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PREVIA | LAKERS - ROCKETS

Una barba muy larga y una corona sin dueño: Harden se juega su proyecto ante El Rey

Houston se juega el proyecto ante los mejores Lakers de la última década. LeBron busca tumbar a Harden y avanzar hacia la reconquista de su corona.

LeBron James saluda a James Harden durante un partido de la NBA entre Los Angeles Lakers y Houston Rockets
Harry HowGetty Images

Los Pacers de Paul George, los Hawks de Budenholzer, los Raptors de Lowry y DeRozan... son solo algunos de los cadáveres que LeBron ha dejado en su camino a un Olimpo que tiene cada vez más cercano y que puede alcanzar de manera definitiva e inequívoca con un anillo, el cuarto en su carrera, que le catapulte, quién sabe, a lo más alto. No se llega donde él está sin dejar un reguero de víctimas y un sinfín de haters que han cedido ante la evidencia y han dejado atrás esa malograda The Decision para rendirse a una de las historias más impresionantes de la historia de la NBA. Una que empezó en Ohio, pasó por Florida, alcanzó la reivindicación total dejando muda la ciudad de Oakland y puso rumbo a Los Angeles, la cuna del baloncesto moderno, para perseguir el legado de la franquicia más glamurosa de siempre y alcanzar el que sería su lugar definitivo en una NBA que no espera a nadie y que ha pertenecido a un hombre que la quiere volver a conquistar. Quizá por última vez.

Enfrente, James Harden y los Rockets ante la que puede ser la eliminatoria definitiva del proyecto. Ya pasaron de puntillas por una primera ronda en la que estuvieron con el agua al cuello y la cabeza de vuelta a casa, pero sobrevivieron a la inacabada vendetta de Chris Paul para alcanzar las semifinales de Conferencia por cuarta vez consecutiva. Una ronda que superaron hace dos primaveras, cuando tuvieron la oportunidad de oro ante los inabarcables y adimensionales Warriors, peor cayeron presa de su propio estilo, inamovible para un creador como Mike D'Antoni y carente de un plan b que ni el técnico ni los Rockets han tenido nunca. 27 triples consecutivos fallaron en ese séptimo partido en una serie que se encuadra entre las semifinales de 2017 ante los Spurs (4-2) y las del año pasado, también ante los Warriors (4-2). Dos eliminatorias en las que estuvieron en el todo momento pero de las que se marcharon con una mano delante y otra detrás, incapaces de hacer efectivo su estilo efectista y fallando en los momentos clave y en el clutch time.

Ocho años después de que La Barba llegara a Texas como chivo expiatorio de la derrota de los Thunder en las Finales de 2012 (ante LeBron, vaya), el proyecto se tambalea merced a unas cuentas que se escapan de las matemáticas de Daryl Morey, que se ha visto sobrepasado por los egos y las personalidades y ha fracasado en su intento de ganar a los Warriors jugando como los Warriors. Ni el experto en defensa Jeff Bzdelik ni la explosión anotadora continua de un Harden que fue MVP en el primer año de D'Antoni en el banquillo han permitido a los Rockets ser el mejor equipo en el momento en el que necesitaban serlo. Todo lo que se escapa del control de Morey es lo que ha fallado, incluidos los crípticos mensajes de su inexpresivo entrenador, las discusiones entre Harden y un Paul al que aseguró que no traspasaría para luego traspasarle y la llegada de un Westbrook que ha encontrado un hueco en el sistema pero sigue asumiendo mucho balón, sobre todo en los momentos en el que éste debería ser para Harden.

Ahora llega el momento de la verdad, definitivo para unos Rockets que han pasado de McHale a D'Antoni y de Harden a más Harden para encontrarse en un momento clave, sentencioso para un D'Antoni que tiene un pie y medio fuera de la franquicia (a priori) y revelador para Morey, que deberá tomar la decisión que su homólogo en los Thunder, Sam Presti, tomó el año pasado: reorganizar el proyecto, acabar con el culto a la personalidad desarrollado en una franquicia a la que le acabó pasando factura el mismo y redirigir la nave hacia un futuro prometedor con el premio extra de un Chris Paul (y su enorme contrato) del que no consiguieron deshacerse pero que ha sido una de las sorpresas de la temporada. Esa que dejó escapar, como muchos han recordado, un Harden que se encuentra ahora al lado un compañero radicalmente distinto e infinitamente más unidimensional que su ahora rival, que sigue haciendo lo que quiere con 35 años y en su 15ª temporada en la Liga.

El ultra small ball y la sombra de LeBron

Harden y Westbrook ya se cruzaron con LeBron en las ya mencionadas Finales de 2012, con un protagonismo de Durant que estaba muy por encima de ellos y que sigue estando hoy, por carrera y talento individual. Ese disuelto big three se ha llevado la palma en cuanto a personalidad, criticados en demasía durante la última década por comportamientos cuestionables, hiperliderazgos excesivamente verticales y decisiones que les acompañarán de por vida (esto último es de Durant), con traiciones (a Westbrook y a Oklahoma) incluidas. Lejos quedan aquellos tiempos, y el hombre que ganaba por aquel entonces su primer anillo busca ahora el cuarto, en una lucha contra el tiempo y la historia en la que quiere dejar una nueva víctima por el camino. Y lo hará siendo la máxima representación de un pasado cada vez más lejano, más estructural que temporalmente, y manteniendo el estilo de juego que siempre ha tenido pero sin renunciar a un triple al que también ha cedido (ha tirado 6,3 este año, más que nunca en su carrera).

A su eterna (y eternizada) figura tendrá que hacer frente el dúo dinámico, con un estilo revolucionario en las formas y aburrido en el fondo, con un uso del triple absolutamente desvergonzado y con taras ofensivas, incluidas la de un Harden que se quedó en 17 tantos con 1 de 9 desde el exterior durante el séptimo partido ante los Thunder. En ese mismo duelo Covington, pretendido en febrero por unos Lakers que nada tenían para ofrecer por él, anotó 6 triples, dando un respiro a unos Rockets donde Westbrook tendrá, ya veremos, restricción de minutos y Tucker y Gordon serán esenciales para contener a LeBron y (junto a Covington) a un Davis que les saca muchos centímetros y viene de promediar 29,8 puntos, 9,4 rebotes y 4,2 asistencias en primera ronda, con un 57,3% en tiros de campo y un 38,9% en triples. Su nivel será clave para hacer daño al juego interior texano, sacrificado con Capela en febrero para apoyar la idea de un D'Antoni que buscó extremar un extremo en el ya estaba una manera de jugar al baloncesto que causa cierto rechazo en el aficionado medio y que no ha dado la sensación de ser un camino firme y fiable hacia un campeonato. Ni hacia unas Finales, si nos ponemos.

El mayor problema de los Rockets será contener a un LeBron que parece tener 25 años y no 35 y que no atisba un menor signo de estar cercano a una retirada que se postergará hasta que él quiera. Lleva tres partidos seguidos por encima de los 30 puntos, hizo 36+10+10 para eliminar a los Blazers y ha promediado 27,4+10,2+10,2 en primera ronda. Sobran las palabras para un jugador que Houston asume que va a seguir produciendo, pudiendo aspirar solo a paliar daños y a centrarse en el backourt angelino, que algunos presumen que va a sufrir en exceso pero que dejó a Lillard en un 41% en tiros de campo en la serie inaugural con 24 puntos por partido, después de que el base llegara de promediar un 49% con 35 tantos por noche en los últimos 26 duelo de regular seson. Caruso tendrá trabajo por delante y ganará protagonismo en ausencia de un añorado Bradley, mientras que Caldwell-Pope y Danny Green tendrán que esforzarse en ambos lados de la pista, apretando en defensa y anotando esos triples que son el mayor boquete en el esquema de un Frank Vogel que fue víctima de LeBron con los Pacers de Paul George y ahora intenta devolverle la corona al Rey entre las tímidas críticas que sostienen que no es un entrenador de playoffs.

Poco más que añadir. Todo o nada para los Rockets y casi también para los Lakers, que no pueden permitirse el lujo de perder contra nadie que no sean los Clippers (casi por destino, la temporada se ve abocada a esa serie) y que tendrán que reorganizarse con un líder camino de los 36 años y con un futuro incierto y una temporada, la próxima, que nadie sabe cuándo va a empezar. Harden busca la redención, Westbrook la reivindicación y D'Antoni ve pasar la vida ante sus ojos y seguirá con la mascarilla puesta y los brazos cruzados mientras espera un milagro que ni ha ocurrido en el pasado ni se le espera ahora. Pero claro, nunca se sabe. Algunos dirán que siempre habrá una primera vez para todo y otros que la sombra de LeBron es demasiado alargada para una barba que en comparación parece demasiado corta. Los triples, Davis, la gestión del clutch time y la segunda unidad (Howard puede ser importante y todavía se esperan las apariciones de Smith y Waiters) las ventajas en una serie sin ventaja de campo, serán esenciales en unas semifinales a las que, por cierto, vuelve Rondo. Algo que no sabemos si es bueno o malo para los Lakers. Ya veremos.