MIAMI HEAT

Un triple inmortal: LeBron y el eterno agradecimiento a Allen

El tiro salvador del escolta en las Finales de 2013 es una de las imágenes más icónicas de la historia moderna de la NBA. Año tras año, LeBron y Spoelstra se lo recuerdan a Ray.

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Un triple inmortal: LeBron y el eterno agradecimiento a Allen
Robert Mayer USA Today Sports

Las gradas están teñidas de blanco. Los gritos de ánimo, que pretenden convertirse en algo más tangible para los jugadores, no bajan ni un decibelio. La acción, y el anhelo de revivir la gloria reciente, empujan a ello. Al terminar la primera parte, Tim Duncan, que viene de promediar 17,8 puntos en temporada regular, acumula 25 líneas en su hoja. También ocho rebotes. Una exhibición mayúscula que otorga una ventaja mínima, pero bendita, a los Spurs (44-50). Es 18 de junio de 2013 y Miami está obligado a ganar si no quiere decir adiós a las Finales de la NBA. Empieza la segunda parte y el rincón de las penurias atrae como polo opuesto. LeBron, con nueve puntos y un -10 en pista durante la primera parte, quiere resarcirse; pero se topa con una pared en forma de mano, y muy grande. Kawhi Leonard, que intercepta un pase hacia Dwyane Wade, despega hacia la canasta contraria y recibe la falta: 2+1 y una brecha en el marcador que, al final del tercer cuarto, es de 10 puntos (65-75). 

Los fantasmas empiezan a asomar. Ahora, en vez de conocerse por Nowitzki, Kidd y Chandler, se hacen llamar como Duncan, Ginóbili y Parker. Psicofonías en forma de titulares: las críticas no entienden de los éxitos recientes, sólo del aquí y ahora. La exigencia bebe de la escasez de memoria: da igual lo que hayas hecho, recuérdalo. Basta. "Confiad los unos en los otros", dice Erik Spoelstra. Y se empieza a hacer, en sentido general y estricto: LeBron es otro. Pick and roll con Chalmers y mate a dos manos, tiro corto del propio Mario y machaque sin piedad, baile con Kawhi, que ahora se ha vuelto diminuto, y dos más; así, una tras otra, hasta alcanzar los 16 puntos. Duncan, mientras tanto, cero. Hay partido, pero el reloj viste de negro. Quedan 19 segundos y el electrónico marca un 92-95: sólo hay una solución y debe pasar por el rey. Hamilton borda el bloqueo y, tras él, las miradas de Tim y Tony sólo pueden contemplar cómo LeBron se queda solo, desde la línea de tres, a once suspiros del final. Dos segundos después, el balón toca en el aro: se puede respirar, hasta que Chris Bosh dice lo contrario. Ahora, a siete del precipicio, todos los ojos quedan puestos en Ray Allen: pasos hacia atrás mientras recibe el balón, brazos arriba, salto, tiro, se acaba el aire de nuevo... y triple para la historia. 

"Oh, sí, lo hacen", confiesa Allen en una entrevista con CBS Sports, al ser preguntado sobre si, como dicen algunos rumores, LeBron y Spoelstra le llaman de vez en cuando, y sin avisar, para agradecerle su tiro salvador. "Así es. Y les debo mucho por aceptarme en su equipo. Ellos ya tenían un ambiente ganador, y darme la bienvenida para ayudarlos a pasar al siguiente nivel... eso es lo que hacen los verdaderos ganadores. Siempre continúan encontrando formas de progresar, sea como sea. Siempre están dispuestos a aprender y mejorar. No ha pasado un año en el que alguno de los dos no me haya mencionado el 2013. Siempre están agradecidos por mi aporte ", explica. Con su triple, se forzaba la prórroga del sexto partido, hacía bueno el triple-doble que terminaría firmando LeBron (32+11+10) y empujaba a Miami hasta su segundo título consecutivo. "¡Quitad de aquí estas putas cintas amarillas!", gritaría Ray tras el paso de la pelota por la red. Los trabajadores del American Airlines Arena ya habían sellado el espacio para el festejo de los Spurs, que se postergaría hasta el año siguiente. 

El baloncesto también es (casi) un juego de dados

Tanto Miami como LeBron sudaron la gota gorda. El Rey, incluso, abandonó su inseparable, por aquel entonces, cinta del pelo. La perdió y no se preocupó más por ella: la concentración era máxima y no dejaba espacio para nada más. Ni Wade ni Bosh (a pesar del rebote) estuvieron a su legendaria altura, y la responsabilidad se fue convirtiendo en un monopolio que sólo rompería Allen, vital más allá del triple. En la prórroga, desde la línea de tiros libres, anotaría los dos últimos puntos, los que contrarrestaban los cuatro de Kawhi y ponían el 103-100 definitivo en el marcador.  

Un resultado tan trascendente para Miami como doloroso para el equipo de Gregg Popovich, que veía cómo un terremoto final hacía que su quinto anillo desde 1996 se le escabullera entre los dedos de las manos. Durante los siguientes meses, la palabra que más retumbó y atormentó (tanto como se puede inmersos en su merecida felicidad), dentro de las cabezas de los jugadores de los Heat, fue la de "suerte""Nos sentimos desairados, no os voy a mentirLa serie se fue a siete partidos, no es que fuéramos 3-0 perdiendo, remontáramos en el cuarto y acabáramos ganando cuatro seguidos. Si miras los números de la serie, los cambios de líder, las veces que el marcador estuvo empatado y los puntos, fue todo muy igualado", declaró LeBron en respuesta a los murmullos.

Efectivamente, Miami no dejó golpe sin respuesta: antes de dar la estocada definitiva en el séptimo partido, empató la serie tres veces. A las palabras de James, un Wade menos afectado por los cuchicheos añadió: "La pelota rebota de forma impredecible. Estamos agradecidos de que Ray Allen metiera ese tiro, pero fue un cúmulo de circunstancias lo que nos permitió salir victoriosos de ese partido. Se necesita un poco de suerte, hasta para estar en Las Finales. Tuvimos un poco de suerte en ese momento, pero ganamos el campeonato". La suerte, muchas veces, se busca. El baloncesto, seguramente, también tenga su parte de dados. Sin embargo, cuando el tiro providencial cae en las manos de un Hall of Fame, 12 veces All Star y, sobre todo, del máximo triplista de la historia de la competición, la probabilidad se pone de tu lado.