NBA | CAVALIERS 101 - HAWKS 95

Ricky contra el mundo

El base español cuaja una actuación suprema (23+6+8) y lidera a los jóvenes Cavs a su primera victoria de la temporada. Trae, superado por Ricky.

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A Ricky Rubio le da igual aburrirse en Salt Lake City, pasar frío en Minnesota o tener que vivir en Ohio. Todo lo que le echen le parece poco al base español, con una capacidad innata para el sufrimiento y una evolución, física y mental, absolutamente meritoria. A lo largo de su carrera, Ricky siempre ha sido recibido con cierta suspicacia; primero por su juventud, después por su falta de desarrollo y después, claro, por ciertos aspectos de su juego. Sin embargo, el playmaker se ha olvidado del exterior para hacerse a sí mismo, aprender todo lo posible de sus entrenadores (el primero que tuvo en la NBA fue Rick Adelman, ojo) y adaptarse a los nuevos tiempos para ser hoy, con 31 años recién cumplidos (los hizo el día 21) uno de los jugadores más respetados de una competición que no espera a nadie, pero valora como ninguna la profesionalidad que deja traslucir un jugador que ha pasado de ser cuestionado a liderar a los Cavaliers con un MVP de un Mundial (el de 2019, recibido por Kobe Bryant) en sus vitrinas.

Actualmente, Ricky juega donde sea, apenas filtra a la prensa sus enfados por ser traspasado (ocurrió después de los Suns, pero no se ha vuelto a repetir con la misma intensidad) y se adapta al ambiente siendo consciente de su rol en cada momento. Y hay que tener una cosa en cuenta: incluso habiendo recalado en uno de los mercados más pequeños y detestados por los agentes libres de la NBA, el proyecto en el que se encuentra es total y radicalmente mejor que el de los desmadejados Timberwolves, sin rumbo ni dirección. Con unas bases que, en Ohio, han tardado mucho en asentarse y una semilla que todavía está por florecer, la franquicia de Cleveland parece estar dando, por fin, pasos para salir del averno y adentrarse en la luz sin alargada sombra de LeBron James. Algo de lo que han sido incapaces en todo el siglo XXI y que se ha puesto en evidencia las dos veces que El Rey se ha despedido de Akron para probar suerte en otros lugares. Y, The Decision al margen, los Cavs empiezan a asemejarse a un equipo de baloncesto. Más allá de que alcancen o no los playoffs este año, algo que se antoja harto complicado.

De momento, los Cavs rascan su primera victoria tras caer ante los emergentes Grizzlies y los prometedores Hornets, en dos partidos en los que no tuvieron suerte, pero mostraron una buena imagen. De la esperanza no se vive y había que traducir en victoria las buenas sensaciones, especialmente antes de iniciar una ruta por la Conferencia Oeste que incluye Nuggets, Clippers, Lakers y Suns. Iniciar semejante infortunio sin estrenar el casillero era preocupante, por lo que la victoria es un alivio ante lo que viene, que se puede afrontar de otra manera (aunque no haya muchas maneras de afrontarlo) mientras se esperan tiempos mejores (en el calendario, claro). Ya llegará el momento de pelear contra rivales de menor magnitud, enfrentamientos directos en los que se pueden sumar victorias mientras los jóvenes crecen y J. B. Bickerstaff sigue asentándose en un banquillo desee el que ya el año pasado transmitió muy buenas sensaciones. El resto, llegará cuando tenga que llegar. Si es que llega, claro. El camino, de momento, es el adecuado.

Ante los Hawks, Ricky dio lo que inequívocamente podemos considerar una exhibición: 23 puntos, 6 rebotes y 8 asistencias como titular, en un partido en el que disfrutó de 35 minutos de juego. La serie de lanzamiento también fue tremenda, con 9 de 15 en tiros de campo y 3 de 7 en triples. Y con tan solo 3 pérdidas. En otras palabras, un auténtico partidazo del base, que ha tenido un buen inicio de curso y lidera con sabiduría a un grupo unido y que se fija en el playmaker. El quinteto entero de los Cavs superó la decena de puntos, Jarret Allen sumó un doble-doble (11+14) Markkanen estuvo mal en el tiro (3 de 15, con 1 de 6 en triples) pero bien en la defensa, Okoro sigue dando muestras de sus capacidades y Kevin Love anotó 12 puntos desde el banquillo, dejando ramalazos de su consabido talento y aclarando que sigue vivo y que por algo es, además de por su pasado, el último reducto de esa plantilla que ganó el anillo en 2016. El mercado más pequeño, el premio más grande.

¿Y los Hawks? Un poco de todo y mucho de nada. Trae Young no fue el problema, pero distó mucho de ser la solución y se quedó en 24 puntos y 7 asistencias, con 8 de 22 en tiros de campo y 1 de 6 en triples, superado por Ricky en ataque y en defensa y en una actuación con cierto desmayo, carente de tintes épicos y con la sensación de estar en otro sitio. Capela atrapó 14 rebotes y Collins 12, pero los Hawks vivieron de las segundas oportunidades hasta que los Cavs cerraron esa opción en un tercer cuarto que rompió el partido: 31-17 para los locales, que se dedicaron a administrar la ventaja durante el resto de la noche. El equipo del resucitado Nate McMillan, que llegó a las finales del Este el año pasado, lanzó con apenas un 38% en tiros de campo y anotó solo 10 triples en 34 intentos. Una actuación muy pobre ante un rival liderado por Ricky Rubio, tocado por una varita. Un hombre que pelea contra las circunstancias y que, en ocasiones, parece estar solo ante el peligro. Ante el mundo. Pero que siempre, siempre, siempre responde. Y esa es, y no otra, su mayor fortaleza.