Shawn Marion: "The Matrix", el sustento del anillo de Nowitzki
Revolucionario en los Suns y decisivo en los Mavericks, Shawn Marion cuajó una gran carrera con un físico impactante y una mecánica de tiro totalmente arcaica.
Sin llegar a la nomenclatura de leyenda, Shawn Marion siempre fue un tío muy molón. Por el tipo de juego que desarrollaba, su explosividad, su capacidad para ser decisivo en los dos lados de la pista y su humildad a la hora de nunca acaparar ese primer plano que jamás ocupó. Ni lo pretendió: segunda y tercera espada en los Suns, fue un jugador de rol desde que salió de la franquicia de Arizona y así ganó el anillo de 2011, de la mano de un Dirk Nowitzki enormérrimo y una plantilla veterana y espectacular a partes iguales. Y se retiró tras disputar unas nuevas Finales, en 2015, ya entrado en años y sin demasiado aporte por un físico mermado durante una temporada en la que fue más un veterano de lujo que una pieza de excesiva importancia. Y ahí es donde Marion desarrolló la mayor parte de su carrera: a la sombra, sin ser el eje de los focos, sin aspirar al protagonismo y buscando siempre, en ataque y en defensa, lo mejor para su equipo.
Marion no es, por mucho que él mismo se empeñe (lo dijo hace muy poco), uno de los 75 mejores jugadores de la historia de la NBA. En esa lista ha habido algunas bajas y otras que no lo han sido, pero quizá han debido serlo. Pero nadie ha hablado, y con razón, de un Marion que está por detrás de todo ese conglomerado de estrellas. Y sin haber tanta diferencia, la diferencia es clara; nunca fue jugador franquicia ni líder estadístico. Tampoco campeón del anillo siendo la referencia del equipo que lo ganaba. Y todo eso pesa mucho en una lista muy grande pero, a la vez, selectiva, y a la que se accede también por una cantidad ingente de talento a la que Marion nunca llegó. Y esto es llamativo y demuestra que es hartamente complicado acceder a ese top que la NBA se ha inventado por su 75 cumpleaños. Y es que Marion tenía mucho talento. Lo cual nos enseña todo el que tenían los que están por delante de él.
Nacido en Waukegan, Illinois, el 7 de mayo de 1978, Marion asistió a la Universidad de Vincennes (Indiana) procedente del Instituto Clarksville. En la 1996-97, como estudiante de primer año, disputó 36 partidos y promedió 23,3 puntos y 12,8 rebotes, además de lanzar con un 56% en tiros de campo. Sus 838 puntos totales como estudiante de primer año lo establecieron como el segundo total más alto de una temporada en la historia de dicha Universidad. En su año sophomore y en los mismos partidos se fue a 23.5 puntos y 13.1 rebotes con un 60% en tiros. En total, promedió 23,4 puntos en esas dos temporadas (1.685 en total) y se marchó como el segundo máximo anotador de la historia de Vincennes.
Cambió Indiana por la UNLV, de mayor prestigio. Con ellos disputó la 1998-99, promediando18.7 puntos, 9.3 rebotes, 2.5 robos y 1.9 tapones en 29 partidos. Tras una gran etapa universitaria, se declaró elegible para el draft de ese mismo año. Antes, claro, tuvo sus dudas: en marzo de ese año aseguró que su intención era graduarse en su cuarto año e intentar así asaltar el campeonato de la NCAA. Sin embargo, muchos ojeadores se fijaron en él y Marion confirmó que, si se presentaba al draft, no sería elegido por debajo de la mitad de la primera ronda. Un dato que, a buen seguro, potenció sus ganas de dar el gran salto a la NBA y dejar la Universidad. El 30 de junio de 1999 se celebraba del draft en Waashington, Estados Unidos. Y los Suns seleccionaban a Marion en la novena posición del draft: empezaba una nueva aventura.
La revolución de los Suns
Nada más aterrizar en la NBA, Marion fue apodado "The Matrix" por el analista de TNT y exjugador de baloncesto Kenny Smith. Fue durante la pretemporada de su año rookie y se llevó dicha nomenclatura debido a su imponente físico. Aparte de eso, los primeros años de Marion contrastaron con los últimos de Danny Ainge como técnico (sí, el que luego ha sido tanto tiempo directivo en los Celtics) y el paso de Scott Skiles y Frank Jackson por un banquillo que parecía gafado. La franquicia intentaba dar los pasos en la dirección correcta desde que Charles Barkley abandonara Arizona con las Finales de 1993 y el MVP de dicha temporada como topes de su gran currículum. E intentaban buscar una esencia perdida en una NBA que no espera a nadie. Como Marion descubriría poco después.
El alero, que también podía jugar de ala-pívot, avanzaba en medio de la clandestinidad de la entidad. Promediaría 10,2 puntos y 6,5 rebotes en su año rookie; tras esto, jamás bajó de los 17 en sus años en Phoenix, en los que se movió siempre en torno a los 10 rebotes. En la 2002-03 se fue a más de 21 tantos con 9,5 rebotes de promedio, lo que le valió su primer All Star. Y siguió siendo un filón con la llegada de Steve Nash en 2004, cuando se convirtió en uno de los mejores jugadores de un equipo que cambió el baloncesto. Con el Seven Seconds or Less, Marion fue uno de los predilectos de Mike D'Antoni, y acompañó a Nash y a Amar'e Stoudemire en la era del pick and roll, con 62, 54 y 61 victorias en tres temporadas consecutivas en las que los Suns optaron de forma constante al anillo pero dejaron muy claro que era un equipo fiable en regular season, pero carente de plan b y soluciones específicas en momentos concretos cuándo llegaban los playoffs.
Marion se convirtió en alguien esencial en el esquema de un equipo revolucionario. Y allí demostró sus mejores cualidades: su salida al contraataque, su capacidad para postear si era necesario, un cuerpo atlético con el que correr de un lado a otro de la pista, excelente reboteador y muy peligroso cerca del aro. Con una mecánica de tiro absolutamente arcaica, llegó a estar en torno al 39% en triples de 2001 a 2003. Y también funcionaba en el otro lado de la pista, esa defensa con la que perfeccionaba el juego de unos Suns que nunca se caracterizaron, precisamente, por recibir pocos puntos. Eso sí, los playoffs nunca acabaron bien: dos finales de Conferencia consecutivas (en 2005 y 2006, con 4-1 y 4-2 ante Spurs y Mavericks) y una semifinales en las que cayeron por 4-2, de nuevo ante los Spurs y en una de las series más polémicas del siglo XXI.
El mejor año estadístico de Marion esos años fue en la 2005-06, con la lesión de Stoudemire mediante. El alero asumió más protagonismo en ataque y consiguió 21,8 puntos y 11,8 rebotes de promedio, cifras espectaculares. Ese año sumó hasta 60 dobles-dobles y en las semifinales de Conferencia, ante los Clippers, logró 25,6+12,6 en siete disputados partidos. Un año antes, en 2005, sumó 38 puntos y 16 rebotes ante los Mavs, en el sexto y definitivo asalto de las semifinales del Oeste. Momentos brillantes en un proyecto que supuso una auténtica rebelión y que enamoró al mundo, pero que no pudo conseguir el premio del anillo, ese que siempre se le resistió a Steve Nash y que Marion se encontraría en un sitio distinto. En 2007 disputó su último All Star y en 2008 fus traspasado a los Heat junto con Marcus Banks a cambio de un Shaquille O'Neal muy lastrado por las lesiones. Una de las decisiones que Steve Kerr tomó en su única etapa en la directiva, que tuvo lugar en Arizona.
Escudero de Dirk Nowitzki y últimos años
Marion pasó por Miami y Toronto antes de recalar en los Mavericks. Curiosamente, allí se convertiría en el escudero de Dirk Nowitzki tras serlo de Nash en los Suns. Ambos, alemán y canadiense, compartieron equipo en Dallas y son grandes amigos. Y no deja de ser irónico que lo que no consiguiera con el base, sí lo hiciera con el ala-pívot, una auténtica leyenda que es, además, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Marion cuadró en un grupo veterano, con un entrenador fantástico y en una plantilla que tenía una serie de piezas, todas ellas fundamentales, para ganar el anillo. Marion no volvió jamás a las estadísticas de las que hizo gala en Phoenix ni a un All Star, pero se convirtió en alguien esencial en el esquema de Carlisle: importante en el ataque del asistente Terry Stotts, esencial en la defensa de Dwayne Casey.
Jason Kidd, DeShawn Stephenson, Jason Terry, Tyson Chandler, JJ Barea... El equipo era mayor, sí. Pero estaba ante una gran oportunidad. Y ellos lo sabían: una charla de Kidd y Nowitzki con Carlisle tras la lesión de Caron Butler, una pieza fundamental hasta su caída, provocó que Carlisle relegara a Terry al banquillo y lo utilizara de líder de la segunda unidad (ya fue Mejor Sexto Hombre en 2009), ascendiendo a Stephenson a la titularidad. Los Mavs ganaron en defensa y superaron a los Blazers en primera ronda (4-2), pasaron por encima de unos campeones que no volvieron a serlo, los Lakers de Kobe (4-0) y apearon a unos jóvenes e inexertos Thunder (4-1) que llegaron muy lejos ese año y a las Finales el siguiente antes de no volver a ver tan de cerca el anillo.
En las Finales, los Mavericks derrotaron a los Heat, con la venganza del 2006 y con un resultado idéntico pero con un ganador distinto: 4-2. Partidos taquicárdicos, un Nowitzki supremo y mucha igualdad con un LeBron James desaparecido y un Dwayne Wade que no pudo hacerlo todo solo. Marion, que había anotado 25 puntos en el quinto y definitivo partido de las finales del Oeste y que ya había renunciado al triple casi por completo, ayudó en exceso a la defensa sobre LeBron y promedió 13,7 puntos y 6,3 rebotes, anotando 20 tantos en el segundo asalto, en el que se fraguó la remontada de los texanos. Ahí cambiaron las Finales y la carrera de Marion, que en lo más alto de su currículum siempre tendrá el premio que se le resistió en los Suns.
En sus últimos años, Marion siguió ligado al proyecto de los Mavs, pero el equipo de Rick Carlisle nunca volvió a optar al anillo. La otrora estrella siguió siendo útil, un buen jugador de equipo que no tenía la explosividad de antaño pero que todavía jugaba mucho y evitaba lesiones: 63 (de 66, en el lockout), 67 y 76 partidos en sus tres últimas temporadas con los Mavs, antes de poner rumbo a los Cavaliers de LeBron, la primera imagen del proyecto tras el retorno del Rey a la tierra prometida. Sin apenas protagonismo, disputó 57 partidos y sus segundas y últimas Finales, en las que ni siquiera saltó a pista. Esa es la historia de Shawn Marion, un jugador que no es parte del top 75 de la NBA y que no va acompañado de la nomenclatura de leyenda. Pero que tiene una carrera meteórica, unos números envidiables y un juego molón y explosivo que protagonizó numerosos higlights y generó muchos aplausos. Ah, y un anillo de campeón. Claro.