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PHOENIX SUNS

De Nash a Paul pasando por Booker: el retorno de los Suns

Los Suns han sido los ganadores del mercado. Con Chris Paul, Devin Booker y una nueva cultura, todo es posible para un equipo que aspira a volver a playoffs 11 años después.

Devin Booker, durante un partido de la NBA con Phoenix Suns
Lachlan CunninghamGetty Images

Los Suns han vuelto. Al menos, se han ganado desde la directiva que lidera el antiguo lugarteniente de LeBron, James Jones, el derecho a ser tenidos en cuenta. Más de diez años después, la franquicia de Arizona parte como una de las ganadoras del mercado, quizá la que más y mejor se ha reforzado, y oposita a unos playoffs que no alcanza desde hace infinidad de tiempo, sumando la segunda racha en activo más larga tras los vilipendiados Kings, que siguen esforzándose cada año por batir un récord tan negativo como pantagruélico en su caso, y que se sitúa en 15 ausencias, conseguidas por unos Clippers que lo abrieron en 1976, siendo los Buffalo Braves, lo continuaron en San Diego y lo concluyeron en Los Angeles, en 1991. En Sacramento ya van por 14 y se acuerdan todavía de Mike Bibby, Chris Webber, Rick Adelman y compañía, mientras que los Wolves lo cerraron en 13, en 2017, y con el breve experimento que compartieron Jimmy Butler, Andrew Wiggins y Karl Anthony-Towns. Los Suns ya han alcanzado los dobles dígitos y están en 10... pero no tienen pensado seguir en el dique seco demasiado tiempo.

Cuando los Lakers se impusieron a los Suns en las finales del Oeste de 2010, pocos fueron los aficionados de Phoenix que pensaron que esa iba a ser la última vez que verían a su equipo disputar los playoffs en mucho tiempo. Diez años concretamente, toda una década en la que han visto pasar siete entrenadores distintos, han tenido ocho récords negativos y han visto como despedían una era, pero sin empezar nunca la siguiente. Sin referencias más allá de destellos puntuales y con muchas promesas vacías, los Suns han pasado por una travesía más grande que el desierto de Arizona, ese estado que carece de atractivo para los agentes libres y que supone una dificultad meridiana para construir equipos ganadores. Algo que se demuestra con la falta total y absoluta de anillos que hay en las vitrinas de una franquicia con mucha historia, pero no histórica. Al menos, no tanto como algunos de los nombres que han pasado por sus filas.

Ese día, un caluroso 21 de mayo de 2010, Kobe se fue a los 37 puntos, incluidos tres clutch shots excepcionales que dejaron boquiabierta a la afición local, que soñaba con forzar un séptimo partido que les acercara a ese sitio vetado para el proyecto que se inició en 2004, con Steve Nash a la cabeza: las Finales. Nunca se consiguió llegar a pesar de ser una de las referencias de la NBA, cambiando el estilo de juego, siendo contenders constantes y transformando el baloncesto hacia una nueva dimensión que ha dado un paso más con una era del triple cuyos pilares se sentaron, también, a partir del auge del Seven Seconds or Less que ideó Mike D'Antoni y ejecutó el propio Nash. Ese día, los Lakers pusieron rumbo a sus últimas Finales, con el quinto anillo para Kobe y el undécimo para Phil Jackson. Y Nash, al túnel de vestuarios, sabiendo que la marcha de un Stoudemire que era agente libre, le iba a dejar muy solo es un equipo que se movería dos años más en ese limbo en el que te dejan las ganas de reconstruir y las dificultades para hacerlo teniendo en tus filas a un hombre de 35 años, que, por mucho que siguiera produciendo, tenía cada vez más dificultades en los emparejamientos defensivos y se había quedado sin esos acompañantes (Marion, Barbosa, Diaw, Tim Thomas...) que fueron las piezas ideales para complementar su talento.

Ha pasado mucho tiempo desde entones. Nash es ahora entrenador de los Nets, donde le acompañan D'Antoni y Stoudemire. La mayoría de las plantillas que se enfrentaron en esa eliminatoria de hace una década está retirada salvo contadas excepciones (Goran Dragic, Jared Dudley...). Y los Suns, un equipo que ha estado en la deriva más absoluta durante mucho tiempo, se ha recuperado parcialmente, primero con una temporada, la del coronavirus, muy prometedora y finalizada con un esperanzador 8-0 en la burbuja de Disney que les dio opciones de playoffs hasta el final; y después con un mercado de fichajes en el que se han hecho con piezas absolutamente increíbles, empezando con un Chris Paul que les da una referencia en el puesto de base que no tenían desde la salida de Nash en 2012 rumbo a Lakers. El playmaker, de 35 años, viene de cuajar una temporada suprema en Oklahoma tras ser el chivo expiatorio de la eliminación de los Rockets en semifinales del Oeste, hace dos temporadas. La redención ha venido acompañada de una constatación, la que nos dice que es uno de los mejores jugadores de la historia en su posición. Y, desde el punto de vista cortoplacista, un acierto de la directiva de los Suns.

Un base para el futuro inmediato

La parte del fichaje de Chris Paul ha costado verla, bien por la españolización que provocaba una corriente contraria a que el perjudicado fuera Ricky Rubio o bien por los análisis precipitados que hablaban solo de la edad de Paul y no de su espectacular talento. Al final, todo tiene su parte buena y mala, y en este caso daba la sensación de que al español le había tocado lo segundo... pero no era para nada imposible el considerar la posibilidad de que ese fuera el final del camino. Para empezar, el traspaso de los Suns es legítimo y lógico. De hecho, legítimo sería cualquier operación, dada la tendencia de las franquicias a hacer literalmente lo que les da la gana, pero la lógica del movimiento es lo que lo justifica desde cualquier punto de vista. Devin Booker (24 años), Deandre Ayton (22) y Mikal Bridges (24) son los tres jugadores que se han postulado como el futuro de una franquicia con mercado pequeño y con una dificultad enorme para fichar agentes libres. Charles Barkley llegó en 1992 vía traspaso cuando los Sixers no tuvieron más remedio que empezar a reconstruir, mientras que Steve Nash aterrizó en 2004 en la franquicia por segunda vez en su carrera (ya estuvo de 1996 a 1998) y tras su paso por los Mavericks... pero camino de los 31 años y lejos de ser la estrella en la que posteriormente se convirtió, con dos MVPs de la temporada consecutivos.

Por lo tanto, los Suns han hecho algo perfectamente normal... e incluso magistral. Asumen el espectacular contrato de Chris Paul (41 y 44 millones las dos próximas temporadas) con la certeza de que el verano que viene, cuando los grandes agentes libres salgan al mercado, no va a elegir el vasto desierto de Arizona como su destino. Y, de paso, mantienen a un bloque prometedor que va en línea ascendente y representa casi la única luz en una década negra, de oscuridad total y de ausencia pantagruélica de los playoffs. Bridges y Ayton cobrarán 4 y 10 millones el curso que viene, y luego tienen una opción de equipo con los que podrán retenerlos hasta 2022 y tiempo para ofrecerles más dinero, algo que podrán hacer si el propio Paul sale ese año o el siguiente, cuando tendrá que meditar si se lleva esos 44 millones que le quedan correspondientes a una player option. Algo que, si nos basamos en su edad, seguramente hará, motivado por el alto número de agentes libres que habrá el año que viene y por la cantidad de dinero que percibirá. Y Booker tiene un máximo de 158 millones en cinco temporadas que terminará de cobrar en 2024. Es decir, los Suns mantienen el bloque y no tendrán que pensar en las renovaciones de Bridges y Ayton hasta que Paul termine su actual contrato, por lo que salvan el órdago y miran al futuro con optimismo y desde una perspectiva joven. Y por el camino y para asegurar, se libran de los 34 millones que le quedaban de contrato a Ricky y los 14 de Oubre. Un premio pequeño comparado con lo que asumen de Paul pero que les deja respirar y les da espacio para incorporar a alguien más de refuerzo en la plantilla. Por ahí sonaba Kentavious Caldwell-Pope, que podría encajar muy bien.

Y luego está el ámbito deportivo, claro. Los Suns cambian a un base de 30 años por uno de 35, que por mucho que no sea el mismo que deleitó con su calidad el mundo en Hornets y Clippers (y parcialmente en Houston), es objetivamente mejor que Ricky... y que cualquier otro. 17,6 puntos, 5 rebotes y 6,7 asistencias en su 15ª temporada como profesional y 21,3+7,4+5,3 en playoffs, con triple-doble incluido (19+11+12) en el séptimo partido ante los Rockets, que acabó en derrota de OKC en un final ajustadísimo (104-102). Uno de los mejores jugadores de la historia en su posición, no ha hecho otra cosa que reivindicarse en su regreso a los orígenes, encontrando una redención eternamente postergada en su (a veces) controvertida figura y postulándose como un jugador tremendamente útil para cualquier franquicia. En los Suns puede tener un rol de mentor parecido al que ha tenido en Oklahoma, ya ha demostrado que puede jugar con o sin el balón y cuadrará en cualquier esquema de juego, incluida una compenetración importante con un Booker que se ha ido, recordemos, 26,6+4,2+6,5 este último curso.

Los playoffs, el objetivo para un equipo sin techo

El equipo no tiene techo en la presente campaña, y lo difícil será saber a quién sustituirá para entrar en playoffs, un puesto que costará caro a más de uno si tenemos en cuenta que po ahí también pululan unos Warriors ya con Curry y los Wolves, donde acabó recalando un Ricky que estaba muy agusto en Phoenix. Ahora bien, contando con la más que probable salida de los Thunder y a expensas de saber qué pasa con los Rockets, la pelea va a ser muy dura. Mavs, Jazz, Grizzlies, unos Spurs siempre peleones o unos Blazers ante una oportunidad que puede ser la última estarán en la pomada de unos Suns que, sin el bajón de mitad de temporada, habrían estado en payoffs. Un estado anímico común en un equipo joven pero que en el presente curso pueden ayudar a paliar gente como Dario Saric o Jae Crowder, nuevos fichajes. Además de Chris Paul, obviamente. Que ha estado en más batallas que el resto de toda la plantilla junta.

La maestría de James Jones en los despachos ha sido impoluta, y el equilibrio que ha conseguido entre jóvenes y veteranos o el backcourt y el frontcourt, excepcional. Firmar a Crowder por 3 años y 30 millones ha sido un auténtico acierto, al igual que los 27 que le ca a dar a Saric en el mismo tiempo. Y además, ha llegado alguien como E’twaun Moore, que tuvo ramalazos de talento en esos playoffs de 2018 con los Pelicans en los que se colaron en semifinales robando una victoria a los Warriors con Rondo, Davis, Holiday compañía. Jevon Carter o Abdel Nader pueden aportar a la segunda unidad y tener roles concretos en el momento oportuno, el progreso que pueda tener Jalen Smith (número 10 del draft) puede ser de provechoso a fundamental y el desarrollo de Booker como líder se verá presumiblemente multiplicado al lado de una figura paterna como la de Paul, que ya ha demostrado que no está solo para llevarse muchos millones y que dará todo lo que tiene dentro para ser competitivo en el equipo en el que esté. Si Ayton mejora en la defensa, se fortalece de cintura para abajo y constata sus cualidades en el rebote mientras deja atrás sus problemas extradeportivos, el binomio dentro-fuera estaría más que construido. Y por ahí pulula Bridges, que puede ser muy muy bueno y ser un perfil defensivo en un lado y lanzador de tres en el otro que es tan útil como funcional en cualquier equipo, sobre todo en uno que opte a los playoffs.

En definitiva, es el retorno de los Suns. La impronta del desierto de Arizona que recogió Barkley la personificó Nash en el siglo XXI permitiendo a la NBA presumir del juego más cautivador del planeta, a años luz del resto. Y ahora, una década después de que la afición de Phoenix soñara con el anillo, hay mimbres para un futuro que ha dejado de ser incierto y material de sobra para hacer del presente un espectáculo digno de atrapar miradas, rezumar talento y convertirse en la comidilla de una competición que no espera a nadie y a la que los Suns intentarán llegar antes de que sea tarde. De momento, tras mucha espera, parece que tienen una oportunidad de oro, una plantilla compensada, un técnico que sabe escuchar y consigue hacer funcionar todos los engranajes de un vestuario heterogéneo pero con roles definidos y una nueva motivación: la de transformar ese 8-0 de la burbuja en algo digno de la franquicia que transformó la NBA, pero que le ha costado llegar tade a esa misma evolución. De Nash a Paul pasando por Ayton, Bridges.. y Booker, claro. El jugador franquicia, la estrella y el perfil capaz de cambiarlo todo para un equipo que, en los últimos años, no ha tenido nada. Los Suns están llenos de promesas. Eso sí, ahora hay que cumplir. Que ya toca.