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CHICAGO BULLS

Beverley: “Al 50% de los jugadores de la NBA no les gusta el baloncesto”

Patrick Beverley, una vez más, no se muerde la lengua y señala sobre todo “a los compañeros que he tenido con más talento, a los mejores”.

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Beverley: “Al 50% de los jugadores de la NBA no les gusta el baloncesto”
Ethan MillerAFP

Patrick Beverley es un bocazas, y esa es parte de la personalidad que le ha valido para llevar una década en la NBA, convertido en especialista defensivo y secundario duro, un camino improbable para el guard de Chicago que (tiene 34 años) escapó de una infancia muy dura para hacer carrera en Ucrania, Grecia y Turquía antes de volver a llamar la atención de la NBA.

Después de un paso en falso en los Lakers, con los que apenas jugó unos meses en la primera parte de la temporada, acabó curso en Chicago Bulls, el equipo de su ciudad. Allí tuvo un rol más adecuado para sus condiciones, pero no pudo ayudar a que los Bulls se metieran en playoffs. Los de Illinois cayeron en el segundo partido de play in, en pista de Miami Heat. Curiosamente, la primera vez en toda su carrera NBA en la que su equipo se quedaba fuera de los playoffs.

Beverley, que será agente libre en verano, también tiene el hábito de dejar titulares jugosos, y por eso son habituales las perlas en su programa, The Pat Bev Podcast. La última ha sido, ahora que se están jugando las eliminatorias por el título, asegurar que es en este punto cuando se nota que, según él, “al 50% de los jugadores de la NBA no les gusta el baloncesto”.

En su comparación, la situación es como cuando en una relación hay que ir más allá de una primera cita y todo el esfuerzo que se hace en esos pasos iniciales para conquistar a la otra persona: “Es una cuestión de preparación. ¿Quién hace a partir de ahí el esfuerzo suficiente? ¿Puedes trasladar toda la energía necesaria a ese trabajo que hay que hacer? Ya sea para hacer sesiones de vídeo, entrenamientos extra de tiro o lanzamientos de personal. ¿Puedes entrenar para tener registros nuevos, tiros que no has usado hasta entonces? Es una cuestión de cómo de preparado estás. ¿Conoces la filosofía de tu entrenador? ¿Sabes lo que tus técnicos necesitan de ti? Porque puede ser distinto de lo tú quieres hacer. La mayoría de compañeros que he tenido y que no aman el baloncesto son los que son mejores, los que son jodidamente buenos. Los que tienen más talento. Es la mierda más extraña del mundo. La preparación cambia cuando tienes tanto talento. El suficiente para simplemente presentarte en el puto partido y meter 30 o 40 puntos. Eso te vale cuando juegas contra rivales que no son muy buenos, pero deja de ser suficiente en playoffs”.

Un camino muy difícil hasta la NBA

Beverley fue MVP de la Eurocup en 2012, ganó la Copa en Grecia y Rusia y en 2014 saltó a la NBA con los Rockets, donde estuvo entre 2013 y 2017, año en el que entró en el Mejor Quinteto Defensivo justo antes de formar parte del trade por Chris Paul que acabó siendo muy beneficios para los Rockets, que le recibieron a él, a Lou Williams y Montrezl Harrell (entre otros), tres jugadores ahora fundamentales en la rotación.

Pero antes de eso, de sus aventuras por el baloncesto profesional, Beverley se crio en las zonas más desfavorecidas de Chicago (K-Town, en el duro West Side), y allí forjó el carácter que sigue admirando a Doc Rivers, tal y como reconoció el técnico en un artículo de ESPN: “Se lleva rebotes que no tiene sentido que se lleve, es cuestión de dureza y actitud. Cree realmente que esas bolas van a ser suyas”. Esa actitud tiene que ver con lo que sabe que habría sido su vida si no hubiera encontrado la puerta de escape del baloncesto: “Si no hubiera sido jugador de baloncesto habría sido el mejor camello del mundo”.

Cuando fue suspendido por la Universidad de Arkansas por plagio, regresó a casa y tuvo que plantearse si se dedicaba definitivamente al baloncesto o trataba de ganarse la vida de otra manera. Tenía dos hijos, un niño de dos años y una niña recién nacida: “Tenía bocas que alimentar. De donde yo venía no tenía el lujo de tener ahorros ni dinero de mi familia. Ni tenía negocio familiar en el que ponerme a trabajar. Era el baloncesto o vender droga”.

Beverley, en ese artículo de ESPN, recuerda que salió adelante con su madre, Lisa, que tenía tres trabajos, en un apartamento de una habitación. Sin padre y un edificio en el que se consumía droga y había robos por las escaleras, recuerda lo que le decía su abuela: “Ella no sabía qué decirme para educarme como un hombre. Y mi madre tampoco. Así que mi abuela me decía que viera películas italianas, como de mafiosos como las de El Padrino. Después me reconoció que no sabía cómo transmitirme que la familia lo era todo, que tenía que ser el hombre de la mía. Así que de alguna manera me educaron como a un pequeño gangster. Mi madre había lo que tenía que hacer para que tuviéramos comida, un techo y un mínimo de protección. Así que salía con traficantes de droga. Por eso crecí sin tener miedo a nada. Conocía a tipos que eran los más peligrosos que te podías encontrar, sabía en qué andaban metidos, sabía las reglas de las calles y recibía lecciones extra de los tíos con los que salía mi madre”.

Otros pasajes de su vida que marcaron radicalmente su carácter fueron el accidente de tráfico que casi le cuesta la vida en 2008, cuando se ganaba la vida vendiendo marihuana (“escuché una voz que me dijo que todo iba a ir bien, tenía que ser Dios”) y, poco después, el asesinato a tiros de su mejor amigo, casi su hermano, al que había dejado en la calle tras no poder convencerle de que fuera con él a casa de su abuela: “No le tenía que haber dejado allí. Tenía que haber tirado de él, lo que fuera. Es algo a lo que no dejas de darle vueltas. Tuve pesadillas todas las noches durante dos meses seguidos. Veía fantasmas, estaba en un lugar muy oscuro”. Dos días después, recibió la llamada para irse a jugar a Ucrania: “No me iba a pasar lo mismo. No es que lo considere un sacrificio, pero sí que fue como si su muerte sirviera para despertar a mi familia. Me hizo luchar pero por las cosas correctas”.