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CHARLOTTE HORNETS

LaMelo: del “que le jodan” de su padre a hacer historia

Seleccionado en el número tres del Draft, el pequeño de los Ball está respondiendo a las expectativas y a la innecesaria presión generada sobre él.

CHARLOTTE, NORTH CAROLINA - JANUARY 09: LaMelo Ball #2 of the Charlotte Hornets reacts following a three point basket during the second quarter of their game against the Atlanta Hawks at Spectrum Center on January 09, 2021 in Charlotte, North Carolina. NOTE TO USER: User expressly acknowledges and agrees that, by downloading and or using this photograph, User is consenting to the terms and conditions of the Getty Images License Agreement.   Jared C. Tilton/Getty Images/AFP
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Jared C. TiltonAFP

Ser hijo de LaVar Ball tiene sus pros y sus contras. En ambos casos, te empuja. En una dirección, hacia la puerta del estrellato; en la otra, hacia un enorme precipicio con una manada de leones acechando. Pero nunca te deja en el centro, inmóvil, indiferente. Qué se puede esperar de alguien que aseguró que ganaría a Michael Jordan en un uno contra uno. Un ejercicio de fe, sí, pero también de marketing. Este año, estuvo a punto de colocar a sus tres hijos en la mejor liga del mundo, su objetivo vital. Lonzo Ball, drafteado en la posición número 2 por Los Ángeles Lakers en 2017, se encuentra en su segunda temporada con los New Orleans Pelicans; LaMelo Ball, número tres del pasado Draft, arranca su periplo profesional en los Hornets de Jordan (qué ironías); y LiAngelo, menos afortunado (o peor jugador) que los anteriores, se pasará la temporada en la G-League, con Orlando, pero tras haber acariciado la NBA con Detroit Pistons.

LaMelo Ball ha llegado a la NBA haciendo mucho ruido. Con, incluso, más decibelios que su hermano Lonzo. Y con él ya estallaron varios sonómetros. Seguramente, siendo el elegido por el público para satisfacer unas expectativas que con el primero no se saciaron. Con 12,4 puntos por partido, 4,3 rebotes y 4,4 asistencias, Lonzo se está quedando muy lejos de ser lo que su padre prometía; y, ni mucho menos, parece que lo vaya a igualar. "Para mí, es mejor que Stephen Curry. Pon a Steph en UCLA (Universidad de Calofornia) ahora mismo y pon a mi chico en Golden State, a ver qué pasa", dijo antes de que su primer vástago llegara a la mejor liga del mundo. Un manto pesado que también colocó sobre su hijo pequeño. "LaMelo y LiAngelo son como Jordan y Magic", llegó a decir en una ocasión. Metas inalcanzables y presión innecesaria. Muchas palabras y pocos aciertos. "Un equipo que se deshace de Lonzo nunca podrá ganar el anillo. No lo harán mientras mi hijo no vuelva allí", declaró tras la marcha de su hijo de Los Ángeles Lakers. Todo dicho.

Un rookie histórico entre una generación que se reivindica

De momento, LaMelo está donde se le esperaba: disputándose el liderazgo de su camada. A pesar de todo. Llegó a la NBA con fama (seguramente, merecida) de ser más atractivo que efectivo. Un acumulador de pelota y un foco de pérdidas. Además de un tirador poco fiable desde la larga distancia. Actualmente, es el rookie que reparte más asistencias (5,9 por partido) y recoge más rebotes (6.3); además del segundo en puntos por partido (12,8) y minutos jugados (249). Todo ello, mejorando en su batalla personal desde el triple: es el quinto que ha anotado más (16), aunque su porcentaje tiene que seguir mejorando (35,6%). Un jugador total, con una facilidad tremenda para llenar de números su casillero y al que la titularidad no se le va a resistir mucho más.

En su último partido, frente a los Hawks, se convirtió en el jugador más joven en lograr un triple-doble (22+12+11). Una exhibición mayúscula, tanto a nivel artístico, con muchos de esos movimientos tan suyos que embelesan, como para los más resultadistas. Nueva victoria y los Horents ya son octavos en el Este, con un 5-5 en su récord. En el partido anterior, además, avisó ganándole el duelo a su hermano, en el primer enfrentamiento profesional entre ambos. 118 a 110 en el marcador y una línea estadística de 12+10+9 por otra de 5+2+3. Inapelable.

Los rookies están respondiendo. Son una de las generaciones más minusvaloradas de la historia, quieren apartar el dudoso mantra y reivindicarse. Y lo están haciendo. Junto a LaMelo, sobresalen nombres como Tyrese Haliburton (12,1+5,5), totalmente asentado como director de orquestra en los Kings (desafinan bastante cuando no está); Anothony Edwards (15,1), la única noticia positiva de los Wolves en este desesperante inicio; o James Weisman (11+6), con autoridad para ser el pívot titular de Stephen Curry y, durante muchos partidos, su socio más fiable. A ellos, se suman sorpresas y vendavales puntuales como Payton Pritchard (seleccionado en el número 26), que ya le da victorias a una franquicia como Boston, o Tyrese Maxey, con 39 puntos en la heroica resistencia de los Sixers frente a los Nuggets (con sólo siete jugadores disponibles). Cole Anthony, Deni Avdija, Precious Achiuwa... prácticamente todos están ofreciendo mayores prestaciones de las vaticinadas. El idilio con la historia, eso sí, parece reservado para LaMelo.

No empezó de la mejor manera (0+1+3 en su debut), pero su progresión ha ido de menos a más. Como debe ser en los jóvenes talentos que no quieren descarrilar. Su cocción está siendo al punto, sorprendentemente bien gestionada. Al parecer, su padre ya no tira de los hilos. O, como mínimo, no tanto como antes. "¿Sabes qué? Que le jodan. Lo haré a mi manera", le dijo LaVar Ball a su esposa cuando se enteró de que, durante esta temporada, su hijo no llevaría las zapatillas de su empresa. La firma de LaMelo con Puma podría estar detrás de un distanciamiento que, de haberse producido, ha sido positivo. Unos cuantos kilos menos de un apellido que, en la NBA actual, lastra como ningún otro. Una losa menos para echar a volar. No a la altura de Magic, ni mucho menos, pero ojo.