Tormenta navideña: Joel Embiid se come a Giannis Antetokounmpo
Exhibición descomunal de los Sixers, que anotaron 21 triples y destrozaron a unos Bucks que solo llevaban cuatro derrotas hasta este partido. Enorme Embiid.
Hace menos de una semana, los Sixers habían perdido tres partidos seguidos y la imbatibilidad en casa, habían dado una imagen desastrosa contra las defensas en zona de Spoelstra (Heat) y Carlisle (Mavericks) y estaban en la picota: la capacidad de Brett Brown como entrenador y la compatibilidad de Joel Embiid y Ben Simmons volvían al tablero de juego, como en los dos últimos veranos tras las eliminaciones ante Celtics y Raptors. Es la presión de un proyecto que ya superó el Proceso y que ahora está pensando para ganar cuanto antes. La tensión de un equipo a contraestilo en la actual NBA (músculo, defensa, poco fuego exterior) que sabe que su techo es el anillo de campeón y su suelo... un fin de ciclo que sería estrepitoso.
El duelo de Navidad ante los Bucks, lo que en verano parecía una previa de la final de Conferencia, asomaba ominoso, como un mal augurio para un equipo que al menos tenía antes dos peritas en dulce, Wizards y Pistons. Y que, cuestión de ánimo, jugó ante los temibles Bucks sus mejores minutos de los últimos años. Y no es exageración. Durante los tres primeros cuartos (100-73), especialmente en el primer tiempo (69-48), aplastaron al mejor equipo de la NBA, uno que solo había perdido cuatro partidos (27-5 ahora) y que acumula palizas casi sin romper a sudar. Pero uno que, y quien quiera tomar este partido como ejemplo tiene tanto derecho como el que prefiera no sacar grandes conclusiones, puede tener la horma de su zapato en ese muro de músculo y brazos que construye la defensa de los Sixers con Embiid, Al Horford, Simmons, Richardson... Si además entran los triples (11 al descanso, 21 totales para igualar el tope histórico de la franquicia) y Simmons puede ejercer de facilitador sin la presión de tener que anotar (15 puntos, 7 rebotes, 14 asistencias), los Sixers son una montaña de baloncesto que puede ser acabar siendo en playoffs.
Los Bucks pueden perder, desde luego, pero resulta llamativo verlos tan apocados, tan perdidos, tan fuera de su ritmo de su juego. También Giannis Antetokounmpo, que no metió triples (0/7) y no pudo con la gigantesca sombra de Embiid en la pintura (8/27 en tiros, 18 puntos). El camerunés jugó un primer tiempo extraordinario (23 puntos, 7 rebotes, 31+11 final) y marcó el tono de una victoria que relanza a los Sixers como aspirante y acaba con el amago de mala onda que se estaba instalando en Philadelphia.
Los Bucks (con un 0-12 nada más empezar) trataron de maquillar el marcado en el último cuarto (21-36), con los titulares casi hasta el final en pista por aquello de que era Navidad y Estados Unidos estaba muy pendiente del partido. Pero no hubo ni amago de reacción, con Furkan Korkmaz metiendo triples (4/5) que caían como un jarro de agua fría sobre el equipo de Budenholzer, que se llevó los de Josh Richardson (otros 4) en el primer tiempo. Tobias Harris sumó otros 5 (5/7, 22 puntos). Si el ataque no se atasca y Embiid puede ejercer de ancla en defensa y de macho alfa en ataque, los Sixers serán el terror de los playoffs del Este... con permiso de los Bucks, claro, que siguen siendo el mejor equipo de la liga pero a los que les cayó una buena tunda en Navidad. Todo no se puede tener.