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Popovich y los Spurs 2019-20: razones de una dinastía en crisis

Los tiros de media distancia, la adaptación de Murray, el papel de DeRozan, los veteranos como sostén... la dinastía por excelencia del siglo XXI, ante su crisis más grande.

Kim KlementUSA TODAY Sports

Los Spurs están a las puertas de poner fin a un proyecto que se transformó en dinastía y que empezó antes de lo que muchos podemos incluso recordar. Antes de que llevar móviles por la calle fuera normal, que las redes sociales formaran parte de las relaciones sociales o de que existiera una plataforma como la League Pass por la que se pudieran ver los partidos. Por empezar, lo hizo antes de que nacieran Ben Simmons, Donovan Mitchell o, por supuesto, Zion Williamson. Jugadores que nacieron antes de que la eterna y legendaria figura de Gregg Popovich, por entonces General Manager de la franquicia, destituyera a Bob Hill, bajara al banquillo texano y empezara con un tanking siempre criticado (la lesión de David Robinson lo propició) pero que tuvo como resultado la llegada de Tim Duncan a una ciudad que ganó cinco anillos en los siguientes 22 años. Nunca una estrategia tan cuestionada ha sido tan útil.

La expresión "estar a las puertas del fin del proyecto" la podemos alargar cuanto queramos. Llevamos años dando por muertos a una franquicia que se niega a dar su brazo a torcer y que en los últimos tiempos ha ganado siguiendo los fundamentos clásicos en los que su hacedor y mandatario, un hombre que odia a los triples pero que se ha visto obligado a sucumbir parcialmente a ellos, siempre ha creído. Pasamos de "a ver qué tal sin Duncan" al "no tienen nada que hacer sin Kawhi" y a dejar de creer en ellos después de inicios de temporadas muy difíciles que luego arreglaban como buenamente podían para clasificarse, una y otra vez (y así hasta 22 consecutivas) a los playoffs. Algo que, si vuelven a conseguir este curso, harán por 23ª ocasión consecutiva, un récord en la NBA en particular y en el deporte norteamericano en general.

Las cosas no están saliendo como se esperaba en un inicio, lo que ha obligado a expertos, aficionados y analistas de Estados Unidos y del otro lado del Atlántico a caer, una vez más, en el error habitual de los últimos años: darles por muertos. Algo en lo que hemos fallado una y otra vez diciendo que no iban a volver a unas Finales, (algo que se mantuvo entre 2009 y 2011, las únicas temporadas malas del proyecto) o que tras el fiasco del 2013 no volverían a ganar un anillo. Pensamientos más o menos lógicos que nunca han gozado de un apoyo unánime ni de un alto consenso pero que se han pasado por la cabeza de más de uno. Igual que pasa ahora. Que no hay unanimidad ni consenso dando por muertos a los Spurs. Que hasta que no los veamos caer no nos lo vamos a creer. Pero que, y esto es innegable, están ante la peor crisis de la era Popovich.

Cuando los Spurs cayeron ante los Wizards (sí, los Wirzards) el pasado 20 de noviembre sumaron su séptima derrota consecutiva por primera vez desde la 1997-98, la primera temporada con Duncan, y la última de una era en la que Jordan decía adiós con su sexto anillo bajo el brazo. Nunca antes se había llegado a esa cifra. Antes, en 2011, se llegó a las 6 y solo en esa temporada pos tanking se habían superado las cinco. Entre medias, el paraíso. Un sinfín de victorias de marcas y de récord que han dejado a San Antonio, una entidad que ha disputado 52 temporadas en la NBA (antes estuvieron en la ABA) con un 60% de victorias, más que nadie en la historia. Una cifra alcanzada en buena medida por el buen hacer de Popovich, que acumula en su estancia en los banquillos tejanos 22 clasificaciones para playoffs en 23 temporadas, 22 años con balance positivo, 20 por encima de las 50 victorias, 10 finales de Conferencia, 6 de la NBA y 5 anillos. Los Spurs se han quedado fuera de la fase final tan solo 5 veces en su historia... y solo en la primera de ellas, la del tanking, Pop era el entrenador. De nuevo, una estrategia cuestionada pero que ha servido para crear una auténtica dinastía.

La racha de siete derrotas seguidas aumentó a 8 antes de ganar a los Knicks y de perder contra los Lakers, ese equipo que más animadversión ha generado a Popovich. Muchos se felicitaron cuando Kawhi Leonard, ese heredero de Duncan que en vez de el trono de los Spurs quiere el de la NBA, puso rumbo a los Raptors junto a Danny Green a cambio de DeMar DeRozan y Jakob Poletl. ¿La alegría? Que el técnico consiguió que su jugador fetiche no acabara en Los Ángeles vestido de púrpura y oro. Una alegría efímera si tenemos en cuenta que la única mancha en la gestión de un estratega táctico que ha hecho de cuando en cuando de psicólogo deportivo supuso la marcha del hombre que iba a dar continuidad a un proyecto que se sostiene a duras penas. Hoy, los Spurs tienen con DeRozan en pista el peor rating defensivo de la NBA... y el mejor sin él. Junto con Aldrige, un jugador de los de antes, de los favoritos de Pop, son la pareja que más minutos juegan del equipo y una de las que más de la NBA: con ellos en pista tienen un -7,3 puntos de net rating, una cifra ignominiosa que plantea no solo un problema de sistema, también estructural. Los veteranos ya no sirven y los jóvenes no siempre valen, por lo que para hacer funcionar el proyecto se necesita algo más. Algo que ahora mismo el equipo no tiene.

Una defensa a la deriva y un ataque disfuncional

Más allá de los problemas del equipo, es una obviedad que el retorceso defensivo de los Spurs les impide seguir siendo competitivos. En la primera temporada de Popovich (sí, la del tanking) eran el 29º equipo con peor rating defensivo. El resto estuvieron siempre entre los 7 primeros excepto de 2009 a 2011, cuando llegaron a salir del top ten. Y en siete años fueron los mejores. El pasado el retroceso fue obvio (quedaron en el puesto 20) y ahora están en el 28 con el peor deffensive rating (114)... de la historia de la franquicia.

Además, los primeros cuartos que están disputando les impiden cuajar grandes actuaciones. Son el 24ª, equipo de la NBA en puntos en el periodo inicial y tienen el mismo puesto en tiros de campo, el 23 en triples y el 25 en asistencias. Su net rating en los inicios es el cuarto peor de la Liga, un problema que les obliga a ir a remolque en encuentros que no consiguen culminar en remontada. Tampoco en ataque funcionan: 26º equipo en porcentaje en tiros de campo, 27º en triples, 28º en robos y 26º en deflections (desviar balones). Y el l quinteto que forman Aldrige, DeRozan, Lyles, Murray y Forbes tiene el peor nate rating de toda la NBA (-8,9) siendo los siguientes los Thunder con un -1,1. Una gran diferencia.

A todo esto se añade el problema de que Aldrige, DeRozan y Dejonte Murray, un hombre que estuvo fuera de juego la temporada pasada y que ha vuelto con muchas expectativas y (de momento) pocos resultados, no tiran triples. El ex de los Raptors directamente ha dejado de hacerlo: ha intentado cuatro en lo que llevamos de temporada y no convierte uno desde el 26 de diciembre de 2018. Casi un año. Una espera muy larga en la era de los triples a la que Pop se niega a entrar del todo. Los tiros de media distancia priman en el juego de los Spurs, que juegan contra rivales que tiran triples y penetran. Aldrige postea como si estuviéramos en 2008 y con 34 años ya no es el que era. Los 26 millones que va a cobrar esta temporada son un premio excesivo para un jugador que no ha olido el anillo de cerca en ningún momento de su carrera y que nunca ha rendido como se esperaba en playoffs.

¿Y ahora qué?

Es la gran pregunta. Los Spurs no tienen más de un día de descanso durante los próximos 34 días, por lo que será difícil resolver los problemas que causa Murray cuando entra: agrava los de DeRozan y le quita tiempo (a pesar de la restricción de minutos) a Derrick White un jugador prometedor que a priori hace buena pareja pero con el que solo ha compartido siete posesiones fuera de los minutos de la basura en toda la temporada y que se ha visto relegado a una posición en la que goza de menos protagonismo y menos tiros a favor de Patty Mills, otro de esos veteranos que tanto gustan a su entrenador. Y en el plano defensivo tampoco ayuda como hace dos temporadas, cuando se consolidó como titular. San Antonio permite 2,3 puntos menos cuando él no está en pista. Se supone que Popovich, curtido en mil batallas, debería poder sacar lo mejor de sus jóvenes y hacerles funcionar en pista, pero alguna vez tiene que ser la de verdad. Alguna vez tenemos que dar a los Spurs por muertos... y que estén muertos

¿Y DeRozan? Se ha especulado con el traspaso. Pero tiene 27,7 millones de dólares comprometidos y una payer option, unos números muy altos para un alguien que va cuesta abajo y que ha quedado relegado a un segundo plano. Un buen jugador que no funciona en playoffs y que, como ya se vio en Toronto, no hace ganar a una franquicia como sí lo hace Kawhi, aquella esperanza vana en la que Popovich creía y que se evaporó por disconformidades con un entrenador que prácticamente no ha tenido disconformidades con nadie. En cuanto a DeRozan, se ha hablado de que los Heat están interesados, pero no parece que Pat Riley, una mente que entiende como nadie este deporte, se vaya a lanzar a por una incógnita a la que tendría que pagar mucho dinero. Los Spurs no son de hacer movimientos durante la temporada, pero el problema es estructural cuando tampoco reaccionas a la marcha de Leonard con el fichaje de agentes libres apetecibles. Marcus Morris, el último intento importante de los tejanos, se fue a la Gran Manzana para enfado de Pop, pero, más allá de ese intento, nada. Blindar a Aldrige y DeMar y promocionar a jóvenes que no parece que vayan a ser lo que en su día fueron Tony Parker o Manu Ginóbili.

De una forma u otra, es peligroso olvidarse de lo que han hecho los Spurs y Gregg Popovich por la NBA. Que la selección de Estados Unidos no carbure es solo una mancha en el currículum de un hombre que renovó por tres temporadas antes del inicio de la presente, que tiene 70 años y que estará en los Juegos Olímpicos de Tokio. Casi nada para un hombre que lo ha sido todo y sin el que es imposible entender la historia de la competición norteamericana. Dijo hace tiempo que se iría con Tim Duncan, su jugador, el verdadero descubrimiento de un hombre que ha entrenado en eras distintas con éxito en todas ellas. Pero ahí sigue, en el banquillo de una franquicia que él mismo ha hecho histórica. Y con Duncan a su lado. La campaña pasada empezaron con un récord de 11-13 y acabaron con un 48-34. Un pequeño milagro. Ya veremos si es el último. De momento ahí sigue, inamovible y como lo que es: una leyenda. 

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