O.J. Mayo: una trifulca por una apuesta, una gran sanción de la NBA y un refugio en Taiwán
La vida profesional de O.J. Mayo ha dado varios vuelcos y ahora intenta estabilizarse en China, una liga prominente, después de caer bajo.
O.J. Mayo tiene nuevo destino. Su vida le está llevando por senderos complicados, pero él quiere ver la luz del sol y coger el que sea necesario para regresar al que cree su hábitat natural: la NBA. No juega en Estados Unidos desde 2016 al ser directamente expulsado de la Liga, pero todavía no ha perdido la esperanza.
El historial negativo de Mayo ya era voluminoso antes de llegar a la NBA, donde se agravó. En su etapa de instituto tuvo dos en el mismo año, 2007, ya a las puertas de ligas mayores: acusado de agredir a un árbitro y acusado de posesión ilegal de marihuana. En 2008, ya tras haber terminado su primer y único año en USC, se dijo que había recibido regalos por parte de la universidad (prohibido en la NCAA). Y con esa pátina llegó a la liga sénior, siendo el tercer elegido de su draft por detrás de Derrick Rose y Michael Beasley y por delante de gente como Westbrook, Love, Gallinari, Ibaka o Dragic. Mucha tela tenía que cortar...
La palmada en la espalda era fuerte para él y no la llegó a soportar nunca. Las expectativas eran altas y contaba con el respaldo de un equipo, Memphis Grizzlies, que creció y creció hasta rozar las mieles del triunfo en la Conferencia Oeste de la mano de Marc Gasol o Mike Conley, pero un equipo labrado a base de defensa tuvo que hacer los esfuerzos extra en ataque a Mayo no le salían ni naturales. No hay que confundir: aportaba, sí, pero no todo lo que se pretendía. En los cuatro años que estuvo en los Grizzlies promedió 15,2 puntos, que no es tontería, pero sus problemas iban más allá de eso: poca adaptación al entorno...
En enero de 2011 los Grizzlies regresaban de Los Ángeles, donde habían conseguido en el Staples Center una gran victoria ante los Lakers. En el avión del equipo los ánimos estaban bien arriba y se pusieron a apostar mientras jugaban a las cartas. Todo se desmadró y Mayo se llevó la peor parte, ya que se pegó no sólo con el especialista defensivo del equipo sino con un santo y seña del vestuario: Tony Allen. Mayo recibió un par de puñetazos que hicieron que para el siguiente partido la franquicia le reservará por una bronquitis que nunca existió. Allen pidió perdón a la plantilla. Mayo, que según las crónicas de ese día no paró de insultar y se negó a pagar unos mil dólares que debía del infantil juego, nunca se repuso de aquello. En 2012 se fue a los Mavericks, que habían ganado el Anillo un año antes, y cuajó su temporada más fiable en el triple: 40% de acierto. En Dallas sólo duró un año y se fue a los Bucks, donde aguantó hasta 2016... y hasta que fue la propia NBA la que le mandó a casa. Una violación de la política antidroga, flagrante por el tipo de sanción que se le impuso, le llevó a estar expulsado de la Liga al menos dos años, hasta 2018.
Lo que luego ha venido para él es una cura de humildad. Se tuvo que buscar las habichuelas en la ASEAN Basketball League, una liga que junta equipos de países como Malasia, Filpinas, Singapur o Macao. Allí ha tenido un par de etapas en equipos de Taiwán, donde se construyó un refugio del que ahora sale. La única otra incursión en este periodo había sido en China, pero en la segunda categoría (NBL).
En una competición que gana enteros como la CBA china es donde Mayo quiere ejercer de camaleón, mimetizarse con lo que le rodea -que es lo que no hizo en América- y poder tener un billete de retorno a la mejor liga del mundo.