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¿Qué hacemos con Ben Simmons?
El australiano, después de más de diez meses sin jugar, parece listo para disputar el cuarto partido de la serie contra los Celtics, mañana. El problema, claro, es que la cosa está 3-0...
El 10 de febrero, James Harden fue traspasado a Philadelphia 76ers porque su relación con Kyrie Irving y Kevin Durant parecía insalvable. Todo lo que se ha sabido después es que ninguna de las dos partes (consideramos a Kyrie y Durant un frente común) tenía interés alguno en hacer funcionar lo que, a priori, era la formulación del big three total, la receta del anillo. Muchos dieron a los Nets como ganadores del traspaso: Harden había dado muestras de tener ya detrás de él sus mejores días y el retorno por su salida (y la de un muy veterano Paul Millsap) lo formaban un par de primeras rondas de draft, Andre Drummond, Seth Curry… y Ben Simmons, la gran wildcard de la operación, un comodín en la reconfiguración de las jerarquías en el Este.
Casi en mayo, los Nets están eliminados de playoffs salvo que sean el primer equipo de la historia que remonta un 3-0 en contra. Los Celtics están pasando por encima de ellos en un ejercicio de química, intensidad, defensa y voluntad que está dejando en evidencia la nada que esconde la acumulación de nombres estruendosos del roster de los Nets. Así que, con 3-0, para los Celtics, espera el cuarto partido, mañana lunes en Brooklyn. La opción de la barrida (el 4-0). Y, en teoría, y para colmo de los constantes sainetes que han marcado la temporada de los Nets, el día del regreso de Ben Simmons. Era la ficha fijada, pero… ¿se mantendrá con la serie 3-0, el equipo sin opciones reales salvo milagro y la opción de que el australiano solo juegue, en toda la temporada, el partido del adiós de su nuevo equipo?
Esa es la cuestión ahora. Para Kristian Winfield, del New York Daily News, que Ben Simmons jugara ahora sería “negligente, imprudente y decididamente destructivo”. La idea de su regreso se manejó antes del tercer partido, cuando existía la opción de llegar al cuarto con un 2-1 que mantuviera perfectamente viva la serie. Simmons no juega desde el 20 de junio de 2021, cuando los Sixers fueron eliminados en la final del Este, en un séptimo partido contra Atlanta Hawks que dejó a Simmons tan malparado, señalado después por Doc Rivers y Joel Embiid, que decidió no volver a jugar con el equipo que le había dado el número 1 del draft de 2016. Con 25 años, tres all star y una extensión de contrato de 170 millones por cinco años firmada en 2019 (tiene asegurados más de 40 millones en la temporada 2024-25), Simmons debería estar en su mejor momento…
Pero sus últimos meses han sido una pesadilla. Se negó a regresar a la disciplina de los Sixers, pidió el traspaso y vio como en Philadelphia optaban por tener paciencia para esperar a la oferta adecuada. Acumuló multas de su equipo, alegó problemas de salud mental dada su situación y esperó a ese traspaso que llegó, finalmente, antes del cierre del mercado invernal. Pero desde entonces, y nadie lo imaginaba en ese momento, no ha podido jugar. Así que si debuta con los Nets, y se estrena así en la temporada 2021-22 mañana, puede ser, si los Nets pierden, el primer jugador que en dos partidos seguidos ve como su equipo es eliminado: del séptimo contra los Hawks… al cuarto contra los Nets.
Es difícil entender cómo se ha gestionado la comunicación de este caso Simmons. Después del traspaso no se habló de los problemas de espalda que finalmente le han tenido parado. Solo de “puesta a punto” y de “acondicionamiento” tras meses apartado de su anterior equipo, los Sixers. Ni su entrenador, Steve Nash, ni el principal ejecutivo de los Nets, Sean Marks, hablaron en público de una posible lesión. Cuando esta aparece en los medios, el 26 de febrero, los peor pensados creen que es una cortina de humo para evitarse el trago de jugar en el regreso a Philadelphia, un partido que se juega el 10 de marzo y que Simmons sí ve junto al banquillo de equipo, con abucheos e insultos constantes de la grada, minimizados solo por el desastre de los Sixers (100-129).
Días antes, aunque todavía no se había hecho público, el australiano se había sometido a una resonancia magnética. El 2 de marzo, Brian Windhorst (ESPN) advirtió de que el problema va más allá de las simples molestias. El 15 se supo que se había recurrido a una inyección epidural contra un dolor que se extendía ya por las piernas. El 16 se habló de “irritación” en el segmento L4 de la columna, el 18 Nash confirmó públicamente esa resonancia que ya tenía semanas y el 21 Shams Charania (The Athletic) se refirió por primera vez a una “hernia de disco”. Una secuencia terrible que acaba revelando un problema verdaderamente grave. A partir de ese momento, y con Simmons metido en un proceso judicial en el que reclama 19 millones a los Sixers, se enfría cualquier atisbo de optimismo y su presencia en pista empieza a parecer una quimera. Brian Lewis, del Post, formuló, también por primera vez, las posibilidades que existen (no muchas, en principio) de paso por el quirófano en verano. Pero después, también como si viniera de la nada, Adrian Wojnarowski (ESPN) cambió el tono el 10 de abril: Simmons todavía podía llegar a tiempo para jugar en primera ronda. Después, a un post con mensaje esperanzador del jugador en redes sociales siguió, literalmente un día después, un “no esperamos contar con él” de Kevin Durant. La ceremonia de la confusión acaba con una fecha sobre la mesa: 25 de abril, cuarto partido de la serie Celtics-Nets, segundo en Brooklyn.
Claro que, entonces, ni los más pesimistas en la Gran Manzana (bueno, quizá ellos sí) esperaban que a ese punto, al game 4, se llegara con 3-0. Lo que podía ser una inyección de moral (y, en el mejor caso, un notable golpe deportivo) se convierte así en una cuestionable maniobra publicitaria, seguramente un problema en las horas previas (por el nivel de toxicidad del debate) y un extraño recurso para un equipo casi sin vida que se expondría al peligroso efecto de introducir a un jugador que no ha debutado con su nueva camiseta y que lleva desde junio sin jugar. Y que la última vez que lo hizo fue en condiciones anímicas muy difíciles y antes de decidir que no quería seguir con su equipo. Unos Sixers, además, que parecían candidatos perennes al anillo con él y Joel Embiid y a los que dejó, hasta donde se sabe, sumido en serios problemas anímicos. Es la peor situación imaginable, para Ben Simmons y para los Nets. Un sainete, otro más, para una franquicia que va a cerrar un año negrísimo. Veremos si ya mañana… y veremos si con Ben Simmons en pista. Cuesta creer que vaya a ser así, pero quién sabe. Estos son los Nets 2021-22. Las opciones más extrañas, y finalmente nocivas, siempre parecen estar encima de la mesa. Hasta, literalmente, el último día del curso.