"Jordan paraba el autobús hasta que metía más tiros que Steve Kerr"
"Una vez se subió al avión y empezó a decirme a gritos que no había hecho pasos en una jugada en la que se los habían pitado", recuerda la productora Mandy Cohen.
Steve Kerr tiene 55 años y es una de las figuras clave para entender la NBA actual. Entrenador de los Warriors desde 2014, ha ganado tres anillos en la Bahía tras dirigir con maestría en la Bahía a uno de los grandes equipos de siempre, el que comanda todavía Stephen Curry y en el que jugó Kevin Durant. Antes, como jugador, el pedigrí del escolta nacido en Beirut y criado en California es incuestionable: escolta de excelente tiro exterior, un especialista antes de que ese rol proliferara en la NBA, Kerr jugó durante quince años en la Liga y fue cinco veces campeón con dos de los grandes equipos de siempre: los Bulls de Michael Jordan (1996, 1997 y 1998) y los Spurs de Gregg Popovich (1999 y 2003).
El gran momento de Steve Kerr, ya se sabe, llegó en las Finales de 1997 contra los Jazz gracias a su tiro ganador en los instantes finales del sexto y definitivo encuentro. Kerr recibió un pase de Jordan en la cabeza de bombilla y anotó en suspensión. Un tiro que él metía con los ojos cerrados pero crucial por la trascendencia del momento y porque Jordan delegó en él en el momento en el que el título estaba en juego. Tras la canasta de Kerr, los Jazz tenían cinco segundos, pero Scottie Pippen robó el saque de Bryon Russell y asistió a Tony Kukoc, que cerró las Finales con un mate (90-86) con el delirio ya desatado en el United Center. Kerr, una broma muy de su estilo, bromeó después en la celebración cuando dijo que les había dicho a Jordan y Pippen en el tiempo muerto anterior a esa jugada que allí estaba él para sacarles las castañas del fuego una vez más.
Kerr tuvo otro momento para su leyenda particular con Michael Jordan: el puñetazo en un entrenamiento. El 23, ya se sabe, competía hasta un nivel obsesivo, y exigía el máximo a todos, con unos modos en el vestuario y en la forma de liderar a su equipo que después han sido cuestionados y que el documental The Last Dance dejaban claros a pesar de que era la versión de propio Jordan la que guiaba toda la narración.
En el training camp de la temporada 1995-96, la que acabó con el histórico 72-10, Kerr y Jordan se enzarzaron, el segundo trató de solucionarlo tirando de físico y Kerr, mucho más liviano no se amilanó. El resultado fue una pelea en la que Jordan dio un puñetazo a Kerr y este se lanzó a responder mientras sus compañeros trataban de poner paz y su ojo se empezaba a poner morado. “Era como el niño de Jurassic Park al que atacaba el velociraptor” dijo después de entre risas y para explicar su obvia inferioridad física. Más en serio, el ahora entrenador asegura siempre que ese incidente cimentó su relación en vez de estropearla, porque a Jordan le gustaba tener a su lado a tipos que no se encogían ante los retos. “Es extraño pero es así, nos vino bien. No diría que es algo que recomiende hacer a la gente, pero en ese caso sé que Michael me estaba poniendo a prueba, y respondí. Creo que pasé su test y empezó a confiar en mí”.
La competitividad de Jordan con Kerr no acababa ahí. Mandy Cohen, una productora televisiva que cubría a los Bulls en aquellos años, ha contado en una entrevista que a Jordan le obsesionaba tirar mejor que Kerr. Siempre dispuesto a asumir retos, a apostar por sí mismo y a ganar a todos en todo, Jordan tenía la necesidad de ganar al mejor tirador de su equipo en un pequeño concurso de tiros desde el centro del campo que solían hacer los Bulls después de los entrenamientos. “Kerr era el mejor tirador de tres entonces. Y después de cada sesión de tiro todo el mundo tiraba desde el centro del campo a ver quién la metía. Y muchas veces había que quedarse allí esperando hasta que Jordan metiera más que Kerr. Nadie podía ir a ninguna parte, y cuando hacía falta se paraba el autobús del equipo hasta que Jordan ganaba y estaba listo para marcharse. Era su personalidad, no podía perder en nada”.
La que fuera productora de WGN TV recuerda también que a veces Jordan se subía al avión todavía gritando por decisiones de los árbitros incluso en partidos en los que habían ganado de paliza: “Una vez me senté en mi asiento del avión y se plantó delante de mí y empezó a decirme a gritos que no había hecho pasos en una jugada en la que se los habían señalado. Y yo le decía que por qué me gritaba a mí si yo no había arbitrado el partido”.