Catástrofe de Curry, locura de partido y lío total de los Heat
Curry anotó 5 de 20 en triples, una actuación horrenda que compensó con tres jugadas impresionantes en la prórroga. Los Heat, desastrosos.
Los genios lo son por algo. Y Stephen Curry, un hombre al que el baloncesto le debe mucho, entra dentro de esa categoría. El base de los Warriors, en un partido absolutamente horroroso, emergió cuando más lo necesitaba su equipo, al que lideró a una victoria tan inopinada como merecida, totalmente imprevista pero más que meritoria. El Chase Center vivió un partido majestuoso en cuanto a emoción y bastante pobre en lo referente a todo lo demás, pero vio la enésima muestra de que Curry es uno de los mejores jugadores de la historia, ya no sólo por el hecho de ser la cara y el referente del último gran cambio que ha vivido el baloncesto, o por los anillos conquistados. También por ser capaz de hacer actuaciones que enamoran al espectador y le dejan pegado al asiento, transmitiendo una serie de sensaciones que pocas estrellas a lo largo de la historia han conseguido traspasar al aficionado, que siempre se abandona con facilidad al talento y recuerda con añoranza las dinastías del pasado (en este caso, bastante reciente) mientras intenta seguir disfrutando de una cara diferente de esas franquicias históricas, pero no por eso menos impresionante.
Ya dijimos que Curry, sin Klay Thompson a su lado y una plantilla radicalmente más incompleta a las que había disfrutado en sus días de gloria (tres anillos y cinco Finales, que nadie se olvide), no iba a poder optar al campeonato este curso... y que eso iba a ser bueno para el espectador. Toda estrella vive, antes o después, una temporada en la que se puede lucir individualmente, conseguir actuaciones formidables y demostrar hasta dónde puede llegar sólo con la cantidad de talento que atesora, que suele ser ingente. Curry, igual que Kobe vivió en 2006 y 2007, Jordan en 1988 (y más, claro), Harden estos últimos años y LeBron en algún momento de su primera etapa en los Cavs (entre muchos otros), está experimentando una sensación maravillosa: nada que perder, mucho que ganar y cero contención. Puede hacer lo que quiera, lanzar mucho, fallar más todavía, aleccionar rookies, asistir si le viene en gana y aliarse con Steve Kerr y Draymond Green con la confianza y la certeza de que lo que han hecho les permite, en estos momentos, ir de pista en pista con la cabeza bien alta y el mundo rendido a sus pies.
Ante los Heat, eso es lo que vivió el base de los Warriors. Lanzó mucho y muy mal, finalizó con porcentajes horrorosos, sufrió lo indecible ante una defensa bien organizada (de lo poco que hicieron bien los de Erik Spoelstra)... y sentenció al final. Donde aparecen los genios y dio rienda suelta a una muñeca que estaba renqueante pero olvidó los errores pasados y se centró en los aciertos presentes. Es lo que tienen las estrellas como Curry, que no encogen el brazo por haber errado previamente y siguen tirando, como un martillo pilón que insiste hasta que consigue su objetivo. Curry acabó con 25 puntos, pero hizo 8 de 25 en tiros de campo... y 5 de 20 en triples, además de sumar tres pérdidas. Pero claro, estamos hablando de alguien histórico: al final, 7 rebotes, 11 asistencias y 8 tantos en la prórroga, una a la que llegaron como si fuera un milagro y después de que los Heat no supieran aprovechar su ventaja. Ahí, en el tiempo extra, hincaron la rodilla ante un Curry que, en tres jugadas, acabó con todo: triple (112-109) al que respondió Tyler Herro, pase a la esquina para que Andrew Wiggins transformara otro triple (115-112) y uno más, del propio Curry, para sentenciar un partido que redondeó desde la línea de personal.
La locura ya se había apoderado antes del choque. Miami se fue 15 arriba al descanso (61-46) y su ventaja, que llegó a ser superior a la veintena, se vio reducida antes del último periodo: 76-86. Ahí remontaron los Warriors, más por fe que por talento, en un partido feo en el que sumaron 15 pérdidas (las mismas que su rival, por cierto) y 18 de 52 en triples, tres de ellos en la prórroga. Miami. Kent Bazemore cuajó un partidazo y forzó la prórroga a 52 segundos del final, acabando con 26 tantos, 8 rebotes, 3 asistencias y 3 robos. Kelly Oubre Jr. finalizó con 23+8, una estadística idéntica a la de Andrew Wiggins, mientras que Eric Paschall, con 11+7, fue la única referencia interior de los Warriors, que no contaron con Draymond Green por lesión (Steve Kerr ya ha dicho que espera tenerlo pronto disponible), algo que permitió a Bam Adebayo anotar a placer debajo del aro durante muchos minutos que parecieron pocos: 24+5+7 para el pívot, que no tuvo la solidez reboteadora habitual y no recibió más balones dentro, algo imperativo ante un equipo literalmente sin hombre altos en ausencia de una de sus eternas referencias, que además ha dejado huérfana una defensa que sufre mucho sin él.
¿Y ahora? Los Heat, con 11-17, se hunden en el undécimo puesto del Este tras amagar con una remontada que lideraba un Jimmy Butler que hoy ha conseguido un triple-doble (13+12+11), pero que ha intentado un sólo lanzamiento en la prórroga. Kendrick Nunn (19), Duncan Robinson (13, pero con 3 de 10 en triples), Tyler Herro (11+15), Precious Achiuwa (13+6) y Andre Iguodala (10), también destacaron, pero ninguno consiguió frenar a Curry al final a pesar de dejar a sus rivales en 24 y 22 puntos en lo dos primeros cuartos y de tener la victoria en la palma de la mano durante la mayor parte del partido. Los Wariors, por su parte, se ponen 16-13, séptimos por delante de Denver, Memphis, Mavericks, Kings o Pelicans y con Curry promediando más de 30 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias por partido. Una estrella que no paró de fallar y fallar y fallar... hasta que, al final, la metió. Así, ya se sabe, lo hacen los genios, un grupo muy reducido al que Stephen Curry pertenece por pleno derecho. Tremendo.