INDIANA PACERS

Mucho más que el hijo de Arvydas

Espectacular temporada de Domantas Sabonis, referente de Indiana Pacers y dos veces all star ya en una carrera en la que sigue creciendo. La defensa sigue siendo su gran lunar.

Trevor RuszkowskiUSA TODAY Sports

A la temporada de Indiana Pacers le queda, como mínimo, un partido más. Después de un incontestable partido ofensivo (donde el equipo tiene más vuelo) contra los Hornets (144-117) en el game 1 del nuevo play in, los de Indianápolis jugarán en Washington contra los Wizards, todo o nada por el octavo ppuesto y el derecho de jugar una primera ronda contra los Sixers en la que avanzar parece utópico para ambos. Pero sería estar en playoffs, al menos.

Si se caen, sería solo la segunda ausencia de los Pacers en las eliminatorias desde 2010. Eso sí: desde un año fuera en 2015, lo siguiente han sido cinco eliminaciones seguidas en primera ronda, tres sin ganar un partido (4-0), algo que no hacen desde los playoffs de 2018, cuanto tuvieron contra las cuerdas (4-3) a los últimos y precarios Cavaliers de LeBron James. Es un techo bajo para el equipo que rozó la Finales de la NBA en 2013 y 2014, cuando opositó a ogro de los Heat del big three. El equipo que Frank Vogel convirtió en un bulldozer defensivo, con un quinteto de hormigón del que es imposible no acordarse: George Hill, Lance Stephenson, Paul George, David West, Roy Hibbert.

Indiana, con su incontenible tradición universitaria, es el estado donde el baloncesto es más que un deporte. Y los Pacers, uno de los cuatro (junto a Nets, Spurs y Nuggets) llegados en 1976 tras la fusión con la ABA (donde fueron tres veces campeones y una de las pocas historias saludables de aquel maravilloso pero loquísimo invento) son un histórico del baloncesto profesional. Desde que perdieron las Finales de 2000 contra los Lakers de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant, han estado quince veces en playoffs. En diez han perdido en primera ronda y aquellas, ya lejanas, siguen siendo sus únicas Finales en la NBA. Ese es el problema de los Pacers: equipo con historia pero sin glamour, mercado pequeño, franquicia obligada a hacer todo excepcionalmente bien sin ventajas competitivas (sin colchón), a moverse en los márgenes competitivos, en la parte del plato donde se acumula lo que dejan los demás, a buscarse la vida sin aspirar a los grandes agentes libres. Y a engancharse en un circulo vicioso: suficientemente bueno para ser digno cada temporada… y, con ello, también para no acceder a las elecciones más jugosas del draft.

Esta temporada los Pacers buscaron rascar dentro de su roster, cambiando la partitura de vieja escuela de Nate McMillan (cuatro eficientes años en el cargo) por el toque de nuevo baloncesto de Nate Bjorkgren: 45 años, escuela Nick Nurse (asistente en el campeón de 2019) y una promesa de baloncesto más adaptados a los tiempos que lo ha sido… solo en parte. De hecho, Bjorkgren está cuestionadísimo después de solo una temporada en el cargo. Una que ha acabado con rumores de mal ambiente en el vestuario y de mala gestión de un entrenador que, todo hay que decirlo, ha visto como las lesiones estropeaban constantemente el plan A, primero con Victor Oladipo y después con Caris LeVert. TJ Warren no ha jugado, Myles Turner se ha perdido 25 partidos, Jeremy Lamb 36 y Malcolm Brogdon, un jugador de nivel all star en su pico, 16.

No sabemos cómo habría sido en condiciones menos penosas la temporada de unos Pacers que empezaron bien y acabaron mal. Pero a los que en todo caso no se puede imaginar retando a los cuatro o cinco mejores del Este en playoffs. Un año más: buenos… pero no lo suficiente. Y, esta vez, en el mejor caso. Mala cosa. Los Pacers siguen buscando la fórmula, y esta temporada, en una muestra no demasiado grande, han vuelto a ver que esta no pasa por poner juntos en el quinteto a Myles Turner y Domantas Sabonis. Dos jugadores con dos contratos importantes, el primero hasta 2023 y el segundo hasta 2024, y que en defensa tienen sentido porque Turner limpia los líos de Sabonis. Pero en ataque la cosa no funciona. No en el baloncesto actual de espacios, velocidad y tiro exterior.

Turner, una excelente ancla para la defensa, fue número 11 del draft en 2015. Sabonis, que evoluciona hacia jugador total en ataque, fue 11 un año después. Lo eligieron los Magic y se fue, con Oladipo, a OKC Thunder en la operación Serge Ibaka. Después de un año en Oklahoma, se fue, otra vez, con Oladipo, a Indiana en la operación Paul George. Desde entonces, los Pacers le han dado vueltas a esta pareja interior, juntos o separados en pista, con sus ampliaciones rookies: 4x72 para Turner en octubre de 2018, 4 por casi 77 para Sabonis en octubre de 2019. El lituano tiene un contrato por el que se ha llevado esta temporada 19,8 millones de dólares, cobrará 18,5 las dos próximas y 19,4 en la 2023-24.

Sabonis, el jugador criado en Unicaja hasta que se fue a Gonzaga, el lituano con acento de Málaga y el hijísimo del grandioso Arvydas, ha jugado una temporada fabulosa en líneas generales, especialmente si se atiende a su progresión: de rookie desubicado en el sistema de ataque de los Thunder (el sistema era Russell Westbrook) a jugador de rotación y de ahí a, ahora mismo, eje del juego en los Pacers. Lleva dos años seguidos como all star, y en el segundo se dio el capricho de ganar el Concurso de Habilidades. Y acaba de firmar un curso de 20,3 puntos, 12 rebotes y 6,7 asistencias por partido con un 53,5% en tiros de campo. Hace dos años raspaba los 14 puntos con 2,9 asistencias. La evolución es incuestionable, imposible de negar a la vista o ante las estadísticas.

Sin un triple-doble en sus primeras tres temporadas, sumó cuatro la pasada y ha acabado esta con nueve, récord en un curso de los Pacers. Es el único pívot aparte de Nikola Jokic con un triple-doble de 15 asistencias en la NBA y el único jugador con uno al descanso de un partido además del propio Jokic y Russell Westbrook: 22+11+11 que acabó en 26+19+14 en la paliza infame de los Pacers a los Thunder (95-152… con 10-0 final de los locales). Solo Wilt Chamberlain, Oscar Robertson y Kevin Garnett habían firmado una temporada de al menos 20+12+6: palabas mayores. Y en mayo, después de unos problemas de espalda que le lastraron en abril, acabó el curso con, en nueve partidos, 23 puntos, 14,1 rebotes y 10,6 asistencias rondando el 63% en tiros. Durante cuatro encuentros seguidos acumuló más de 70 puntos, 50 rebotes y 50 asistencias, algo que solo habían hecho, nombres recurrentes, Chamberlain, Robertson y Westbrook.

Sabonis quedó fuera del All Star, el primero que iba a perdérselo promediendo al menos 20 puntos, 10 rebotes y 5 asistencias. Pero entró finalmente para sustituir al lesionado Kevin Durant. Su temporada, vistos estos números, es brillante. Excepcional, si se tiene en cuenta (insisto) las perspectivas con las que Sabonis llegó a la NBA y que, además, venía de quedarse fuera de los playoffs 2020 por una fascitis. Su crecimiento como jugador de ataque es obvio, centrado en dos pilares básicos. Por un lado, su enorme capacidad para producir en la zona con un estilo que ya es old school: juego de pies, reversos al poste, ganchitos, drop steps… y una enorme eficacia como finalizador de las jugadas de pick and roll (altísima química con Malcolm Brogdon). Por otro, es un pasador excepcional, con una gran visión de juego y una capacidad para encontrar siempre al jugador en disposición de anotar, en la línea de tres o en cortes hacia el aro. Dinamiza el ataque de su equipo de una manera que es tan buena como la de cualquiera pívot de la NBA actual que no se llame, claro, Nikola Jokic.

Sabonis sigue sin tener rango de tiro eficaz en el volumen que exige la NBA actual. Pero va progresando: 32% en triples lanzando ya por fin más de 2,5 por noche (la pasada se quedaba en 1,1 y un pírrico 25%). De ahí depende su último estirón como jugador de ataque, apartado en el que ya es una estrella.

El problema es la defensa, claro. Sabonis es un excepcional reboteador, un 2,11 de poca envergadura que usa su fuerza y su colocación para cuerpear a los rivales y sellar sus posiciones debajo del aro. Así compensa unos brazos menos largos que los de otros pívots, un hándicap en defensa para intimidar y cerrar líneas de pase. Lento también en movimiento lateral, sin presencia para defender el aro ni facilidad para abrirse a proteger las alas, su lugar atrás está en cuestión porque necesita a Myles Turner como escudero pero su unión no funciona en ataque. Una paradoja que tiene fritos a los Pacers. Y unas limitaciones que dejan por ahora a Sabonis (que ni muchísimos es poco, obviamente) en simple estrella. Cuando, insisto, lo mejor de su juego apunta más alto. Así que ahora mismo, con muchos pros y algunas contras cruciales, Sabonis no es un jugador con el que llegar lejísimos como macho alfa. Sí un excelente interior en una progresión (tiene todavía 25 años) maravillosa en los dos últimos años. Y margen para ser mejor en lo que ya es buenísimo. La cuestión es si podrá ser al menos un jugador estándar en lo que flaquea. Eso (tapar sus carencias) le permitiría dar el paso definitivo.

La temporada de Sabonis es, en todo caso, fantástica. Con una bala todavía para terminarla en los playoffs. Dependerá de lo que pueda hacer su equipo, sin Caris LeVert (y sin Turner, Warren…), en Washington contra los Wizards de Beal y Westbrook. Pero, más allá, el hijísimo de Arvydas es un all star con galones, un excepcional jugador de ataque y una de las figuras europeas de una NBA llena de ellas. y siguen yendo a más...

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