El hombre de los 300 millones
Jaylen Brown firmó su extensión con Boston Celtics, el contrato de más volumen en toda la historia de la NBA: ¿por qué precisamente él y por qué ahora?
Jaylen Brown tiene 26 años y lleva en la NBA desde 2016 (siete temporadas, la próxima será la octava), cuando Boston Celtics le dio el número 3 del draft. Es un excelente jugador, es obvio para cualquiera que siga mínimamente la gran liga. Pero no es un talento generacional, único, ni nada similar. Ha sido dos veces all-star, algo que obviamente no está nada mal, pero que no le mete en el rango de las megaestrellas. Y ha entrado una vez en los quintetos All-NBA: en el segundo, el pasado curso. Es una de las principales razones por las que Boston Celtics ha sido uno de los mejores equipos, sostenidamente, de la NBA en el último lustro. Pero sus lagunas en algunas facetas trascendentales cuando llegan las más altas instancias competitivas (manejo de la bola, creación de juego, lectura…) también han influido en el feo final de los dos últimos viajes en playoffs de su equipo, uno cerrado a dos victorias del anillo (tres derrotas seguidas para un 4-2 definitivo de los Warriors) y otro con desastre en un séptimo partido de la final del Este, un peldaño más abajo que un año antes, contra los odiados Heat y en el sacrosanto Garden. Mala cosa.
Jaylen Brown es muy bueno. La pasada temporada promedió 26,6 puntos y casi 7 rebotes. Defiende, descarga de responsabilidad a Jayson Tatum y tiene rachas en las que anota literalmente cualquier tiro. Pero no es uno de los mejores jugadores de la NBA. No de los diez mejores, ni siquiera de los quince. El ranking de The Ringer, por ejemplo, actualizado en junio, lo coloca en la posición 22. Por detrás de Bam Adebayo, Domantas Sabonis, Ja Morant… Para ESPN, antes de empezar la pasada temporada y recién perdidas las Finales 2022, también estaba en el puesto 22, una subida de cinco con respecto al 27º del curso 2021-22. CBS lo tenía en su puesto 19 antes de empezar la última campaña, y lo había subido al 13 en su actualización de febrero. Lo más alto que uno se podía encontrar a un swingman (escolta-alero) que estaba en ese momento pulverizando sus números en puntos, rebotes y porcentaje de tiro.
Y que, repito, es muy bueno. Pero, también repito, no uno de los mejores (en el sentido más restrictivo) jugadores de la NBA. Ni siquiera es el mejor de su equipo, donde el referente obvio es Tatum. Pero es él, Jaylen Brown, el que ha acaparado titulares en las últimas semanas porque ha firmado un contrato histórico, el primero por encima de 300 millones en la NBA: el 26 de julio acordó por cinco años y un máximo de (volveré a esto después) 304 millones de dólares su continuidad en los Celtics. Le quedaba este próximo curso (cobrará 31,8 millones en la 2023-24) para salir al mercado como agente libre, algo que no pasará gracias a una extensión en cifras hasta ahora nunca vistas. Una máquina de parir titulares, la cantidad más alta apilada en un contrato NBA, una de las mayores en la historia del big 4, las cuatro grandes Liga profesionales estadounidenses (NFL, MLB, NBA, NHL). Un techo de 304 millones siempre y cuando arranque la primera temporada de ese nuevo contrato (temporada 2024-25) en 52,4, otra barrera que saltaba por los aires…
…Hasta que Anthony Davis firmó su nueva extensión con los Lakers, que le coloca en cinco años totales (dos que le quedaban asegurados y tres de ampliación) por un total de unos 270 millones. En la máxima proyección posible, la ampliación de Davis es por tres años y 186 millones. Es decir, 62 por año. La mayor media de siempre. El total no supera a Brown porque Davis no podía firmar una ampliación por más temporadas.
Por poner un poco de perspectiva, Juwan Howard fue el primer jugador con un contrato total en tres cifras. Fue, después de un lío burocrático que le impidió ir a Miami Heat, una continuidad en Washington sellada el 5 de agosto de 1996 por siete años y 105 millones. El equivalente, si se considera la inflación, a unos 200 millones actuales. Tuvieron que pasar 20 años para que un jugador entrara en el rango de los 150 millones: Mike Conley se llevó 153 por cinco años para seguir en Memphis Grizzlies. Si se sigue la estela de las circunstancias de Brown, tampoco Howard ni Conley estaban entre las estrellas más deslumbrantes de su tiempo. Tienen en su currículum (Conley sigue en activo) un All-Star cada uno. Si habían hecho faltas dos décadas para saltar de 100 a 150, en solo un año se superó la frontera de los 200 millones. Stephen Curry (este sí, una supernova) se llevó en 2017 una extensión monumental de los Warriors: cinco años y 201 millones.
En seis años hemos pasado de los 200 millones de Curry a los 300 de Brown. Es un titular desde luego jugoso, pero con matices: es muy probable que el número 7 de los Celtics no cobre finalmente todo ese dinero. Más allá de que la significación para su equipo (y para la NBA) no está tanto en el volumen sino en el porcentaje, y esto separa cada vez más el ojo del gran público del análisis de franquicias y especialistas. No se trata, en todo caso, de si Jaylen Brown es superior que este o aquel o de por qué no hay al menos una decena de jugadores cobrando más que él si son obviamente mejores. Es una cuestión de timing, de estar en el momento adecuado en el lugar oportuno. Como pasa con (casi) todo. Los engranajes de la NBA se mueven de su particular forma y el crecimiento de los salarios sigue disparado al ritmo en el que la Liga cabalga sobre una edad de oro económica que ni la pandemia estropeó. Y a Jaylen Brown (por suerte para su bolsillo) le ha tocado ser el chico de ese póster. Ahora. El próximo verano será otro.
La NBA se forra, los salarios se disparan
El salario medio anual de los jugadores en la NBA ronda los 8 millones de dólares, una cifra inimaginable hace apenas unos años. Una bonanza provocada por el crecimiento exponencial de los ingresos de una Liga cuyas franquicias (30, tarde o temprano 32 porque la expansión parece inevitable) han alcanzado un valor medio de más de 2.000 millones. La NBA se mueve, convertida en una inversión infalible y muy atractiva para un nuevo tipo de propietario. Tiene, ahora, los más ricos de las grandes Ligas estadounidenses (unos 3.500 millones de fortuna media) y los de menos tiempo en el cargo (poco más de 12 años de promedio).
El buen funcionamiento del negocio tiene como principal motor, algo que se resiste a cambiar aunque avancen los tiempos, los grandes contratos televisivos. El actual, que comenzó en 2016 y acabará en 2025, le dio a la NBA 24.000 millones por este tramo de nueve años. Disney (ESPN, ABC) y Turner (TNT) aceptaron disparar una suma que en el anterior acuerdo se quedaba en 485 millones al año (ahora son casi 2.700). La NBA, que ha vuelvo a generar más de 8.000 millones de dólares por curso tras el bache de la pandemia, establece cuánto pueden gastar sus franquicias en salarios de jugadores (el salary cap) a través del BRI (Basketball Related Income), concepto que engloba todas las cantidades relacionadas directamente con los partidos de baloncesto. Entradas, merchandising… y esos derechos de televisión, claro.
En la temporada anterior al cambio de acuerdo televisivo, el salary cap (esa cantidad que cada equipo puede gastar en salarios) estaba fijado en 70 millones. En la siguiente (2016-17), la lluvia de dinero sin precedentes lo lanzó a 94,1. Una subida histórica que alumbró una nueva NBA. En 2025 acabará el actual contrato, y ya se negocia uno nuevo que se cerrará en números todavía más increíbles. Según Jabari Young (CNBC), la NBA no descarta llegar hasta los 75.000 millones por otro tramo de nueve años, con preferencia para los mismos socios (Disney y Turner) pero con otros actores y fórmulas sobre la mesa. Se pasaría, en un caso así, de unos 2.700 millones al año a más de 8.000. El cap anual se iría acercando a la barrera de los 200 millones.
El BRI determina el salary cap, y este determina el salario total de cada plantilla a partir de un porcentaje de lo que se considera que ingresará la Liga la siguiente temporada dividido entre los treinta equipos. El BRI, según los últimos convenios, se reparte básicamente a partes iguales entre jugadores y franquicias, con décimas porcentuales moviéndose hacia un lado u otro del 50-50 en función de ciertos ingresos. Así que el aumento de los ingresos multiplica el valor del BRI y este a su vez dispara el salary cap. Para el año está fijado en 136 millones cuando hace una década era 58,6. El citado gran salto de 2016 provocó tal deformación en el mercado, y tal resaca y remordimiento de mal gastador en los equipos, que en el convenio colectivo recién aprobado se especifica que las subidas del cap nunca podrán ser de más del 10%, prorrateando a años siguientes las cantidades que excedan ese porcentaje.
Ese es el primer factor clave para entender por qué Jaylen Brown ha firmado el contrato que ha firmado: se trata del 35% de lo que se proyecta de salary cap para la primera temporada en la que entrará en vigor la extensión (2024-25). Por eso es fundamental leer los salarios y la estructura de las plantillas en cuanto a porcentajes del cap y no a millones totales. Los 300 de Jaylen Brown ocupan lo mismo (ese 35%) en la primera temporada para los Celtics 2024-25 que, por ejemplo, los 101,8 que firmó Russell Westbrook para seguir en los Thunder en 2018 (35,6 millones el primer año). Para la ingeniería de plantilla, los márgenes son iguales. Pero los números, ahora, son absolutamente mareantes. En esa misma lógica, cuando alcancemos los ya citados 200 millones de salary cap, la misma extensión será por un total de 422 millones, comenzará en 72,7 y acabará en 96 en el quinto y último año.
Los contratos, limitados en años y cantidades
En la actual NBA no se pueden tener más de seis años totales de vínculo en vigor con un equipo. El contrato tipo es por cuatro, con excepciones que permiten un quinto año y la posibilidad de asegurar seis, como es el caso Brown, si se puede firmar una extensión por cinco temporadas cuando queda una por cubrir del anterior acuerdo. Las extensiones antes de acabar contrato no anulan los cursos que están ya firmados y por cumplir, así que solo suman los añadidos hasta ese máximo total de (en casos muy puntuales) seis. A Brown solo le quedaba esta próxima temporada (2023-24) para quedar libre, así que ha podido firmar la extensión más larga posible: cinco años, seis de contrato total si se suma el que le quedaba. Eso también le ha ayudado a maximizar su nuevo acuerdo, justo en un momento ideal para negociar porque los Celtics ni se planteaban lo opción de no reafirmar, pese a la eliminación contra los Heat, el núcleo duro que forman los Jays, Brown y un Jayson Tatum que en un año podrá, por su parte, firmar una extensión por cinco temporadas y más de 330 millones.
La cantidad máxima que se puede percibir en las extensiones depende los años de experiencia NBA y de si se han cubierto los méritos que permiten entrar en el lote de jugadores con condición de designados: designated veteran player extension.
Con hasta seis años de experiencia, el máximo al que se aspira es al 25% del cap en el primer año del nuevo contrato. Entre 7 y 9, al 30%. Y a partir del décimo, al 35%. Desde esa norma básica, hay excepciones. Los de seis años o menos pueden llegar al 30% del cap según una norma a la que da nombre Derrick Rose, que encajaba en esa categoría (Derrick Rose rule). Para hacerlo hay que cumplir con alguno de estos criterios: haber sido MVP en alguna de las tres temporadas anteriores; haber sido Defensor del Año en la temporada anterior o en dos de las tres anteriores; O haber entrado en los Mejores Quintetos (All NBA) la temporada anterior o en dos de las tres anteriores. Esos mismos puntos, cumplir al menos con uno, sirven a los jugadores del segundo rango (7-9 años) para pasar del 30 al 35% como veteranos designados. El contrato conocido como súper máximo. El tan debatido y cacareado supermax.
Otro ingrediente en la receta de Jaylen Brown: el contrato se establece con la cantidad del primer año y subidas del 8% en cada uno de los siguientes… si, como es el caso, se vuelve a firmar con el mismo equipo. Una continuidad que también da la opción de añadir una quinta temporada al nuevo acuerdo. Si se cambia de camiseta, las subidas de año a año se quedan en un 5% y solo se puede firmar por un máximo de cuatro temporadas. Brown, además, no tiene ningún año opcional ni condicionado y no tiene cantidades que dependan de incentivos. El nuevo convenio también remó a su favor. Si la figura del supermax ya existía en los dos anteriores acuerdos entre patronal y jugadores, en el nuevo se ha establecido que el sueldo en el primer año podía llegar al 140% del último percibido. Esa cantidad antes estaba en el 120%.
Cada factor va añadiendo para llegar a esa cifra monumental que va al bolsillo de Jaylen Brown. Una que, sin embargo, podría no llegar a los ya famosos 300 millones. Para hacer techo, la subida del cap para la temporada 2024-25 tendría que llegar al máximo del 10% y no está claro que vaya a ser así por, sobre todo, problemas derivados de la bancarrota de Diamond Sports, que tenía acuerdos de retransmisión a nivel local con varias franquicias a través de Ballsy Regional Sports. Quienes esperan este pequeño freno en los ingresos calculan una subida en el cap de algo menos del 5%, hasta 142 millones. En ese caso, el primer año de salario de Brown quedaría en 49,7 millones de dólares (no 52,4) y la cifra total en 288,2.
En todo caso, los Celtics invertirán el 35% del cap de la temporada 2024-25 en el que ahora mismo es su segundo mejor jugador. Desde ahí, ese porcentaje podría reducirse si el espacio salarial aumenta a ritmo máximo (10%), ya que el sueldo de Brown lo hará a golpe de 8%. En el cuarto año, podría estar ya en un 31,6% aunque la cantidad total vaya a ser de 64,6 millones. Por eso cuentan tanto los porcentajes.
Otro aspecto importante de la operación es que Brown no puede ser traspasado durante un año. Así que seguirá en los Celtics la próxima temporada y mientras se exprime la agencia libre del verano 2024, ya que el primer día en el que podrá ser enviado a otro equipo es el próximo 26 de julio. Esto encaja con un marco de dos temporadas en el que se puede fijar la ventana competitiva de estos Celtics: Kristaps Porzingis tiene contrato hasta 2026 y Jayson Tatum firmará, si no pasa nada muy (muuuy) extraño, su extensión de récord el próximo verano (arrancará en 2025). Los verdes pelearán con ese núcleo esencial contra las limitaciones del cap y las apreturas del nuevo convenio, centrado en hacer la vida imposible a los grandes gastadores que no tienen problema en ir más allá del impuesto de lujo. Será una planificación al milímetro, dólar a dólar.
Una muesca sobre cómo será el futuro
Brown, que puso el talento y el rendimiento excelente (lo esencial), se ha encontrado todo de cara en un contexto, además, en el que las franquicias priorizan cada vez más las extensiones a costa de trabajar con espacio salarial. Se sueña menos con grandes golpes en un mercado por el que, por eso mismo, pasan menos como agentes libres los mejores jugadores. Porque los equipos con margen para ofrecer contratos muy gruesos desde cero suelen ser, ahora, los que han sido menos competitivos y están en reconstrucción; Y porque cada vez operan más firmando extensiones y forzando traspasos si les resulta lo más conveniente. Así se garantizan el dinero cuando tienen oportunidad… y ejercen la presión que les da su actual empoderamiento en un pulso con los equipos y una estructura de contratos con unas garantías que son, por ejemplo, la gran envidia de los jugadores de la (en muchas cosas todopoderosa) NFL.
Convencidos de que podrán forzar una salida e imponer su deseo aunque tengan largos contratos en vigor, los jugadores priorizan la seguridad y firman extensiones en cuanto tienen ocasión, lo que (un pequeño efecto secundario) hace que no esperen a que estas puedan ser de cinco años y no maximicen el potencial de esos contratos, en todo caso altísimos. Pero solo hace falta que se den las circunstancias adecuadas, el timing preciso, para que un jugador bata el récord que se había establecido solo meses antes. No es (solo) cuestión de talento. En la temporada 2027-28 Nikola Jokic, ya con diez años en la NBA y si no firma otra extensión antes con los Nuggets, podría romper la barrera de los 400 millones de dólares: cinco años, 404,2. Y en la 2032-33 podríamos hablar ya de años de contrato por valor de 100 millones. Pero queda mucha tela que cortar hasta entonces, incluido otro cambio de convenio colectivo (el actual acaba en el verano de 2030).
Algunos jugadores (Stephen Curry y Kevin Durant son dos casos claros) no podrán llegar a extensiones de tanta magnitud por la over 38 rule: no se pueden hacer vínculos de cuatro años o más si estos atraviesan la temporada en la que el jugador cumple 38 años.
Todos los estamentos de la NBA, por último, mirarán con lupa cómo evoluciona la relación Brown-Celtics, la primera súper extensión en el marco de un nuevo convenio creado para potenciar la paridad entre equipos, evitar que los poderosos amasen talento y drenen el terreno de los demás… y también para conseguir que el dinero que fluye ahora mismo en la NBA se distribuya entre todos los jugadores. Está por ver en qué queda esto último porque muchos tienen unas dudas que ya ha expresado públicamente, por ejemplo, Austin Rivers: “No me hagas hablar, es increíble. Ahora o ganas 50 millones o ganas dos. Es una broma. No sé ni cuántos jugadores de nivel midlevel están firmando contratos mínimos”.
Y puede que sea así. Los equipos tienen límites mucho más restrictivos en sus excesos de gasto pero a lo que no van a renunciar, salvo que no quede más remedio, es a las grandes estrellas, las que se llevan los megacontratos. Eso puede provocar que el resto de las plantillas se rellenen cada vez más con contratos mínimos de veterano o con los que amplían estos últimos con subidas de solo un 20%. Phoenix Suns tiene cuatro contratos máximos: Kevin Durant, Bradley Beal, Devin Booker y Deandre Ayton. El resto, once mínimos o derivados de estos. Los Warriors tienen cinco de más de 20 millones… y ninguno más que llegue a 10. La ampliación del volumen del contrato midlevel para favorecer a la clase media tampoco ha funcionado: solo tres jugadores se han aprovechado en mayor o menor medida de este cambio: Gabe Vincent, Donte DiVincenzo y Dennis Schröder. Hasta 18 que promediaron al menos 18 minutos por noche en pista la temporada pasada han firmado en esta ventana de mercado contratos mínimos o extendidos con ese aumento del 20% sin derechos Bird (bird rights).
Kevin Garnett también ha expresado, a través de las redes sociales, su preocupación por esta deriva: “Muchos salarios enormes pero, ¿dónde está el pan de la midlevel? Esto se está convirtiendo en ‘o el máximo de dólares o casi el maldito mínimo’”. El analista Bobby Marks, de ESPN, resumía así la situación de las plantillas después de este mercado de verano: ““Ahora mismo hay 440 jugadores con contrato en la NBA. En la temporada 2023-24, 44 van a tener un sueldo de más de 30 millones. Los otros 396 se mueven en el arco entre un millón y 30 millones. 32 están entre 20 y 29, 79 entre 10 y 19, 115 entre 4 y 10 y 170 entre 1 y 4 millones”.
En los próximos meses empezaremos a ver cómo se maneja y reequilibra una competición en la que todos intentan, en la bonanza actual, sacar el máximo rendimiento para sus intereses. Es lo que ha hecho este verano, en cuanto ha podido y aprovechando unas circunstancias históricamente favorables, Jaylen Brown. Bien por él.