HISTORIAS DEL MUNDIAL

Mundial de Filipinas: ¡Pabellón con aire acondicionado en 1978!

El Mundial de 1962 se iba a disputar en Filipinas, pero la FIBA lo canceló porque el presidente filipino se negó a tramitar los visados de los jugadores de países comunistas.

El Mundial de baloncesto llegó a Filipinas 16 años después de lo previsto. En 1962, la FIBA dejó sin sueño al país asiático cuando su presidente, Diosdado Macapagal, se negó a tramitar los visados de los jugadores de los países comunistas. La cosa no quedó ahí. Filipinas, que había ganado el Asiabasket en 1960, perdió su plaza para los Juegos de Tokio en 1964. Le permitieron disputar el Preolímpico, pero ya no se clasificó. 16 años después, y aprovechando el cambio de presidencia (Borislav Stankovic entró en sustitución de William Jones), lo consiguió.

Filipinas es un país enamorado hasta el extremo del baloncesto, donde uno encuentra canastas casi en cada en esquina y en el que, pese a ser un país de estatura media baja los ídolos son los gigantes de la NBA. Todo hasta el punto de que su última gran leyenda deportiva, Pacquiao, siempre ha declarado que su primer amor antes que el boxeo fue el baloncesto, ha jugado y hasta posee algún club.

En Filipinas, los setenta fueron los años duros de la dictadura de Ferdinand Marcos (estableció la ley marcial en 1972), que utilizó el baloncesto como válvula populista de escape para el pueblo. Creó la primera Liga profesional por delante incluso de la ACB y organizó un Mundial marcado por las altas temperaturas que encontraron un moderno remedio. Al contrario que el Rizal Memorial Coliseum de Manila, una vieja cancha con aforo para sólo 10.000 espectadores, la joya arquitectónica del torneo era el Arena Coliseum, que tenía todas las comodidades, incluido aire aconcidionado.

La FIBA estableció para aquel Mundial la final a partido único. Se lo ganó la Yugoslavia de Dalipagic y Kikanovic al 'general Gomelski'. El Zorro Plateado llevó hasta la plata a la Unión Soviética pese a que casi coincidiendo con el torneo se recibió la noticia de la muerte de Alexander Belov, autor de la mítica canasta de la final olímpica de Múnich y que murió de un extraño cáncer y en unas circunstancias que nunca terminaron de ser aclaradas.

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