MVP Stewart: de los abusos sexuales a reina de la WNBA
Con 23 años Breanna Stewart acaba de ser nombrada MVP y algunos creen que puede acabar siendo la mejor jugadora de la historia.
Arrancan las semifinales en la WNBA con Seattle Storm como gran aspirante al título después de terminar con el mejor balance la Regular Season (26-8). La penúltima ronda y la Final se juegan a cinco partidos después de dos eliminatorias anteriores a uno solo (ganar o irse a casa). Las Storm juegan contra Phoenix Mercury en lo que será mucho más que el duelo entre dos leyenda de la talla de Sue Bird (37 años) y Diana Taurasi (36). Seattle tiene un equipo tremendo en el que también brillan Natasha Howard, Jewell Loyd... y Breanna Stewart, que acaba de llevarse el MVP de la temporada 2018 después de promediar 21,8 puntos, 8,4 rebotes, 2,5 asistencias, 14, robos y 1,4 tapones.
Liz Cambage, la australiana de 2,03 que anotó 53 puntos el pasado mes ante las Liberty, acabó el curso como Máxima Anotadora (23) y líder en eficiencia. Pero sus Dallas Wings acabaron la temporada en negativo (15-19) y el premio se fue para una Stewart que no habría tenido de qué preocuparse si no se lo hubiera llevado: hay más esperándole en el futuro. Seguramente, muchos más.
En una WNBA al alza, que parece avanzar hacia un boom a medida que la NBA la guía bajo su ala calcando mucho de su engranaje y en la que las reivindicaciones salariales de las jugadoras empiezan a ser un asunto apremiante, Breanna Stewart es una supernova que mañana cumple 24 años y que en tres temporadas en la WNBA (Seattle le dio el número 1 del draft 2016) ya ha sido Rookie del Año, dos veces all star y MVP. Su currículum, de hecho, es ya impresionante: es campeona del mundo (2014) y olímpica (2016) con Estados Unidos y en sus cuatro años en Connecticut (el gran equipo del baloncesto universitario femenino de esta generación) fue cuatro veces campeona, cuatro Mejor Jugadora de la Final Four y tres Jugadora del Año. Ganó 151 partidos y solo perdió 5 y en 2016 se llevó el ESPY (en los premios de ESPN) a mejor deportista femenina por delante de Simone Biles o Katie Ledecky.
Palabras mayores para una jugadora a la que algunos sitúan en una rampa de aceleración que podría acabar convirtiéndola en la mejor de siempre. Mide 1,93, pesa 77 kilos y tiene una envergadura de casi 2,16 que ha hecho que se le haya comparado con Candace Parker o Kevin Durant. Parker (en 2008) y Lauren Jackson (otra leyenda de Seattle) en 2003 son las únicas que han sido MVP de la WNBA con menos edad que ella (ambas con 22). Sue Bird, que guía su crecimiento día a día, asegura que esta es la temporada en la que ha empezado a entender hasta qué punto puede llegar a ser una jugadora determinante y completa. Por mucho que como rookie debutara con un partido de 23 puntos y alcanzara los 38 poco después.
Nacida en el área de Nueva York, es una ala-pívot que también juega de pívot y que hace mucho más que anotar y rebotear. Maneja la bola al nivel de las estrellas modernas gracias, en parte, a que su padre no quiso que se le encasillara en labores de rebote e intimidación por su altura y sus inacabables brazos. De niña, recorría casi dos kilómetros al día por su barrio botando la pelota, fintando a rivales imaginarias y escuchando música en sus cascos.
De niña también sufrió abusos sexuales: fue con nueve años, duró hasta que tenía 11 y comenzó en casa de un familiar. El abusador acabó confesando cuando Breanna reunió fuerzas para contar a sus padres el infierno por el que estaba pasando: “Nunca he ido a terapia, no he querido hablar de ello ni revivirlo, es algo que he tratado de ocultar pero eso solo sirve hasta un determinado momento. He llorado mucho, sobre todo cada vez que he tenido que explicárselo a un ser querido porque es cuando me daba cuenta de que todo aquello había sucedido de verdad. Que no era solo una pesadilla horrible. Estoy enfadada porque se aprovechó de una niña que nunca recuperará esa parte de su vida. Y porque hay recuerdos que nunca van a desaparecer”.
Con más de 200.000 seguidores en las redes sociales, posó para el Body Issue 2018 de ESPN (la revista especial en el que se muestran fotografías de deportistas de ambos sexos, cualquier disciplina y cualquier fisonomía desnudos) practica un activismo en el que la WNBA es puntera: contra los abusos, a favor de la igualdad de razas, de los derechos de la comunidad homosexual... Ha acudido a manifestaciones contra las leyes migratorias de Donald Trump y es, tanto en la pista como fuera de ella, un perfecto ejemplo de lo que es una estrella en los tiempos actuales. Y no tendrá 24 años hasta mañana lunes. Si realmente la WNBA se va a competir en una competición de primer nivel mediático, lo va a hacer sin duda gracias a jugadoras como ella, que en unas semanas podría haber añadido el anillo de campeona de la WNBA a un currículum en el que ya luce un MVP. No será el único.