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BOSTON CELTICS

Kevin Garnett y el traspaso más grande de la historia

El 31 de julio de 2007 Kevin Garnett cambió los Wolves por los Celtics en el traspaso más grande de siempre. 11 meses después, ganó el Anillo.

El 31 de julio de 2007, Kevin Garnett cambió los Wolves por los Celtics en el traspaso más grande de siempre. 11 meses después, ganó el anillo de campeón.
Jared WickerhamGetty Images

En época de traspasos, nunca es malo recordar cómo fueron los que tuvieron lugar en el pasado. Qué es necesario y qué no a cambio de un jugador u otro, cuánto cuesta hacerse con una estrella de primer nivel y qué cantidad de jugadores y rondas del draft se tienen que dar (o se está dispuesto a dar) para conseguir fichar a alguien. La última oferta que los Knicks hicieron por Donovan Mitchell (que no por Kevin Durant, la estrella más apetecible del mercado en los últimos tiempos) antes de que recalara en los Cavs lo dice todo: Evan Fournier, Obi Toppin, salario extra y cinco primeras rondas, al menos dos no protegidas. Los Jazz, que quieren mucho más, dijeron que no. Unas semanas después, Mitchell ha acabado en Ohio a cambio de Collin Sexton, Lauri Markkanen y Ochai Agbaji más tres primeras rondas del draft y otras dos intercambiables. Cosas que pasan.

No es la primera vez que estas cosas pasan, ni que no se da (o sí) lo suficiente por según qué jugador. Ni por una pieza tan valiosa como Durant, una que te puede dar el anillo, se ha intentado dar todo lo que se podía (finalmente, se queda en los Nets). Las filtraciones relacionadas con los Celtics fueron un buen ejemplo de ello: la oferta, siempre según rumores, era de Jaylen Brown y Derrick White a cambio de la estrella. Los Nets pidieron que se incluyera en el traspaso a Marcus Smart. En Boston, guardaron silencio. Hay quién dice que deberían haber metido a Jayson Tatum en el traspaso y quedarse con todo lo demás. Los Celtics consideran intraspasable a su jugador franquicia y no le van a tocar. ¿Tienen razón? Al final, el equipo verde no se movió y consiguió en el mercado a una pieza útil como Danilo Gallinari, que se ha lesionado y podría perderse toda la temporada. Una vez más, cosas que pasan.

El 31 de julio de 2007, ocurrió un terremoto en la NBA: Kevin Garnett, un hombre que llevaba 12 temporadas y sumaba 927 partidos con los Timberwolves, abandonaba Minnesota para recalar en los Celtics. A cambio, los verdes dieron a Al Jefferson, Ryan Gomes, Sebastian Telfair, Gerald Green, Theo Ratliff, más dinero, una elección de primera ronda de Boston del Draft de la NBA de 2009 y una elección de primera ronda de Minnesota del mismo draft que poseían del traspaso entre Ricky Davis y Wally Szczerbiak en 2006 no protegidas. En otras palabras: siete jugadores por uno solo, una absoluta barbaridad que supuso el mayor intercambio de la historia de la NBA. Jamás se habían dado tantas piezas por un solo jugador. Y, de momento, no parece que vaya a repetirse algo semejante.

En contexto y dentro de una absoluta racionalización a posteriori, hay cierta comprensión en ese traspaso. Garnett, unido emocional y sentimentalmente a los Timberwolves, pidió el traspaso tras tres temporadas consecutivas sin pisar playoffs, algo que no hicieron desde 2004, cuando llegaron a las finales de la Conferencia Oeste tras una serie titánica ante los Kings (4-3 con una victoria final en el Target Center) y cayeron ante los Lakers de Play Station (Kobe, Shaq, Payton y Malone) por 4-2 y con muchas lesiones. Se preveía entonces la dinámica ascendente de una entidad muy joven cuyo resultado entonces fue absolutamente tremendo: mercado pequeño, apenas 15 años de historia tras aterrizar en la NBA en la expansión de 1989 y una referencia como Garnett que se hizo con el MVP en ese 2004 que ya queda muy lejano. Sin embargo, las cosas no salieron bien, el equipo se hundió y Garnett pidió salir... y lo hizo.

La tesitura de los Wolves no era fácil. Cuando Kobe pidió el traspaso ese mismo verano y se reunió con Jerry Buss y Phil Jackson, el Doctor se lo explicó a la perfección: “Si tuviera un diamante de cuatro quilates, ¿crees que lo cambiaría por cuatro de un quilate cada uno? Pues no, en un valor jamás conseguiremos un valor equivalente al que tu aportas al equipo”. Al dueño de los Lakers y su inabarcable visión de futuro en todos los aspectos de la vida, no le faltaba razón. Kobe no salió, pero Garnett sí, y por muchas piezas que recibieran los Wolves en el traspaso, incluida alguna muy interesante como la de Al Jefferson, jamás remontaron el vuelo y no regresaron a playoffs hasta 2018. Una crisis casi pantagruélica que no resolvieron ni Rick Adelman en el banquillo, ni una promesa como Kevin Love ni, claro, un Garnett que volvió en 2015 para retirarse en el lugar que consideraba su hogar y del que se separó en su adiós por una gestión, la del dueño Glen Taylor, que consideraba errónea.

Los Celtics ganaron ese anillo. La marea verde creó ese año uno de los entramados defensivos más impresionantes de la historia, provocando que sus rivales sumaran el peor porcentaje en tiros de campo de toda la Liga y, a la vez, el mayor promedio de pérdidas, lo que en suma no tenía precedente desde que había registro de ambas categorías estadísticas. Y todo gracias a Garnett, Mejor Defensor y tercero en las votaciones para un MVP que ganó Kobe Bryant, derrotado junto a sus Lakers en esas Finales, las de 2008. Y todo ello nos sirve sólo para volver a hacernos la pregunta del millón, una que sobrevuela la NBA en estos momentos. ¿Cuánto hay que dar por una de las mejores estrellas de la mejor Liga del mundo? ¿Es posible conseguir algo remotamente similar en un traspaso, o siempre se va a salir perdiendo? La pregunta del millón. En esas estamos.