaron la situación sin solucionarla; como a trompicones, con un decoro cuestionable. Pero, al final, se dejó de hablar del tema. Eso sí, antes llegaron meses convulsos, con algunos jugadores (otra vez Smart) reivindicando el papel de Udoka y casi pidiendo su vuelta. Lo que al principio fue apartarle de sus funciones de forma temporal haciendo por el camino a Joe Mazzulla, entonces su asistente, entrenador interino, acabó con el nombramiento definitivo del que hasta entonces había sido su segundo, lo que se traducía como el despido de Udoka. El anuncio se realizó el 16 de febrero de 2023, en medio del All Star (en el que se encontraba el propio Mazzulla, que dirigió al Team Giannis). Como si por esas fechas no se le fuera a prestar atención a lo que estaba ocurriendo. No fue así, claro.

Era el momento de un nuevo técnico, pero los Celtics volvieron a naufragar en playoffs. Remontaron un 3-0 a los Heat, pero remaron para morir en la orilla, en el séptimo en el Garden. Una nueva decepción que no provocó el despido de Mazzulla, un entrenador con una incidencia no demasiado grande, que deja hacer, pone a veces demasiados minutos a sus jugadores en pista en partidos resueltos de playoffs y se ha dedicado a jugar con cinco jugadores abiertos esta temporada, simplemente, porque podía. De hecho, fue Stevens el que acabó de encauzar las cosas desde los despachos: dejó ir a un referente cultural como Smart, que casi siempre provocó más problemas delante de un micrófono que los que solucionaba en pista. Se deshizo de un juguete roto como Robert Williams III y a un peso venido a menos como Malcolm Brogdon en un traspaso en el que consiguió a Jrue Holiday. Y se hizo con Kristaps Pozingis, perdido en Washington, en la salida de Smart. Estaba hecho.

Los Celtics han sido una auténtica apisonadora y de nada vale que la Conferencia Este tenga un nivel pobre o que en playoffs hayan jugado con muchos rivales lesionados. Un campeón lo es para siempre y el baloncesto tenía unas deudas con los verdes que ha saldado. Quien la sigue, la consigue. Una plantilla físicamente superdotada y un entrenador que ha pasado desapercibido, algo que es casi una virtud en una NBA que lo somete todo al escrutinio constante, con los premios como obra y gracia, las redes sociales como apisonadora de conclusiones definitivas y todo en su conjunto. Pero el técnico ha hecho su trabajo: los Celtics han sido el segundo mejor ataque de la NBA, la sexta mejor defensa, han conseguido 64 victorias en regular season y sólo han necesitado 19 partidos para lograr el anillo (16-3 en playoffs). No ha habido ni historia. Un martillo pilón sin parangón en una de las temporadas más dominantes de los últimos tiempos. Brutal.

Por lo tanto, sí: es el triunfo de Mazzullla, que con 35 años (cumplirá 36 el 30 de junio) se convierte en el entrenador más joven de la historia en ganar el anillo superando a Erik Spoelstra, que tenía 37 en 2012, cuando lo logró por primera vez en los Heat... junto a LeBron James, que cumplirá 40 el 30 de diciembre y es mayor que el técnico de los Celtics y algún otro más (Mark Daigneault, de los Thunder, o Willie Green, de los Jazz). Un técnico que fue asistente en la NCAA, pasó a principal en Fairmont State, luego dio el salto a la NBA y se consolidó recogiendo las migajas de un escándalo que tuvo como víctima a un Udoka que hoy entrena a los Rockets. Fanático de Pep Guardiola (que ha estado con él en el Garden durante las Finales), profundamente religioso y con una plantilla fantástica. Todo eso y mucho más es Joe Mazzulla, que llegó de rebote a un cargo en el que se ha proclamado campeón. Y un campeón, ya se sabe, es para siempre. Las casualidades existen. El trabajo duro también. Y cuando se juntan las dos cosas, la magia casi siempre aparece. Es lo que tiene.

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