Y el saltarín se hizo jugador: Zach LaVine, más allá del mate
El escolta de los Bulls atraviesa un momento exorbitante. Promedia 27 puntos, destruye récords y el mercado empieza a asomar: Nets, Lakers, Knicks...
Resulta complicado imaginarse a LaVine en el suelo. Sus fotogramas más reconocibles se encuentran en el aire, con las alas puestas y en dirección a canasta. Muy jugoso para la (casi siempre) oportuna narrativa de la NBA, liga de baloncesto y de estrellas, pero también de grandes historias. En 1988, un Michael Jordan aún sin anillos impresionaba al mundo con su legendario salto desde la línea de tiros libres. Trece pasos en tierra firme, un desmesurado impulso y otras tres zancadas en el aire. Cinco metros en suspensión, cincuenta sobre cincuenta en los puntos y estocada definitiva en el inigualable duelo personal con Dominique Wilkins. El público, y la ciencia, a sus pies: His Airness, Air Jordan, The G.O.A.T.
Hasta ahora, es la única excepción recogida por los libros a la regla de Newton, con permiso de Julius Erving. Pero por poco. Tuvieron que pasar 27 años para que algo se le acercara. O alguien, si es que a ellos se les puede considerar parte de nosotros. Zach LaVine quiso volver a parar el tiempo. Otra vez: cuatro pasos en tierra firme, impulso, y otras tantas zancadas en el aire. Casi a la altura del mejor, a la distancia de media zapatilla. Máxima puntuación y, tras otro par de vuelos, victoria frente a Aaron Gordon en uno de los concursos más especulares, y polémicos, de la historia. Segundo triunfo en dos años (él único en lograrlo junto a Nate Robinson, Jason Richardson y Jordan) y récord de puntuaciones máximas en el acontecimiento (7), una por delante del propio Michael. Zack no es His Airness, ni Air Jordan ni The G.O.A.T., ni se le parece, pero Chicago también ha querido acoger su explosión. Su despegue como jugador, si nos adaptamos al campo semántico.
Esta temporada, está promediando 27 puntos por partido, 5,3 asistencias y 5,3 rebotes. Todos ellos, los picos de su trayectoria. En enero, se convirtió en el primer jugador, junto a Curry, en promediar un 25+5+5 con unos porcentajes de 50%-45%-85% durante un mes. Su último partido, frente a Orlando (92-118), un repaso total a su catálogo: 39+7+4 con un más menos de +26. En términos de NBA, observa de cerca a los máximos anotadores de la competición (octavo en totales, noveno en promedio). En términos de Chicago, una máquina de romper marcas. Este curso, se ha convertido en el primer jugador de la franquicia en anotar al menos siete triples en partidos consecutivos. Además, ha sido el único capaz de encadenar cuatro encuentros seguidos de 30 puntos con, al menos, un 50% de acierto desde que lo hiciera Michael Jordan, que llegó a cinco en 1996. Así mismo, con 29 puntos, también ha sido el jugador en acercarse a la mejor marca anotadora de la franquicia en sólo medio partido. Jordan, en 1997, llegó a los 30. Como siempre, media zapatilla por detrás. Una relación recurrente, tan halagüeña como peligrosa, que, en todo caso, muestra una certeza: Zach no se ha quedado en un simple saltarín circense (un mantra que siempre ha merodeado alrededor de su corta carrera) y ya es todo un jugador. Y muy bueno.
Sin entrar en las odiosas (y normalmente desacertadas) comparaciones, lo cierto es que el jugador de Renton está mirando de frente a los mejores. Al menos, a sus coetáneos. Este curso, ya ha cabreado a Curry, LeBron y Kawhi. Al primero, le ha obligado a llegar hasta los 36 puntos, empujándolo, al mismo tiempo, a su mejor versión; al segundo, hasta los 28 y al tercero a los 35. Todas ellas, derrotas por la mínima: 129-128, 115-117 y 127-130. La última, a pesar de lo duro que suena en una caída, para recordar: 45 puntos y 10 triples en un uno de los mejores duelos, desde la larga distancia, de la presente temporada (con el propio Leonard). "Está teniendo un año tan bueno como cualquiera de los mejores en la liga y, en este momento, mantiene a su equipo en los partidos todas las noches, incluso en las derrotas", declaró PJ Tucker recientemente. A lo que añadió: "Ha mejorado mucho. Ha llegado". Palabras de un tirador de referencia.
Más allá de puntos y triples, LaVine está liderando a los Bulls en su totalidad. Cuantitativa y cualitativamente. En el primer apartado, en lo ofensivo, todo dicho. En el segundo, se trata de unos de los jugadores más atractivos de ver; y ya no sólo por sus vuelos, también por su forma de botar y levitar. Estética no estéril. En defensa, y aquí pueden llegar sorpresas para muchos, es el segundo jugador del equipo con más robos (1,2 por partido), el que aporta más responsabilidad defensiva en las victorias (0,6 defensive win shares) y se sitúa en el cuarto escalafón en cuanto a tapones (0,7). Datos afeados por el hecho de ser el jugador de la plantilla con más pérdidas (3,9) y por suponer 17,6 puntos más encajados por cada 100 posesiones.
Con todo ello, los Bulls no son capaces de superar la parte media del Este. Tampoco aspiran a mucho más, pero a Zach le duele: "Tenemos que aprender a ganar un partido de baloncesto cuando estás arriba por veinte puntos. No hay mucho de qué hablar. Estás arriba por veinte, no puedes perder. Estoy frustrado en este momento", dijo tras perder fatídicamente en la prórroga contra Oklahoma City. La frustración del que ve como el viento, ese del que es tan amigo, se lleva sus 35 puntos.
El eterno dilema entre presente o futuro
Pecados de juventud. "Este es un grupo muy trabajador. Es un buen grupo de muchachos. Quieren ganar, pero no saben cómo hacerlo. Están aprendiendo a hacerlo", dijo Billy Donovan, entrenador de la franquicia, tras el mismo partido. Un sentimiento generalizado. "Creo que tenemos que aprender a ganar", confesó Markkanen, pívot del equipo. No les falta razón. La media de edad de los cinco jugadores con más minutos no alcanza los 22 años y, en el clutch, eso suele pasar factura. Algunas líneas más arriba, tres ejemplos muy claros.
La cuestión, ahora, está en las voces que puede tener LaVine en su cabeza. "Si pasa algo, pasa. Entiendo que, mientras estás en este equipo, tienes que darlo todo. Yo he estado con todo desde el primer día en que llegué. Me gusta mucho Chicago. Pero si algo sucediera, no soy una persona resentida. Entiendo el negocio del baloncesto y sigo avanzando ", declaró a principios de enero, cuando sus exhibiciones empezaban a cautivar. En sus seis años de trayectoria profesional, LaVine nunca ha jugado unos playoffs ni ha sido All Star. Sólo tiene 25 años, pero, seguramente, ya se sienta preparado para dar un salto cualitativo. Coby Withe, Wendell Carter o el rookie Patrick Williams son proyectos interesantes, pero se quedan en eso. "Estaba extremadamente feliz. Varios jugadores que le conocen me han dicho lo buena persona y entrenador que es", declaró Zach al enterarse de la llegada de Billy Donovan. "LaVine es un anotador de élite, élite", Billy tras las últimas actuaciones de su jugador. Se respetan y confían en el proyecto conjunto, pero de momento no les da. A ninguno de los dos.
A día de hoy, LaVine tiene firmados 39 millones, a repartir de forma igual entre esta temporada y la próxima. Entonces, de no llegar una extensión de contrato, sería carne de agencia libre. Los rumores al respecto son dispares. Han aparecido tanto por el lado de la renovación como por el del traspaso. A principios de temporada, se llegó a hablar de que rechazó 79 millones por tres años, una cifra que ahora se vería incrementada notablemente; apareciendo, incluso, la opción del contrato máximo. En las últimas fechas, en la otra mano, han salido a flote muchos rumores sobre el interés de otras franquicias. Entre ellos, una megaoferta, poco factible, por parte de los Lakers. También se atisba igual de complicada la opción de los Brooklyn Nets. En ambos casos, con la opción de Bradley Beal sobre la mesa (aunque negada por el propio jugador). Los New York Knicks, además, han sonado con fuerza, siendo la opción más factible a nivel de mercado; ahora, más atractiva de lo imaginable y con el ilusionante (al menos, en la trama) regreso de Derrick Rose. Recientemente, en el programa The Jump, de la ESPN, el propio jugador aseguró ser consciente de todos los rumores que le rodean; aunque aseguró estar "feliz" en los Bulls y con la mente puesta en "intentar llevar al equipo hasta los playoffs". Las dos opciones (la renovación o el traspaso) podrían ser interesantes, tanto para la franquicia como para el jugador. En ambos casos, sometidos al eterno dilema entre presente o futuro. Un dilema que, en una NBA desenfrenada y poco piadosa, cada vez es más falso.