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La serie del morbo: el poder del Garden y el examen de Kyrie
Celtics y Nets se enfrentan en una primera ronda llena de morbo. Kyrie vuelve al Garden, los verdes buscan resurgir y Durant reivindicar un proyecto con muchas dudas.
Empiezan los playoffs, empieza el morbo. La primera ronda casi siempre es un mero trámite para los equipos de arriba y un suplicio con sabor a eliminación para los de abajo. Y en ese casi se ha colado este año un Celtics-Nets con unas connotaciones emocionales y deportivas que trascienden más allá del baloncesto. El equipo de Brooklyn, tras una temporada que no se puede calificar como buena en ninguna de sus muchas vertientes, visita la cuna del baloncesto, el Boston Garden, un estadio histórico con tintes épicos, un lugar en el que se han visto y vivido momentos baloncestísticos brillantes, alucinantes, enormérrimos. Y el equipo del estado de Massachusetts espera con una mal disimulada alegría su momento de redención, uno eternamente postergado y que tendrá lugar con ventaja de campo ante su público, uno que ha evolucionado desde tiempos pasados por el encarecimiento de las entradas y la dinámica de una franquicia histórica, pero que sabe y entiende de baloncesto.
Todos los focos estarán puestos en un hombre que huye de ellos de la misma manera que los atrae: Kyrie Irving vuelve al lugar en el que se convirtió en enemigo público número 1, a enfrentarse al proyecto que casi destruyó y que dejó con sonrisa convertida en una mueca y las ansias de anillos en ganas olvidadas. El base estuvo en Boston de 2017 a 2019, llegó por voluntad propia a un nuevo hogar para escapar de la alargada pero a veces protectora sombra de LeBron James y no fue nada parecido a lo que sí consiguió ser en Ohio ni, mucho menos, el líder en solitario de un equipo que acabó denostado por su obra y gracia. En su ausencia, los Celtics llegaron hasta el séptimo partido de las finales de Conferencia (con un récord de 10-1 en el Garden); con su presencia, los Bucks acabaron con las esperanzas de los Celtics en semifinales (4-1) y Kyrie puso rumbo a tierras más cálidas bajo el cobijo de otro gran jugador como Kevin Durant, similar en formas al base, y con un talento semejante a un jugador históricamente bueno.
Los Nets se la juegan y los Celtics buscan la redención. El superar a un Kyrie que les apeó el año pasado, uno radicalmente distinto al presente, en una primera ronda sin historia (4-1) en la que Jayson Tatum tuvo que anotar 50 puntos para poder dar una victoria a los Celtics. Ahora las tornas han cambiado: la ventaja de campo es para el equipo verde, que ya no tiene a Brad Stevens en el banquillo y sí en los despachos. Ime Udoka, uno de los ganadores de la temporada, llegó para quedarse en un banquillo en el que empezó dubitativo y acabó como amo y señor. La segunda parte de la campaña de los Celtics ha sido sencillamente espectacular: el 7 de enero su récord era de 18-21. Han acabado con un 51-31. Un 33-10 de parcial para ser la mejor defensa de la NBA y el mejor equipo de 2022 junto a los inabarcables Suns. Unas sensaciones diametralmente opuestas que a las de los primeros meses de competición. Y un aviso a navegantes: están para el anillo. Y lo han demostrado.
La regular season y los playoffs
Hay una tónica general que sirve, sin duda, para gestionar ciertos aspectos de la narrativa que envuelve a una NBA poliédrica, llena de clichés y de vivencias de Twitter y alejada, muchas veces y otras no, de la realidad deportiva. El argumento del ya verás en playoffs no les sirvió a los Celtics en la 2018-19, cuando acabaron antes de tiempo una temporada que nunca empezó. Y no tiene por qué servir para unos Nets que tienen algo inequívocamente necesario para ganar anillos, el talento. Pero que han sido un desastre táctico constante durante muchos meses, han sufrido el sainete en torno a James Harden como piedra angular y no han tenido, ni tienen, plan defensivo. Steve Nash ha demostrado ser eso que ya se presuponía que era, un mero títere que está para contentar a sus estrellas y que ya no cuenta con la tranquilizadora protección a sus espaldas de un hombre entregado y respetado como Mike D'Antoni, asistente suyo el año pasado. Y ni las exhibiciones recientes de Durant y Kyrie, que se han ido por encima de los 80 puntos en varios partidos, han servido para sumar victorias.
Los Nets son lo que son y nada hace pensar que vayan a ser algo distinto en playoffs. Un proyecto emanado de la era de los jugadores empoderados que consiguió tener en Brooklyn a Kyrie y Durant por decisión de ambas estrellas y que no ha disputado ni una sola final de Conferencia en tres temporadas. La primera, entre bambalinas, sirvió para encauzar lo que querían sus estrellas: adiós a Kenny Atkinson y su cultura y, sin jugar (Durant nada, Kyrie 20 míseros partidos), fichaje de un novato Steve Nash que ha sido lo que ellos querían que fuera. El año pasado fue el que más cerca estuvieron, con ese lanzamiento de Durant ante los Bucks que sirvió para empatar y no para ganar, para forzar una prórroga en Nueva York que acabó sentenciando a unos Nets sin Kyrie, con Harden jugando lesionado y con 53 minutos de ese ser de otro planeta que representa un alero que parece nacido para jugar al baloncesto.
En esas semifinales se alcanzó un tope que sabe a poco y, si este año la cosa funciona de la misma manera y los engranajes no encajan porque es imposible que encajen, estaremos hablando de un fracaso mayúsculo. De un proyecto sobredimensionado, de una película de Francis Ford Coppola en los 80. Con tanto talento se espera un anillo, igual que con un gran presupuesto se espera una gran película. Y, cuando esto no se cumple, las críticas son más que justificadas. Harden ha salido por la puerta de atrás porque nada le parece bien, Seth Curry ha venido bien parcialmente, Patty Mills es lo único rescatable y LaMarcus Aldrige y Blake Griffin ya no están, sencillamente, para esto. Bruce Brown será el que tenga que defender a Smart para proteger a Kyrie y Dragic, Curry y Mills tendrán muchas dificultades contra cualquier defensa exterior de la Liga. Las ayudas laterales de Durant podrán aparecer, aunque de forma intermitente. Y Ben Simmons podrá regresar a partir del cuarto partido... pero no deja de ser un base desmadejado, que un año sin jugar y que no ha disputado ningún partido en un esquema inexistente. Puede venir bien, sí. Pero cuesta mucho pensar que vaya a ser la solución.
El orgullo verde
En la otra cara de la moneda la transgresión, el cambio. La evolución dentro de un proyecto condenado en noviembre, en diciembre, a inicios de enero. Y resucitado de forma espectacular por un Stevens paciente en los despachos y un Udoka insistente en los banquillos. Tatum (26,9 puntos, 8 rebotes y 4,4 asistencias en temporadas regular) estaría en las quinielas para el MVP si su temporadas hubiera empezado antes. Jaylen Brown (23,6+6,1+3,5) es su complemento perfecto, el hombre polifacético que en todas partes está. Y Marcus Smart ha dejado atrás sus comentarios mordaces y sus constantes alusiones a lo que debería o no debería hacer, para convertirse en un candidato totalmente legítimo a Mejor Defensor y ser un buen complemento en ataque (casi 6 asistencias por partido, el tope de su carrera) que es consciente de sus limitaciones, no se ceba en los finales de partido con triples imposibles y es el alma de Boston como lo es Bobby Portis de Milwaukee. Y con una tradición mayor en el tiempo que carece, de momento, de anillo.
Solo con la segunda parte de una temporada magnífica, los Celtics se han convertido en la mejor defensa de la NBA, reciben 104,5 puntos por partido, son consistentes y muy difíciles de vencer. La única duda para la serie está en la baja de Robert Williams, un hombre con altura y envergadura, capaz de defender a jugadores exteriores en cambios defensivos y que habría sido un sostén contra Durant y Kyrie. Al Horford tendrá que ser un líder noble y voluntarioso, mientras que Daniel Theis deberá economizar sus minutos y estirar su producción como el pívot suplente que siempre debió ser, y no el titular al que se comió Bam Adebayo en la burbuja de Orlando. Udoka ya ha dicho que Robert Williams avanza positivamente, pero que ha preparado la primera ronda sin él. Una baja incuestionablemente que recuperarán, si llega, en semifinales. Y algo a lo que los Nets, que no destacan precisamente por su juego interior, se tienen que agarrar. No les queda otra.
El público del Garden clama venganza pues, ante un Kyrie que solo ha disputado 29 partidos, ausencia de vacunación mediante, pero se ha ido a más de 27 puntos por partido. Y ya prepara una férrea defensa ante un Durant de se ha ido a casi 30 tantos por noche, con más de 7 rebotes y 7 asistencias de media. El orgullo verde, ese inherente a una franquicia fundadora de la NBA, tendrá que florecer para una serie difícil que será el inicio de, si avanzan, más duelos titánicos en próximas rondas. Todos los ojos están puestos en la serie del morbo, una que condenará a un equipo y encumbrará al otro. Todo o nada para unos Nets que no se han cansado ligeramente en un play-in que han resuelto sin brillo, pero por la vía rápida y con muy buena distribución de sus dos estrellas. Y poco que perder, pero mucho que ganar para unos Celtics que deberán plantear la eliminatoria desde la defensa y hacerse fuertes ante su público. Los Bucks decidieron que no querían a los Nets en primera ronda y sacrificaron la ventaja de campo en unas hipotéticas semifinales ante los verdes. Los Celtics decidieron que especular no iba con ellos. Está en su esencia. Empieza la serie del morbo. Nets y Celtics. Kyrie y Smart. Brooklyn y Boston. Proyecto y proyecto. Pura NBA.